Nos estamos refiriendo, claro está, a quienes emprenden actividades que apuntan a satisfacer necesidades de sus congéneres. No es esto por pura filantropía, sino en interés personal, cuando se opera en una sociedad abierta: al resolver los problemas de los demás, en el mercado libre, esto se recompensa con la contrapartida que entregan las personas al ver sus deseos resueltos, ya se trate de la compraventa de bienes o de servicios.
Este proceso ha sido originalmente explicado por destacados miembros de la escuela escocesa del siglo XVIII y elaborado a través de otras contribuciones de peso. No es cuestión de fabricar un hombre nuevo vía el uso de la violencia de los aparatos estatales. Ya hay bastante experiencia de la miseria y las muertes que estos experimentos han creado. Se trata de estudiar la naturaleza humana y de comprobar que todos actuamos en nuestro interés personal (lo cual incluye la caridad, que es bienvenida y los actos criminales, que deben ser combatidos). De este modo es que en un clima de libertad cada uno, al satisfacer las necesidades de su prójimo, como queda dicho, se beneficia a sí mismo con el producto de la transacción siempre pacífica y voluntaria, mientras el emprendedor está atento a los cambios de preferencias al efecto de dar en la tecla. Continuar leyendo