La herencia en números

Esta nota intenta aclarar la dimensión de la herencia. Notará el lector que ha habido avances parciales en algunos campos, pero que aún resta mucho camino por recorrer en este proceso de normalización de la economía argentina.

1. Sobreempleo público

En la última década se multiplicó excesivamente el empleo público. A nivel nacional el personal aumentó un 61%, desde 241.400 en 2003 hasta 389.830 en 2015; a nivel provincial, el incremento fue del 72%, desde 1,7 a 3 millones de personas en el mismo período; a nivel municipal, la suba fue del 110%, pasando de 379 mil en 2003 a 796.300 en 2015. En total, en el período bajo estudio, el incremento fue del 77%, pasando de 2,3 a 4,2 millones de empleados públicos.

En América Latina, la relación empleo público-población económicamente activa apenas supera el 10 por ciento. En Argentina estamos cerca de alcanzar el 20 por ciento. Duplicar esta relación por supuesto tiene un costo fiscal importante. Debemos interpretarlo como una mochila excesivamente pesada sobre las empresas privadas y una traba fundamental para la creación de empleo. Continuar leyendo

El desarrollismo de Frondizi

Mauricio Macri enfrenta un contexto económico similar al que enfrentó Arturo Frondizi en 1958, con agudos desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios. Los historiadores que resumen aquel período destacan el déficit fiscal y la sobredimensión de empleo público, la monetización de dichos déficits con su consecuente inflación y la escasez tanto de divisas como de reservas del Banco Central (BCRA) para sostener un peso fuerte. También para importar materias primas, productos intermedios y bienes de capital, indispensables para la industria.

El “estrangulamiento” —entendido como la falta de divisas para sostener el crecimiento económico de la industria por su necesidad de insumos importados— aparecía como un problema estructural generado por tres décadas de proteccionismo y la aplicación de un modelo de industrialización por sustitución de importaciones que sólo había logrado estancar a la economía argentina desde la gran depresión de 1930. La producción agropecuaria no era ajena a esas dificultades y declinaba tanto por los bajos precios internacionales como también por el exceso de regulaciones y controles, incluyendo retenciones a las exportaciones. Continuar leyendo

Recuperar la igualdad ante la ley y el mercado

“Si se aplica un plan liberal, ninguna pyme va a sobrevivir”, dijo el ministro de Economía Axel Kicillof mientras anunciaba la creación de un consejo de defensa a las pequeñas y medianas empresas. Luego sentenció: “En el mercado, si no está el Estado, rige la ley de la selva”.

La frase del ministro deja mucha tela para cortar, como cada una de sus reflexiones. ¿Qué parte es cierta y qué parte no lo es?

Lo cierto es que liberales y socialistas llegan a pocos consensos en la política económica, pero en la medida en que haya buenas intenciones, coincidirán en terminar con la corrupción y también con el favor político que el Estado ofrece a algunos empresarios. En este sentido, el pensamiento del ministro de Economía no encaja en ninguna escuela económica de pensamiento. Su política económica consiste en reemplazar al mercado y ofrecer privilegios o sanciones arbitrarias a quienes él cree que lo merecen. La igualdad ante la ley lógicamente brilla por su ausencia. Continuar leyendo

Los mayores errores de la gestión Kicillof

El ministro de Economía, Axel Kicillof, fue entrevistado recientemente por Joaquín Morales Solá y nos dejó -en 35 minutos- interesantes argumentos para defender su administración de la política económica.

En la entrevista arremetió una vez más contra los economistas ortodoxos, defendió la política de desendeudamiento, de reindustrialización y de inclusión social, enfatizó el fuerte crecimiento económico que el país experimentó desde 2003, recordó la recuperación de YPF y Aerolíneas Argentinas. Se apoyó sobre ciertos economistas como Miguel Ángel Broda, Orlando Ferreres y Carlos Melconian para señalar que la economía está bien, creciendo un 1 %, que la inflación se desaceleró de un 40 % a un 25 % -sin recetas ortodoxas-, que las reservas están estables, que no hay problemas con los vencimientos de deuda, lo que deja una buena herencia para el próximo Gobierno, garantizando continuidad del modelo luego de 2015.

Cuando se le cuestionó el bajo crecimiento, el ministro de Economía explicó el complejo contexto internacional que nos acompaña, con caída en los precios de los commodities, con las locomotoras de China y Estados Unidos bajo ciertas dificultades y con Brasil en recesión.

Es precisamente ese contexto el que lo obligó a decidir aplicar una política contracíclica desde principios de 2014 para estimular el consumo interno mediante planes y programas, apoyado en un supuesto consenso de los economistas en las recetas keynesianas que se presentan en todos los manuales de macroeconomía y política económica. Continuar leyendo

Tres razones para desinflar la burbuja del Estado

Cuando los historiadores económicos se refieren a las grandes crisis económicas del siglo XX -y lo que va del siglo XXI- identifican cada caso con una burbuja. En la crisis de los años 1930, por ejemplo, los historiadores observaron burbujas bursátiles e inmobiliarias. La crisis dot-com de 2001 en Estados Unidos fue la burbuja bursátil de las acciones relacionadas a internet. La gran recesión de 2008, también en Estados Unidos, fue el desenlace de la burbuja inmobiliaria gestada desde fines de 2001. La crisis europea actual fue la de una burbuja inmobiliaria, seguida de una burbuja del gasto público que se ha pinchado en varios países, pero queda aún una brecha importante por corregir. Vale aclarar que las economías solo lograron recuperarse de las distintas crisis mencionadas cuando las burbujas se terminaron de desinflar y emprendieron un proceso de formación de capital a través del ahorro y la inversión.

En la Argentina de hoy la crisis que viene será asociada a la burbuja del gasto público, que se fue gestando desde 2003 y especialmente a partir de los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, con sucesivos planes y programas.

Sin ánimo de ser exhaustivo, aunque presentados cronológicamente, recordamos ya en agosto de 2003 el Plan Manos a la Obra de Néstor Kirchner, seguido por la prolongación del Programa Remediar, la creación del Museo de la Memoria, el Plan Federal de Salud, el Plan Nacer Argentina, el Plan Espacial Nacional, el Programa de Becas del Bicentenario, el Programa de Apoyo de Infraestructura Universitaria, el Programa Argentina Trabaja, Fútbol para Todos, la asignación universal por hijo, el Fondo del Bicentenario para pagar la deuda externa, el Programa Conectar Igualdad, el Programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario, Pakapaka, Tecnópolis, la recuperación de YPF, Procrear, el Programa Sumar (que fue una ampliación del Programa Nacer) o el Plan Raíces, entre otros. Continuar leyendo

Imaginando un eventual gobierno de Scioli

A principios de mayo pasado publiqué una nota imaginando la política económica de un eventual gobierno de Mauricio Macri y el PRO. Hoy me propongo hacer lo mismo con el otro candidato a presidente que lidera las encuestas, aunque la información en este caso es más limitada.

Daniel Scioli ha intentado en los últimos años alinearse en su discurso con el modelo kirchnerista, aunque al evaluar su gobierno en la provincia de Buenos Aires, o los comentarios y las entrevistas que han ofrecido sus asesores, se puede advertir cierta confrontación con el kirchnerismo puro, que es en definitiva lo que provoca cierta desconfianza aun entre sus propios seguidores.

Sostenemos aquí que la política económica de Scioli estaría en una posición intermedia entre la que representa Axel Kicillof, como continuidad de la política económica actual, frente a los comentarios de sus asesores, y en particular del consultor Miguel Bein y el expresidente del Banco Central Mario Blejer, que es, en definitiva, corregir los desequilibrios y tomar un nuevo rumbo. Continuar leyendo

Kicillof es impredecible

Axel Kicillof, el principal asesor económico de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, quien hoy es además Ministro de Economía, acaba de señalar orgullosamente que los economistas no aciertan en sus predicciones respecto de las variables fundamentales de la economía argentina. Esto sorprende, por supuesto, a quienes creemos que la certidumbre sería el escenario más deseable.

Lo cierto es que hace algunos años los economistas en general predecimos dificultades económicas crecientes que hoy se manifiestan con claridad en desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios, los que a su vez tienen como consecuencia lógica la recesión –especialmente en la industria que acumula 20 meses de caída continua según el Estimador Mensual Industrial del INDEC-, la inflación –que sigue en niveles elevados, aun cuando haya disminuido un poco producto de la misma recesión- y un nivel de desempleo y pobreza en aumento –que él mismo se niega a medir, pero que alcanzaría a más de un cuarto de la población-. Un balance real de la gestión de Kicillof que acompañó el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner entre 2011 y 2015 mostraría las consecuencias lógicas de las políticas implementadas. Continuar leyendo

Lo que Cristina ocultó

En su último discurso ante la Asamblea Legislativa, la Presidente habló más de tres horas para ofrecer un balance de su gestión y la de su marido, dejando cuantiosos datos y estadísticas sobre el período 2003-2015 y arrojando reflexiones polémicas que no son ajenas a la opinión pública.

Fue un discurso extremadamente positivo, un relato que se encuentra muy lejos de la realidad que vivimos los argentinos, pero en la que la Presidente realmente cree. No quiere decir esto que los datos arrojados sean todos falsos, pero sí debemos decir que hubo “cuestiones fundamentales” que se ignoraron voluntariamente, y reconocerlas posiblemente nos arrojen un balance menos positivo que el enunciado.

1. La sustentabilidad de los planes sociales

Recuérdense por ejemplo los numerosos planes sociales que se implementaron en estos años, como el plan progresar, el plan procrear o la asignación universal por hijo, además de ampliar los subsidios en todos los servicios públicos y extender el número de jubilados y pensionados hasta el total de personas en edad pasiva. Discutir estos aspectos del modelo puede ser visto como un gesto de insensibilidad, pero lo que preocupa hoy a la población no son los planes en sí mismos, sino su sustentabilidad. La expansión de planes es la expansión del gasto público que hoy lleva a la Argentina a un déficit fiscal del 6 o 7 % anual, que promete seguir creciendo en este último año de gestión, y que sólo encuentra financiamiento en su monetización.

2. La inflación

Precisamente la inflación que hoy experimentamos en la Argentina no es algo que nos pase, sino algo que promueve el mismo Gobierno desde el momento que eleva el nivel de gasto a un nivel que la presión tributaria récord no puede sostener. A medida que la inflación se acelera, los beneficios de estos planes precisamente se reducen porque resulta cada vez más difícil actualizarlos al ritmo de la inflación real. En otras palabras, los analistas pensamos que estos beneficios se pudieron extender en el corto plazo -mientras duró este Gobierno-, pero será muy difícil de sostener en el tiempo, por la escasez de recursos que irá acompañando al período post-kirchnerista. La inflación, por su parte, es un problema que no se puede resolver sin renunciar a los “logros” del modelo.

3. No hubo crecimiento económico, sólo recuperación
La Presidente también enfatizó el “crecimiento económico” de Argentina en estos 12 años. Sin embargo, partiendo de la crisis económica de 2001-2002, lo que se observó en estos años fue una recuperación, mas no crecimiento. El modelo cerrado puede permitir la utilización de recursos ociosos, pero no la expansión de la estructura productiva. Tomando el pico de 1998 como referencia, la performance económica que uno observa es muy diferente a la del relato oficial, e incluso se puede hablar de una nueva década perdida. Recordemos que la caída del PIB en el período 1998-2002, sólo pudo recuperarse en 2008, lo que siguió con la recesión de 2009 y la endeble performance posterior.

4. El país más rico de la región… por unos meses

La Presidente enfatizó que Argentina es el país más rico de la región, medido por PIB per cápita en dólares. Históricamente, así fue y si recuperáramos cierta normalidad, Argentina debería presentarse como el país más rico de Latinoamérica. Sin embargo, dividir el PIB en pesos por un tipo de cambio distorsionado puede resultar algo arbitrario. Hoy el tipo de cambio oficial está en torno a los 8.70 pesos. Un tipo de cambio sustentable debería ser al menos el doble o el triple de ese valor, si tomamos en cuenta las reservas netas con las que cuenta el Banco Central. Si asumimos que tarde o temprano habrá una fuerte devaluación, entonces el PIB per cápita en dólares será la mitad o menos de lo que es hoy. ¿Puede evitarse la devaluación? Quizás unos meses si se sigue atrasando el tipo de cambio y se profundiza la recesión, pero no se lo puede sostener debajo de los 10 pesos indefinidamente.

5. Recesión y retorno a 1999

Argentina logró recuperarse de la crisis que comenzó en el tercer trimestre de 1998 y se extendió hasta la fuerte crisis de 2001-2002, como bien señaló la Presidente, pero no sería correcto ignorar los desequilibrios existentes que pueden devolver a la economía argentina a un estado similar a aquel con el que hoy se comparaba. Mi impresión es que Argentina hoy tiene desequilibrios de magnitud semejantes, y en varios sentidos peores, que los vistos en aquel año 1999 que representó el fin del menemismo. La economía entonces mostraba desequilibrios fiscales y cambiarios, con un alto déficit fiscal y dificultades para seguir tomando deuda. Además, había dificultades para seguir atrayendo inversión extranjera directa, lo que a su vez dejaba a la economía con  estancamiento y alto desempleo. Hoy la Argentina tiene los mismos desequilibrios fiscales y cambiarios, pero además el desequilibrio monetario. Resulta imposible, a mi modo de ver, abandonar estos desequilibrios desde dentro del modelo. La economía ya está estancada o en recesión, según los propios datos oficiales del INDEC y no hay ninguna propuesta en el Ministerio de Economía para resolver estos desequilibrios. La agenda de políticas públicas para el nuevo gobierno es una agenda difícil, similar quizás a la que heredó Fernando De la Rúa en 1999.

6. Reemplazo del endeudamiento externo por el endeudamiento interno

La Presidente enfatizó también el “definitivo” desendeudamiento de Argentina. Sin embargo, el desendeudamiento es relativo, y el Gobierno estuvo lejos de manejarse con austeridad. La única diferencia que uno puede identificar entre el menemismo y el kirchnerismo en relación al gasto público es que el primero lo financió con deuda externa, mientras el segundo lo hizo con deuda interna. Una deuda interna que dificulta la tarea del ANSES para cumplir sus compromisos con los futuros jubilados, y una deuda interna que quebró -una vez más- al Banco Central obligándolo a emitir sólo en 2014 más de 160.000 millones de pesos para financiar el déficit fiscal. Pesos, a su vez, que el Banco Central debió absorber del sistema financiero generando un endeudamiento creciente a través de títulos que pasó en el último año de 115.000 a 330.000 millones de pesos. Resulta muy difícil pensar que la autoridad monetaria puede mantener el poder adquisitivo de nuestra moneda bajo las reglas y presiones que impone el poder ejecutivo.

7. La difícil “herencia institucional” para el próximo gobierno

A los problemas mencionados en el aspecto macroeconómico, por supuesto hay que agregar también la debilidad institucional que hoy tiene el país, especialmente en lo que refiere al “capitalismo de amigos”. Me refiero aquí, por ejemplo, a la introducción de La Cámpora en todas las instituciones y niveles de Gobierno, incluyendo las nacionalizadas Aerolíneas Argentinas e YPF.

8. Falta de independencia del INDEC
Para cerrar, no podemos ignorar que gran parte de la información estadística que presentó la Presidente está viciada por la falta de independencia del INDEC para elaborar datos confiables. Axel Kicillof reconoce que siempre hubo debate en torno a las metodologías, pero haber perdido la posibilidad de contar con mediciones mínimamente confiables abre un abanico de opciones y discusiones que  ningún país serio tiene. Así como nadie puede sostener en la Argentina cuál es el nivel de pobreza e indigencia, tampoco se puede confirmar realmente cuál es el nivel de desempleo. Mucho se ha dicho del elevado desempleo español, pero sabemos que si las metodologías fueran similares, Argentina seguramente presentaría una realidad bastante peor que la del país ibérico.

La dinámica del dólar blue

Hace sólo un año, en el primer día hábil del mes de octubre, el dólar blue cotizaba a 9.60 pesos, según informa la prensa argentina. La escalada en el cierre de año y también en el primer mes de 2014 se aceleró hasta llegar a 13 pesos, el 23 de enero. Luego de bajar a 11.70, cerró enero a 12,75 pesos. El gobierno apuntó al mercado, y la baja fue contundente, llegando a 10.55 el 5 de marzo, pero desde entonces, casi de forma ininterrumpida, semana a semana, el dólar blue fue creciendo hasta casi tocar los 16 pesos a fines de septiembre. En octubre, sin embargo, inició una baja que lo condujo a 14,70 pesos, algo que resulta incomprensible si se analizan las políticas o señales del gobierno en torno a las variables que impactan en este mercado. Continuar leyendo

El relato de la deuda argentina

El relato es un instrumento de la política. Lo ha sido siempre. No es un monopolio del kirchnerismo, sino que se extiende a cada gobierno y a cada político, intentando siempre desligarse de responsabilidades sobre los problemas que nos aquejan

Domingo Cavallo es siempre apuntado como el responsable de la deuda en Argentina. En cualquier discurso sobre deuda o holdouts su nombre resurge. Es por esto que la columna que Infobae publicó ayer con su versión de “la evolución de la deuda argentina” tiene un importante significado.

Como expliqué en otra columna, Cavallo tuvo participación activa en el crecimiento de nuestra deuda en tres momentos históricos. 1) bajo el gobierno militar; 2) bajo el primer gobierno menemista; 3) bajo el gobierno de De la Rúa.

Personalmente, cambiaría el título de la referida columna, porque no trató allí la evolución completa de la deuda, sino la evolución “reciente” de la deuda argentina. Esto lo eximió de responder también por su participación en el crecimiento de la deuda durante el gobierno militar.

Pero su análisis deja igualmente mucha tela que cortar. Señala, por ejemplo, que en su gestión en el primer gobierno menemista la deuda no creció, sino que incluso cayó ligeramente. Llega a esta conclusión luego de mostrar que la deuda pública ascendía a 92.400 millones de dólares en 1989, de los cuales estaban registrados 63.000 millones, y pendientes de registración otros 28.700 millones de dólares. Al final el año 1996, la deuda ascendió a 91.700 millones de dólares.

Debemos aclarar, sin embargo, varias cuestiones.  En primer lugar, que el efecto del mencionado Plan Brady, que implicó una importante quita de la deuda, se eliminó por completo en sólo 3 años de su gestión. En segundo lugar, que Cavallo no menciona el proceso de privatizaciones de aquellos años que llevó a los compradores de las empresas públicas argentinas como Entel o Segba a pagar con bonos del gobierno en default, lo que permitió un importante descenso de aquel capital adeudado.

Con una buena gestión en el primer gobierno menemista, aprovechando la quita de capital y el proceso de privatizaciones, la deuda pública pudo haber bajado realmente a un nivel despreciable, y acompañado del crecimiento económico de aquellos años, su relación con el PIB hubiera mostrado que el problema histórico de la deuda estaba realmente resuelto.

A su favor, su salida del Ministerio de Economía no mejoró las cosas. En el segundo gobierno de Menem, entre 1996 y 1999, la deuda saltó de 91.600 a 111.000 millones de dólares.

En el gobierno de De la Rúa, la deuda volvió a crecer, en este caso de 111.000 a 134.700 millones de dólares, y de nuevo, Cavallo tuvo su responsabilidad. Es cierto que muchos de los vencimientos de la deuda tomada bajo el menemismo se colocaron un día después de abandonar el cargo, con lo cual la Alianza recibió una onerosa herencia, pero la gestión de estos problemas pudo ser mejor. El gobierno de la Alianza nunca pudo gestionar adecuadamente la deuda, ni la economía del país, cediendo terreno a manos del FMI para evitar caer en default y sostener la convertibilidad.

López Murphy tuvo un diagnóstico acertado cuando ocupó el Ministerio de Economía, apuntando al déficit fiscal, pero fue justamente la reaparición de Cavallo lo que minó aquella propuesta apuntando que el problema “no es el défcit, sino la competitividad”. La gestión de Cavallo en el gobierno de De la Rúa fue acompañada de mucha desconfianza del mercado, lo que se reflejó en una fuga de capitales sin precedentes que hicieron imposible sostener la convertibilidad en los años siguientes, con todo lo que ello trae aparejado, desde lo económico y lo social.

Un aporte significativo de este artículo es su mención de la deuda en la “década ganada”. Se suma Cavallo a magnificar el mito del desendeudamiento cuando señala que en estos diez años la deuda sumó otros nuevos 100.000 millones de dólares para pasar en diciembre de 2013 a acumular 231.000 millones de dólares (neta de activos financieros). Señala además que el problema no es sólo cuantitativo, sino cualitativo, especialmente por sentencias incumplidas que implican onerosos intereses, que serán la herencia para el próximo gobierno. Sus cálculos lo conducen a afirmar que la deuda puede llegar a superar los 270.000 millones de dólares y tener un perfil de vencimientos y un costo de intereses bastante peor que el que tenía la deuda al final de 2001.

Concluyendo, Cavallo, como tantos políticos argentinos que se han sucedido en el poder, jamás comprendió la importancia del equilibrio fiscal. El gobierno militar financió su brecha con deuda y emisión (inflación). El gobierno de Alfonsín ya no tuvo acceso a deuda y financió el déficit con la hiperinflación. En el primer gobierno de Menem la brecha se financió con la venta de activos (privatizaciones), y tras el plan Brady con endeudamiento. De la Rúa mantuvo la convertibilidad, y entonces no pudo tampoco monetizar los déficit fiscales, pero también tomó deuda para apagar los incendios. Durante el gobierno de Néstor Kirchner, hubo cierto superávit fiscal, pero éste sólo se justifica por la estatización de las pensiones y el manotazo a los 30.000 millones de dólares que las AFJP tenían ahorrados. Para cuando llegó el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ese dinero ya no alcanzaba, volviendo a monetizar los déficits como en los años 1980 y volviendo a sufrir la inflación creciente. Tras su reelección, la negación al ajuste muestra una peligrosa aceleración de la inflación. El pago al Club de París y a Repsol buscaba volver a abrir las puertas al endeudamiento, pero el intento fue fallido gracias al fallo de Griesa y la cláusula Rufo, la que se destrabaría en enero de 2015. En un año de elecciones, me aventuro a predecir una nueva explosión en el gasto, mayor inflación y un nuevo salto en nuestra deuda.