Recuerdo una de las tantas conversaciones que mantuve con el gran Leonard Read en su oficina de la Foundation for Economic Education, cuando trabajaba en la tesis para mi primer doctorado, becado por esa benemérita institución, en 1968. Siempre me beneficié enormemente con sus consejos y sus reflexiones.
En la oportunidad a que me refiero destacó la importancia y la necesidad de reiterar conceptos sobre los fundamentos éticos, económicos y jurídicos de la sociedad abierta hasta que se comprendieran y adoptaran. Al fin y al cabo —con humor traía a colación el conocido aforismo— “para novedades, los clásicos”, lo cual desde luego no desmerece las nuevas contribuciones que se acoplan a la línea argumental a favor de la libertad y el respeto recíproco. En esta misma dirección, tengo presente que en la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade), Pascal Salin, entonces en la Universidad de París IV, comenzó una conferencia con una pregunta retórica: “¿Prefieren que sea original o que diga lo que creo que es la verdad?”. En este sentido, ahora en gran medida vuelvo sobre lo que escribí hace años sobre la importancia de los buenos modales.
“El hábito no hace al monje” reza un conocido proverbio, a lo que Jacques Perriaux agregaba “pero lo ayuda mucho”. Las formas no necesariamente definen a la persona, pero ayudan al buen comportamiento y hacen la vida más agradable a los demás. Continuar leyendo