Nos estamos refiriendo, claro está, a quienes emprenden actividades que apuntan a satisfacer necesidades de sus congéneres. No es esto por pura filantropía, sino en interés personal, cuando se opera en una sociedad abierta: al resolver los problemas de los demás, en el mercado libre, esto se recompensa con la contrapartida que entregan las personas al ver sus deseos resueltos, ya se trate de la compraventa de bienes o de servicios.
Este proceso ha sido originalmente explicado por destacados miembros de la escuela escocesa del siglo XVIII y elaborado a través de otras contribuciones de peso. No es cuestión de fabricar un hombre nuevo vía el uso de la violencia de los aparatos estatales. Ya hay bastante experiencia de la miseria y las muertes que estos experimentos han creado. Se trata de estudiar la naturaleza humana y de comprobar que todos actuamos en nuestro interés personal (lo cual incluye la caridad, que es bienvenida y los actos criminales, que deben ser combatidos). De este modo es que en un clima de libertad cada uno, al satisfacer las necesidades de su prójimo, como queda dicho, se beneficia a sí mismo con el producto de la transacción siempre pacífica y voluntaria, mientras el emprendedor está atento a los cambios de preferencias al efecto de dar en la tecla.
Nada garantiza el éxito del emprendedor, ya que sus conjeturas sobre lo que aprecian otros pueden estar erradas. Así, quien acierta obtiene ganancias y quien yerra incurre en quebrantos. El cuadro de resultados marca el camino, lo cual se diferencia radicalmente de los prebendarios, que solamente se ocupan de acercarse al poder político para obtener un privilegio en desmedro de los consumidores, que deben pagar precios más elevados, obtener calidades inferiores o ambas cosas a la vez.
Gracias a los emprendedores, la civilización cuenta con agua potable, alimentos, medicinas, medios de transporte, diques y represas, libros, teatro, vestimenta, equipos, mobiliario y todo lo que atiende las necesidades básicas, las culturales y de confort. Nada hay sin el emprendedor, desde al arco y la flecha hasta nuestro días y todo esto a pesar de las regulaciones absurdas y las cargas fiscales de los Gobiernos, que habitualmente no se limitan a proteger derechos, sino a lesionarlos y atropellarlos; estrangulan libertades que son anteriores y superiores a la existencia misma de las estructuras gubernamentales.
Desde luego que el emprendedor no se limita al ofrecimiento de activos materiales. Por ejemplo, quienes inician nuevos programas educativos son también emprendedores y, más aun, son de una categoría de la cual dependen los emprendedores de lo crematístico-material, puesto que, entre otras cosas, facilitan la existencia de valores y principios que hacen posible el surgimiento de aquellos.
Por supuesto que lo dicho también incluye a emprendedores que no se caracterizan por contar con activos físicos de gran valor, como es el caso hoy de Facebook y Mercado Libre, que reportan suculentas facturaciones por el hecho de ofrecer lugares cibernéticos de reunión y más recientemente el establecimiento de Uber. Es también el caso que mencionaremos enseguida, en el que su mayor activo se encuentra de las cejas para arriba.
En cualquier caso, el emprendedor está siempre al acecho de oportunidades; más técnicamente expresado, está atento a lo que estima que son costos subvaluados en términos de los precios finales para sacar partida del arbitraje correspondiente en el sentido más lato de la expresión.
En esta nota periodística quiero ejemplificar el caso del emprendedor con Federico Tessore, a quien le solicité una entrevista para obtener datos de su emprendimiento que se concretó en Inversor Global.
Empiezo por el final, es decir, lo que es hoy Inversor Global, un emprendimiento que se basa en asesoramiento de inversiones y descripción de las diversas situaciones, básicamente económicas, de diferentes regiones y oportunidades. O sea, trasmisión de conocimiento. Un análisis coyuntural con un notable anclaje en los fundamentos éticos, económicos y jurídicos del liberalismo.
Con su casa matriz en Miami, Inversor Global tiene representaciones en Santiago, Buenos Aires y Madrid. Organiza también eventos internacionales donde se exponen las visiones de los oradores, con una adecuada mezcla de coyuntura y propuestas de fondo. Con esta oferta Inversos Global es sumamente rentable.
Todo comenzó de la nada, como son estos emprendimientos. Todo comenzó en la cabeza de Federico Tessore, con un sueño que hizo realidad y ahora cuenta con un sesudo equipo de profesionales que lo secundan con gran eficiencia y rigor.
Tessore es el director ejecutivo de Inversor Global, que resultó en la empresa de publicaciones de finanzas personales más importante del mundo hispanoparlante. Sus informes semanales son actualmente leídos por cientos de miles de inversores en todo el mundo.
Federico es argentino, nacido en Buenos Aires en 1975. Comenzó trabajando en la sociedad de Bolsa Capital Markets Argentina y luego lo hizo en la filial argentina del Citibank como asesor de inversiones. Finalmente, en 2002 fundó Inversor Global. Es egresado en administración de empresas y realizó estudios complementarios en la Universidad Católica Argentina y la Universidad de Nueva York.
Entre otras cosas, Federico nos dijo en el aludido reportaje: “Los ingresos de Inversor Global provienen en un 100% de la venta de suscripciones a sus servicios de análisis, capacitación y recomendaciones de inversión. La empresa no recibe ingresos por publicidad ni por comisiones. Esto es muy importante, ya que asegura la independencia total de Inversor Global. A diferencias de otras empresas de comunicación, Inversor Global no recibe ni quiere recibir ingresos del Estado ni de las empresas. Esto asegura que nuestros intereses sean los mismos que los de nuestros lectores. Los lectores pagan por nuestro contenido, que los ayuda a entender mejor la realidad y a tomar decisiones económicas más eficientes. Además, todos tienen la posibilidad de probar nuestro servicio en forma gratuita durante 90 días. Es decir, sólo queremos venderle nuestro asesoramiento a gente que lo valora”.
También subrayó: “Hoy Inversor Global cuenta con una base de 70 mil lectores pagos a los diversos servicios que ofrecemos y 700 mil lectores gratuitos que leen nuestros newsletters diarios, donde acercamos nuestra interpretación de la actualidad económica. Tenemos suscriptores en todo el mundo de habla hispana. Inversor Global emplea a cien personas en forma directa y a unas cincuenta en forma indirecta. Nuestro equipo está compuesto por economistas, contadores, periodistas, politólogos y diversos profesionales que ayudan a producir los informes, los cursos y los servicios de recomendación que ofrecemos a nuestros lectores”.
A raíz de una de nuestras preguntas, afirmó el entrevistado: “Uno de los emprendimientos anexos que surgieron a partir de Inversor Global es el Club de Inversores Ángeles. Este club que armamos ocho años atrás tiene como misión unir a inversores con emprendedores. Todo emprendedor necesita capital para lanzar su idea. Los inversores están muy interesados en invertir en buenas ideas a cambio de acciones en estos proyectos. Por lo tanto, la expectativa es lograr rentabilidad adicional gracias a la innovación de los emprendedores. Desde su nacimiento, a través del club hemos invertido más de diez millones de dólares en más de cuarenta emprendimientos en la Argentina y el resto del mundo. Por supuesto de estas 40 empresas no necesariamente van a sobrevivir en el tiempo, pero esperamos que más de la mitad no sólo se mantenga, sino que además se conviertan en empresas medianas con el potencial de brindar ganancias a los inversores que invirtieron en estas empresas y asumieron el correspondiente riesgo”.
Como todos los sueños y los proyectos, no todo es color de rosa. Así, Tessore nos informa: “El camino emprendido no fue un camino sin obstáculos o problemas. Desde la creación de Inversor Global, en el año 2004, estuvimos a punto de quebrar dos veces y cambiamos nuestro modelo de negocio tres veces. En el año 2012 nos asociamos con el grupo internacional Agora Inc. [comandado por Bill Bonner] y de esta forma no sólo pudimos cerrar un excelente negocio para los inversores iniciales que habían confiado en nuestro proyecto, sino que además pudimos consolidar el necesario crecimiento”.
Esta historia muy telegráficamente contada representa la historia de un gran innovador, es la historia de muchos emprendedores que no se dan por vencidos frente a las contrariedades y ponen de manifiesto disciplina y perseverancia en sus objetivos. Revelan gran cintura y reflejos para cambiar lo que haya que cambiar (y, a veces, abandonar el cometido cuando se percatan de que el recorrido no da en la tecla con las necesidades de su prójimo).
En todo caso, este es el resultado del sistema liberal en la medida en que se lo deja funcionar sin los entrometimientos insolentes del Leviatán, que siempre bloquea y entorpece mucho de lo que no sale a luz debido al tristemente célebre intervencionismo estatal, piloteado por megalómenos enceguecidos por su arrogancia que, al no permitir el proceso de coordinación de información dispersa y fraccionada entre millones de personas, concentran ignorancia, con los consabidos desajustes superlativos.
Herbert Spencer, en su obra titulada El exceso de legislación, apunta con énfasis lo mucho que la sociedad le debe a los emprendedores y los daños colosales que llevan a cabo Gobiernos habitualmente descarriados que no son generadores de riqueza, sino que siempre la succionan de la gente. Juan Bautista Alberdi, en sus Obras completas, recoge ese pensamiento spenceriano para llegar a las mismas conclusiones que alarman a este pensador, que siempre basó sus reflexiones en la siguiente consideración que también estampa en sus escritos: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra” (al margen digo que este pensamiento lo tengo grabado en mi casa como resumen de su prédica, junto con una esfinge del mismo Alberdi que me regaló un ex alumno al que aprovecho para mencionar en la esperanza de localizarlo: Fernando López Imizcoz, al efecto de contarle el uso que le di a su obsequio).
Spencer y Alberdi señalan lo paradójico que resulta que todo lo que dispone la humanidad se debe a la creatividad empresaria y, sin embargo, las plazas y las calles están generalmente tapizadas con los nombres de quienes habitualmente ponen palos en la rueda: politicastros de diverso signo y especie.