La última jugada política del primer ministro Benjamin Netanyahu de sumar al ex canciller y opositor Avigdor Lieberman a la coalición gobernante reforzará al premier en el plano doméstico y podría debilitarlo internacionalmente. Pero esencialmente, no cambiará mucho las cosas.
La incorporación de Lieberman apaciguará a la derecha más dura y dará mayor estabilidad a la coalición, que pasará de 61 a 67 bancas en el Parlamento, lo que le permitirá quizás a Netanyahu llegar al 2018 como el premier más longevo, políticamente hablando, de la historia de Israel.
Como notó David Aaron Miller, Moshe Ya’alon se hizo prescindible al momento en que tomó parte a favor de sus subalternos militares que habían asumido posiciones contrarias a las del premier. El puesto de ministro de Defensa suele ser más político que tecnocrático y es siempre sensible a los vientos de la política. Al no sancionar a un alto jefe militar que equiparó polémicamente la atmósfera política en Israel con la de la Alemania nazi en los años treinta, básicamente Ya’alon firmó su propio despido. De cualquier manera, su salida es una enorme pérdida para el Gobierno, pues ha demostrado ser un ministro eficiente y un político moderado que ha forjado lazos estrechos con sus contrapartes.
En el plano mundial, la llegada del poco estimado Lieberman al Gobierno sólo causará malestar y posiblemente vaya a redundar en más tensiones entre Jerusalén y otras capitales del orbe. La prensa global tendrá su festín al informar, debatir y criticar lo que ve como las más controvertidas posiciones de Lieberman, a saber: eliminar el árabe como idioma oficial del país, apoyar la pena de muerte para terroristas, limitar los poderes de la Corte Suprema, promover la construcción de asentamientos y transferir poblados árabes de Israel a un futuro Estado palestino a cambio de zonas de alta densidad demográfica judía en Cisjordania. Lieberman apoya la solución de dos Estados, pero también ha descrito a la Autoridad Palestina como un ente intrascendente y ha amenazado con asesinar a los líderes de Hamas si no devuelven los cuerpos de soldados israelíes muertos en la Guerra de Gaza de 2014. Este hábil político es propenso a declarar lo primero que le viene a la mente y con seguridad eso pondrá en aprietos al Gobierno, que deberá confirmarlo o desmentirlo.
A la vez, Lieberman es un halcón que le facilitará a Netanyahu la tarea de avanzar posiciones poco simpáticas ante la opinión pública mundial, pero necesarias para la seguridad y el futuro de Israel. Podrá actuar de duro en el proverbial papel de Buen policía, mal policía, cubriendo al premier de los dardos que la reacción internacional podrían arrojar contra el Gobierno. No debe subestimarse, sin embargo, los choques dentro de la misma coalición que podrían darse por otras posturas de Lieberman, tales como su fuerte apoyo al servicio militar obligatorio para los jóvenes ortodoxos, que lo enfrentaría con aquel sector.
En contrasentido, Lieberman es un hablador duro pero su larga permanencia en diversos puestos en el gabinete a lo largo de los últimos 15 años bajo Ariel Sharon, Ehud Olmert y Netanyahu muestra que es pragmático y sabe navegar las aguas de la política. Hay que recordar que fue canciller por años bajo Netanyahu y no desató ninguna guerra nuclear en ese período. Igualmente, Lieberman no será apreciado por Europa o por esta Casa Blanca, que ya tiene una pésima relación con el propio Netanyahu, lo que no es exclusiva responsabilidad del premier israelí.
A pesar de las aprehensiones que muchos puedan tener sobre el real o presunto extremismo de Lieberman y sus aptitudes para su nuevo puesto, la reorganización del gabinete no cambiará nada acerca de la posición estratégica de Israel. Como notó el comentarista Jonathan Tobin, la paz no estaba a la vuelta de la esquina, incluso si Netanyahu hubiera hecho un trato con el laborista Isaac Herzog. Tampoco hará que un nuevo ministro de Defensa cambie en algo la realidad de que el movimiento islamista Hamas gobierna en Gaza. La relación estratégica con Estados Unidos depende más de la cuestión de quién está manejando las cosas en Washington que de quién dirige el Ministerio de Defensa en Tel Aviv. Y en el plano regional, ni ISIS, Bashar al Assad, Vladimir Putin, Hassan Rouhani, Al Qaeda o los talibanes alterarán sus planes porque Lieberman haya entrado al gabinete.
Con todo, los alarmistas emitirán sus gritos a propósito del nuevo Gobierno israelí y con seguridad lo responsabilizarán de desarrollos que, debemos admitir, o bien no dependen sólo de él, o bien están más allá de su alcance en cualquier caso.