Algunas semanas atrás en el marco del anuncio de nuevas restricciones a las compras por Internet, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, justificaba las medidas argumentando que tenían como objetivo “defender la plata de los argentinos, [y] la industria nacional”. El argumento de que es necesario defender la industria nacional se repite en la boca de los políticos, casi sin importar su procedencia. Peronistas, radicales, socialistas, desarrollistas, socialdemócratas y comunistas comparten este mensaje.
Cada vez que los escucho me alarmo. Si algo necesita ser defendido entiendo que es porque está siendo atacado. Voy corriendo, entonces, a buscar noticias que den cuenta de los ataques. Espero encontrarme con terribles noticias, como bombardeos a complejos industriales, el secuestro de empleados fabriles, o matanzas de industrialistas. Pero nada. No hay señales de algún ataque en curso, o de de la posibilidad de que haya un ataque inminente contra las industrias establecidas en Argentina.
Las agresiones a la industria nacional solo existen en la mente de los proteccionistas. Los proteccionistas presentan la idea de “defender la industria nacional” como una cruzada épica lanzada en nombre de los valores más nobles. En verdad, son simples exponentes de una de las vetas del nacionalismo (una de las ideologías más mezquinas, superficiales y dañinas que han existido), el nacionalismo económico.