A medida que nos vamos adentrando en el proceso electoral se encuentran coincidencias entre los especialistas en sondear la opinión de los ciudadanos respecto del hecho de que una porción significativamente mayoritaria opina que el nuevo gobierno, sea del signo que fuere, deberá producir cambios respecto de las políticas actuales. Ello aplica a la economía, seguridad, corrupción, empleo genuino, educación y vivienda, entre otros; y en un contexto social donde a los niveles de pobreza, incremento de la violencia y penetración del flagelo de las drogas deberá prestarse cuidadosa atención. La única forma de ir resolviendo estos problemas es volver de manera sustentable a una senda de crecimiento económico genuino, mediante una mejora de la competitividad de la economía. Dichos cambios podrán tomar, de acuerdo con quien ejerza el gobierno, distintos caminos y velocidades. Los cambios necesarios producirán dolor y afectarán intereses establecidos. Inicialmente la gente presentará un natural y razonable apoyo a las nuevas autoridades democráticamente elegidas y a las nuevas políticas propuestas; pero si los cambios no son realizados con la debida pericia y cuidado y no protegen a los más débiles, el respaldo de la población se debilitará rápidamente. Continuar leyendo