Las FARC, entre ironía e impunidad

Sabina Covo
Las FARC insisten en que se dé un cese al fuego, el gobierno de Colombia se niega rotundamente. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, el conflicto colombiano es viejo. Medio siglo de crimen. Sería un desacierto absoluto del gobierno de Juan Manuel Santos aceptar un alto a las operaciones militares del gobierno durante la negociación en La Habana mientras que las FARC continúan con su agenda de abusos a civiles, secuestros y ataques a las fuerzas del orden, negándolos y disfrazándolos con excusas baratas.Las FARC aseguran no ser narcotraficantes, no tener secuestrados y verse forzados a reaccionar al gobierno colombiano con fuego. Pero, ¿quién le cree a un grupo subversivo que tiene a cuestas más de cinco millones de víctimas según cifras del gobierno colombiano? Seguramente ni el presidente Santos les cree, pero tampoco le importa que vociferen sus ideas controversiales. Hay voluntad de paz y según él, este año se logra. Para él, conceptos como agradecerle al difunto Hugo Chávez por el proceso de paz son comentarios necesarios y del diario vivir colombiano, más allá de si causan descontento o no entre la base que lo eligió.

Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia. Así ha llamado el grupo guerrillero al presunto partido político clandestino que impulsan mientras negocian en La Habana una paz que al parecer es igual de ansiada por el gobierno como por los insurgentes. Esta semana han terminado otra fase de negociaciones sin llegar a ningún acuerdo en conjunto, pero ambos bandos siguen expresando su interés en no dejar escapar la paz en esta ocasión. Con todo y que hasta en el concepto de “paz” haya diferencias. El pasado gobierno de Alvaro Uribe Vélez dejó a las FARC en un estado de crisis tan profundo que hasta trabajo para obtener comida tuvieron, no en vano comenzaron a desmovilizarse guerrilleros desmotivados de la idea romántica de la lucha en la selva.

¿A qué precio habrá negociación? Probablemente a uno alto, con ex guerrilleros que han sido criminales haciendo política y secuestradores reintegrados a la vida civil. Pero, ¿queda de otra? No hay precedentes de donde tomar el ejemplo, no es la primera vez en la historia latinoamericana que hay guerrilla, ni que se logra la paz, pero sí es el conflicto armado más largo, profundo, criminal y narcotraficante en la historia. Tratar de analizar como funcionarían en la sociedad estos autores de actos terroristas sería una adivinanza.

Reclutamiento de menores de edad (que en ocasiones convierten en esclavas sexuales), secuestros, asesinatos, desplazo, tortura, abuso, masacres y toma de pueblos, es el modus operandi de un grupo que hoy saca comunicados de prensa y habla a los medios de cómo reestructurar un país. Esta semana finalizó otra fase de negociaciones sin puntos en común. No se llegaron a acuerdos en el tema de las tierras ni en cómo se haría una supuesta reforma agraria. Es una ironía del tamaño de un elefante que quieran negociar con respecto a este punto después de que se estima han robado más de 75,000 hectáreas de tierra para sembrar coca entre otros usos y abusos.

“Deseo hacer política de manera abierta y legal”, ha dicho Iván Márquez, jefe de la comisión las FARC desde La Habana. Para mí, lo más descarado que he escuchado en los últimos tiempos. ¿Pero será que no queda de otra? ¿Le tocará al pueblo colombiano ver cómo para obtener la paz quedan impunes los crímenes de esta guerrilla? Dicen por ahí que no hay nada completo en la vida y noviembre, que es el mes que han dicho los de la mesa que pudiera ser el de la paz, está cerca.