El renovado debate sobre si un niño puede recibir bajas calificaciones durante su vida escolar permite analizar interesantes aristas del presente y conocer un poco más acerca de cómo razona esta sociedad contemporánea.
El controvertido tema de los aplazos puede ser abordado desde una perspectiva eminentemente educativa, con una mirada sesgada hacia lo pedagógico y hasta deteniéndose en aspectos psicológicos de la infancia.
Tal vez este polémico asunto sirva, al menos, de trampolín para comprender por qué la gente analiza su realidad con ese prisma decidiendo de un modo incoherente, con las consiguientes consecuencias nefastas.
Desde un punto de vista normativo, se puede decidir casi cualquier cosa. Hace algún tiempo, cuando se eliminaron las notas bajas, los argumentos se centraron en destacar el impacto perjudicial que estas producían en la autoestima de los niños y las irreversibles repercusiones en su futuro. Todo tipo de ardides se aplicaron bajo ese esquema. Se reemplazó el régimen vigente por uno con letras, más acotado en escalas, para que las diferencias entre los puntajes asignados fueran menos perceptibles. El sistema numérico fue duramente criticado por su crueldad y se optó entonces por quitar la chance de que un alumno obtuviera notas de 0 a 3, iniciando la serie de posibilidades recién desde 4 en adelante. Continuar leyendo