Un reciente anuncio oficial cargado de alto contenido demagógico propone expulsar con celeridad a los extranjeros que cometan delitos.
Promete ser el nuevo ícono del nacionalismo doméstico, ese que tantos defienden, desde diversos extremos ideológicos. Es increíble que un país que ha sido poblado mayoritariamente por inmigrantes, tenga hoy la osadía de aborrecer a quienes han elegido este lugar para construir el futuro de los suyos.
Es difícil comprender tanto odio, rencor y resentimiento hacia aquellos cuyo único pecado ha sido nacer en ciudades diferentes a las propias. La calidad de un ser humano, su hombría de bien, sus valores, no dependen de modo alguno del ámbito geográfico en el que ha dado sus primeros pasos.
La despreciable actitud de los que clasifican a los individuos según su lugar de nacimiento, muestra una forma de concebir el mundo. Se puede y debe repudiar el delito, la apropiación de lo ajeno, el ataque a la libertad o a la vida y la integridad física. Pero encasillar a la gente según su nacionalidad, es un síntoma de la creciente degradación moral de una sociedad. Continuar leyendo