Teoría de las ventanas rotas en la realidad latinoamericana

Fue en 1969 cuando un grupo de psicólogos sociales de la Universidad de Stanford inició lo que ha sido uno de los estudios más reveladores en cuanto al comportamiento humano, que desmoronó prejuicios y paradigmas que hasta el día de hoy son sostenidos por nuestro entorno.

En dicha oportunidad, el profesor Philip Zimbardo, junto a otros científicos, colocó dos vehículos del mismo color, año y modelo en dos lugares diametralmente distintos en el estado de Nueva York. Uno en una zona reprimida, con altos niveles de violencia y criminalidad y el otro en una zona exclusiva, donde los servicios públicos funcionan, donde hay seguridad y un nivel de vida más alto.

Como era de esperarse, el primer auto fue vandalizado en horas, mientras que el otro permaneció intacto. Hasta ese momento parecía que las premisas sociales se cumplirían: la educación y el nivel de vida eran determinantes para el comportamiento social. Sin embargo, los científicos fueron más allá y rompieron una ventana del auto ubicado en esta exclusiva urbanización para evaluar si el comportamiento se mantenía o no. El resultado fue más que revelador. Al igual que el primer objeto de estudio, la gente comenzó a destruir, robar, dañar el segundo vehículo, ese que parecía seguro por encontrarse en ese lugar privilegiado. Continuar leyendo

¿Despertar latinoamericano?

Es temeraria esta afirmación. Lo sé. Sin embargo, este año ha sido atípico para una América Latina que se suponía que caminaba con cierta firmeza hacia un socialismo caribeño, improvisado pero con un peso específico en el continente, producto de una chequera que dio para todo y para muchos durante más de cinco lustros.

En efecto, el declive no obedece a los últimos meses, sin duda tiene su origen en múltiples factores que con el paso del tiempo, en algunos casos más largo que en otros, terminaron desgastando la paciencia de las sociedades latinoamericanas sedientas de justicia, de inclusión y de futuro.

Lo que se suponía que sería un bloque monolítico latinoamericano, ese sujeto de poder que haría cierto contrapeso en el mundo, se fue desmoronando producto de las propias incapacidades de sus gobernantes y de una de las mayores desgracias que han acompañado a nuestros pueblos por generaciones: la corrupción.

Salvo contadas excepciones, como la de José Mujica en Uruguay, los Gobiernos de izquierda contemporáneos han ido quedando atrás, estigmatizados por sus propias miserias, las cuales empobrecieron profundamente al pueblo, pese a haber aumentado el gasto público en términos de inversión social. Paradójica e incomprensible realidad, dado que con los recursos que se manejaron y sobre todo con la buena voluntad de los pueblos, se hubiera podido lograr cosas inimaginables. Pero claro, el nepotismo, el abuso gubernamental, la falta de separación de poderes, la politización de las fuerzas militares y la corrupción hicieron un contrapeso tan fuerte que lograron reventar la piñata, coloquialmente hablando. Continuar leyendo