Dado que es la Semana de las Ciencias de la Tierra, vale la pena reflexionar sobre la relación que estas tienen con las ciencias económicas. Economía y ambiente están íntimamente ligados. Nadie duda de que las actividades económicas impactan sobre la naturaleza (por ejemplo, la acumulación de los gases de efecto invernadero en la atmósfera se acelera a partir de la revolución industrial). También es cierto que esta relación es recíproca: cuestiones ambientales impactan en el mundo productivo (basta ver cómo se paraliza la producción cuando ocurre alguna catástrofe natural).
Así y todo, siempre se trata de armonizar esta relación, por lo que se han acuñado conceptos como “economía verde” o “crecimiento verde”. Lo que se busca es desacoplar el crecimiento económico del deterioro del medioambiente. ¿Pero eso está pasando? Una alternativa para responder esta pregunta es tomar el fenómeno del cambio climático. Si uno mira los últimos 25 años, puede decirse que hay cuatro tipos de situaciones a nivel de los países. Un grupo de naciones está logrando un desacoplamiento absoluto de las emisiones del PBI (sus emisiones bajan mientras el producto crece y el ratio emisiones/PBI baja). Este es el caso de Alemania, Dinamarca y varios países desarrollados. ¿Cómo lo están logrando? Son economías maduras que experimentan un aumento del sector servicios a expensas del manufacturero (que contamina más). Aun dentro de sectores productivos tradicionalmente contaminantes, han incorporado tecnologías más limpias. Además, se han generado cambios en los comportamientos de los consumidores (generalmente inducidos vía precios) que han permitido ahorros de energía sustanciales. Y, justamente, producir energía es una actividad normalmente contaminante.
Luego, hay otro conjunto de países (que incluye a Australia, Japón y Estados Unidos) que viene desacoplando la economía de las emisiones, pero de forma débil. Este desacoplamiento relativo significa que crece el producto, al mismo tiempo se emite más, aunque la intensidad de las emisiones gases/PBI decrece. Este panorama es menos deseable para el planeta, ya que en las negociaciones internacionales ha quedado claro que, para que no aumente la temperatura de la Tierra a niveles insostenibles, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero deben bajar.
Una situación aún menos deseable para el planeta la constituye un tercer grupo de naciones (que incluye a parte del mundo en desarrollo), que no está desacoplando las emisiones de la actividad económica. Su producción aumenta, junto con su cantidad y la intensidad de emisiones. Este es el caso de varios países petroleros (como Arabia Saudita).
Finalmente, hay un cuarto grupo, que está constituido por los Estados que, estando en recesión, bajan la contaminación que generan más de lo que puede atribuirse a la crisis. Esto significa que se encuentran en una trayectoria de decrecimiento verde. Son unos pocos casos (cuatro de alrededor de doscientas jurisdicciones).
¿En qué está la Argentina en este tema? En la categoría de desacople débil. Tomando los últimos 25 años, en promedio, el país ha crecido y las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado menos que el producto. En el corto plazo, estamos todos buscando volver a crecer, ¡esperemos que sea crecimiento verde! Para lograrlo, hay mucha política ambiental (y de todos los sectores) para hacer.