El niño trabajador

Conocí el caso de un niño de doce años llamado Samuel, vendedor de bollos de mazorca, un plato típico de la costa norte colombiana que se basa en maíz molido y hervido. Samuel trabaja desde los diez años para sustentar a una familia de 6 personas, sus padres, hermanos mayores y a veces hasta sus sobrinas que pasan el día en casa. Samuel es parte del 6% (ONU, Informe Objetivos del Milenio) de personas en Latinoamérica que viven con menos de 1.25 dólares al día.

Samuel vive en una casa de madera picada y en mal estado del barrio Nelson Mandela de Cartagena, un sector creado a partir de desplazados por la violencia colombiana, en su mayoría afrodescendientes, que invadieron los terrenos. Sin alcantarillado, solo con un pequeño lugar lleno de barro en una esquina del diminuto patio, seguido de otro donde se asean, la vivienda tiene tres pequeños espacios divididos con algunos cartones, con pequeñas camas, y un televisor viejo en el que durante mi visita veían novelas (miraban una de Juan Soler el día que hablé con Samuel) su madre y sus dos hermanas mayores.

La madre cocinaba y dice cocinar una única comida al día, en este caso era un pollo, con arroz y algunas legumbres. En la cocina de carbón, cuando calientan los alimentos puedes probablemente sentir el calor en la pequeña cama donde hacen la siesta dos hermosas niñas de 2 y 3 años respectivamente. La madre cuenta que plancha y lava cuando le sale trabajo doméstico en zonas prósperas de la ciudad, pero que hay días que viven con 2000 pesos, un dólar para toda la familia. Samuel dice ganar en un buen día unos 7 dólares o 14,000 pesos (para una familia de 6). El padre no trabaja. Algunos vecinos aseguran que consume mucho alcohol. No lo vi.

A Samuel se le nota que es un niño emprendedor y responsable. No es el único niño de Nelson Mandela que trabaja, hay varios que tienen negocios vendiendo comida u otros víveres. Se van en transporte público a las afueras de los mercados populares ciudad adentro y venden los bollos, sus madres o abuelas les recuerdan antes de salir que deben vender toda la mercancía y regresan de noche cuando el barrio se encierra para evitar presenciar algún enfrentamiento con grupos de jóvenes que conforman pandillas violentas. En el barrio me decían algunos adultos que trabajar es una bendición para niños como Samuel, los aleja de las pandillas, la droga y las malas andanzas.

Samuel es la cara de muchos niños que trabajan en Latinoamérica y que no tienen los medios para estudiar ni el tiempo para jugar. Algunos juegan de noche cuando no quedan profundamente dormidos, agotados después de las arduas jornadas de trabajo. Otros solo juegan en sus sueños, mientras duermen. Porque cuando el sol sale, otra jornada laboral los espera.

Tuve la oportunidad de ser seleccionada para participar en el taller de periodismo audiovisual de la Fundación Gabriel Garcia Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, junto con otros trece periodistas de Latinoamérica. Pasar una semana compartiendo con los Mandelistas mientras grabábamos un documental fue un privilegio. En mi mente quedaron grabadas historias que representan lo que en parte es nuestra Latinoamérica, una mezcla de la alegría, de la esencia de mucha gente, con la mezcla de una cruda realidad de desigualdad.

Una red de apoyo necesaria

Visitar Latinoamérica y sus zonas más pobres es una experiencia que aplasta el corazón, por esa miseria que parece sin límite. Pero también es una experiencia que fortalece el alma. Ver tanta pobreza y problemas sociales recuerda que en el mundo hay demasiado trabajo por hacer, y que sólo afrontando las realidades de vida del otro se logra. De nada sirve para algunos vivir dentro de una cápsula blindada, ignorando las realidades de los suyos. Cada vez que veo un niño sin zapatos, expuesto a mil enfermedades que entran por los pies, sin comida o sin vivienda, recuerdo una y otra vez que solo no aceptando la corrupción y con más oportunidades para todos se logra que nuestra Hispanoamérica sea menos desigual.

A la vez recuerdo que un país tan grandioso como Estados Unidos, siendo el modelo efectivo a seguir para los latinoamericanos, no puede retroceder en cuanto a su tasa de pobreza, que desafortunadamente desde 2004, y de acuerdo con cifras oficiales del censo, ha ido en ascenso y hoy se ubica en el 15%. Las tasas de pobreza en Latinoamérica son el doble y más. Un 27% de habitantes viven en la pobreza, cifras que oscilan desde, por ejemplo, un 32% del Ecuador hasta un exorbitante 67% en Honduras, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

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El Uribe candidato al Senado

Tuve la oportunidad de entrevistar al ex presidente Álvaro Uribe en exclusiva durante su visita a Cartagena este pasado viernes para un canal de televisión colombiano. Aunque ya conocía su característica sencillez, me sorprendió una pregunta que le hizo él a su jefe de prensa cuando terminó la entrevista: quería saber cómo condensar una respuesta que me dio en la que explicaba su óptica de la diferencia entre los procesos de paz en otros países de Latinoamérica o el mundo que han tenido guerrillas, o dictaduras y Colombia. Un líder en política mundial de la talla de Uribe creyera uno que debería ser más creído, o al menos sobrado o “picado” como dicen en Colombia, pero Uribe me pareció aterrizado y bastante terrenal.

Él me había respondido magistralmente la pregunta que le cuestionó a su jefe de prensa, pero en efecto ella le decía durante la entrevista que estábamos contra el tiempo. Espontáneo, y un poco acelerado al principio, no me miraba a los ojos, pero mientras entró en materia de respuestas eso cambió y me dio más confianza en lo que decía. La entrevista duró 29 minutos, tocamos temas de Cartagena, hablamos de Colombia, de Cuba y de Latinoamérica en general.

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Nada lo justifica

Una mujer que sale de un bar y es violada y apuñalada por tres hombres que se encuentra en el camino. U otra que es violada en un estacionamiento de un bar, presuntamente por una persona que estaba con ella compartiendo dentro del mismo. Otra que es agredida en la parada de un autobús, forzada a entrar a un auto y llevada a un lugar remoto donde la violan y la golpean, o tres mujeres que después de 30 años son encontradas en una casa en cautiverio, o una mujer que era maltratada por su marido en silencio hasta que un día cualquier éste la asesinó. Todas historias reales que son noticia cada tanto en nuestras comunidades ya que desafortunadamente, sin importar a qué lugar del mundo miramos, ninguno está exento de padecer de casos de violencia hacia la mujer. Violadas por desconocidos, o violadas por conocidos y maltratadas o en el peor de los casos asesinadas después de una violación.

Recientemente en Bogotá, Colombia, se ha generado una gran controversia por una joven de 19 años que fue presuntamente violada en el estacionamiento de un popular restaurante de la capital colombiana. Digo presuntamente porque la investigación está en curso. Se trata de una pareja que compartió dentro de un bar, y que supuestamente por el exceso de alcohol, según declaraciones del presunto violador de 35 años, y de un testigo que estaba dentro del bar, tuvieron una relación consentida.

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Colombia y el proceso de paz

Las conversaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano han llegado a un punto sumamente controversial. Ya se está hablando de la participación política que tendría la guerrilla en la democracia colombiana. El país se encuentra parcializado. Las nuevas generaciones en Colombia merecen un futuro en paz, y el país está teniendo gradualmente una transformación socioeconómica importante. Que el gobierno de Colombia logre un acuerdo de paz en este momento probablemente sería lo más positivo que le puede pasar a una Colombia que ha estado en guerra con las guerrillas por más de cincuenta años. Y aunque la gestión del presidente Álvaro Uribe haya sido exitosa porque acabó en gran parte con varios cabecillas y frentes de las FARC, seguir con la guerra no garantiza la paz.

El peligro que se vive en este momento en el ámbito político colombiano, entre otras cosas, para mí radica en que se está tratando de hacer un acuerdo de paz un año antes de elecciones presidencialesy no hay nada más peligroso que una campaña política basada en lo que probablemente sería un hecho histórico crucial para el porvenir del país. Una campaña política genera pasiones, apoyos e intereses individuales que van más allá de un interés colectivo de que las zonas rurales del país que sufren con la narcoguerrilla vivan en paz. Y eso lo digo por todos los partidos políticos, no por uno en particular. Que si el presidente Santos sólo busca la paz para ganarse un premio Nobel, o que si el ex presidente Uribe no deja gobernar a Santos, son comentarios que se escuchan por doquier en las calles colombianas.

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El control de las armas

Esta pasada semana se celebró en Cartagena, Colombia, la asamblea de la Interpol, en la cual se revelaron varios indicativos interesantes. Según estudios internacionales citados en el evento, hay más de 650 millones de armas en el mundo en poder de civiles. Uno de los indicativos que más me llamó la atención tiene que ver con la gran cantidad de armas que hay en posesión de civiles en Estados Unidos. Más de 270 millones. No me sorprende la cifra, porque en Estados Unidos es sumamente fácil adquirir un arma ya que la regulación de la industria va de poco a nada, y además es un derecho constitucional. Pero sí preocupan los 270 millones de armas en las calles cuando vemos casos como el del estudiante de la escuela en Nevada que le disparó esta semana a un profesor e hirió a dos estudiantes, y el hecho de que han podido ser más las víctimas. Las autoridades dicen que el estudiante tomó el arma de uno de sus padres, también dicen que no conocen los motivos del tiroteo.

¿Se necesita más control para adquirir un arma o hay fallas en el sistema de salud mental del país? Son numerosos los tiroteos que vemos en los años recientes, y se ha tornado una costumbre “macabra” escuchar de escuelas cerradas por la creencia de que hay un sujeto armado en la misma. Pero no sólo son escuelas, también son centros comerciales, eventos públicos, universidades, cualquier lugar puede ser el blanco de un arma en las manos equivocadas. Controlar el sistema de salud, o darse cuenta de quienes podrían hallar un arma y ser una amenaza a la sociedad es difícil, pero no imposible.

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La Colombia de ahora

Comparar a la Colombia de ahora con la de hace 15 años delinea claramente el crecimiento económico que ha tenido el país. Basta con visitarlo para notar la evolución comercial de sus ciudades y la inversión extranjera que hoy confía en sus industrias. Ha sido el resultado de la seguridad democrática, del trabajo social, de la diplomacia con países vecinos y socios comerciales, y de ciudadanos pujantes que han querido salir adelante con todo y que el país haya vivido, y todavía viva, pero a menor escala, el conflicto de la guerrilla y la pesadilla del narcotráfico.

Resultados de la gestión del ex presidente Álvaro Uribe, y de lo que de algún modo ha seguido desarrollando el presidente Juan Manuel Santos, ya que ambos, con diferentes estilos, han fomentado la confianza económica. Sin embargo, es una realidad que muchos empresarios critican la gestión del presidente Santos en muchos aspectos y un gran sector del país además critica que el presidente Juan Manuel haya iniciado conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC. Estando en Colombia uno nota cómo el país se encuentra muy dividido, lo que es parte de una democracia sólida, como la de Colombia, pero preocupa.

Preocupa sobre todo si tenemos en cuenta que a nivel socioeconómico el país todavía tiene muchos problemas de pobreza y de desigualdad social. Conversando con empresarios colombianos, uno se da cuenta de que el petróleo, la agricultura, el sector inmobiliario, el turismo y muchas otras industrias en Colombia prosperan a pasos agigantados, pero que también hay demasiado escepticismo. De una u otra forma todo se interconecta.

Se augura que el país no va a lograr la meta de crecimiento del 4% que espera el Ministerio de Hacienda para el 2013 y la inversión extranjera ha disminuido un poco. Pero noticias como la que informa de un 7,6% más de ingresos en el segundo trimestre del 2013, comparado con el 2012 para el grupo de la aerolínea Avianca, o las páginas de las revistas inundadas con publicidad de proyectos inmobiliarios en las principales ciudades colombianas con precios donde el pie cuadrado iguala los precios de Miami, y en algunos casos de Nueva York, son muestras de gran prosperidad.

La gran crisis social y política que reflejan las páginas de los diarios y que muestran esa división que figura en la Latinoamérica actual, no opaca a simple vista los múltiples eventos empresariales que celebra el pa;is a lo largo y ancho. El diario El Universal de Cartagena, por ejemplo, promueve en media página el foro de innovación empresarial que se llevará a cabo el próximo 22 de agosto en el JW Marriot, patrocinado por marcas como Coca-Cola, que antes era impensable que invirtieran recursos en el país. No saber qué puede pasar si se logra la paz con la guerrilla a mi criterio genera desconfianza. Sin duda eso cohíbe todo tipo de novedad por la inestabilidad política que se vive y que pudiese predominar.

Pero es necesario vivir ese escepticismo para lograr de una forma u otra que el conflicto con la guerrilla se acabe. Es parte de la transición necesaria que vive el país. No se puede tapar el cielo bajo la nube económica o la lluvia de oportunidades de los que más tienen. En Colombia la situación política debe estabilizarse, sólo así habrá prosperidad de todo tipo. Mientras tanto son sólo buenas rachas y malas rachas.

 

Las FARC, entre ironía e impunidad

Las FARC insisten en que se dé un cese al fuego, el gobierno de Colombia se niega rotundamente. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, el conflicto colombiano es viejo. Medio siglo de crimen. Sería un desacierto absoluto del gobierno de Juan Manuel Santos aceptar un alto a las operaciones militares del gobierno durante la negociación en La Habana mientras que las FARC continúan con su agenda de abusos a civiles, secuestros y ataques a las fuerzas del orden, negándolos y disfrazándolos con excusas baratas.Las FARC aseguran no ser narcotraficantes, no tener secuestrados y verse forzados a reaccionar al gobierno colombiano con fuego. Pero, ¿quién le cree a un grupo subversivo que tiene a cuestas más de cinco millones de víctimas según cifras del gobierno colombiano? Seguramente ni el presidente Santos les cree, pero tampoco le importa que vociferen sus ideas controversiales. Hay voluntad de paz y según él, este año se logra. Para él, conceptos como agradecerle al difunto Hugo Chávez por el proceso de paz son comentarios necesarios y del diario vivir colombiano, más allá de si causan descontento o no entre la base que lo eligió.