Hablar de relato puede asustar. Nos trae el recuerdo, muy fresco todavía, de la disyuntiva relato contra realidad que, en virtud del tipo de relato —populista— que construyó el kirchnerismo, representamos en nuestro imaginario colectivo.
Pero aquella fue una falsa disyuntiva. Que el kirchnerismo haya planteado su relato como la contracara más insultante de la realidad palpable no significa que la función definitoria de los relatos en política sea el encubrimiento o la negación de lo real. Al contrario, su función es llenar de sentido extramaterial la materialidad de la técnica.
Si esto es así, deberíamos asumir que no hay política sin relato, pues lo contrario es gestión a secas. Y, trayendo una clásica distinción weberiana a colación, la gestión a secas no necesita tanto de políticos cuanto de científicos. ¿Qué lugar quedaría para la política en tal caso?
Es entendible, no obstante, que el PRO haya dedicado todas sus energías en este primer tiempo de gobierno a la solución de los grandes problemas que dejó la herencia kirchnerista. Mucho se habló de la calidad técnica del equipo que formó Mauricio Macri. Pero así como relato sin gestión es ficción, gestión sin relato es tecnocracia. Y el problema de la técnica pura es que adolece de un lenguaje profano, ininteligible para las grandes mayorías, e incapaz a la postre de catalizar movilización política. Continuar leyendo