Asumido el nuevo Gobierno y develadas las incógnitas inherentes a la solución de los desajustes económicos existentes en la actualidad, nos encontraremos probablemente ante un horizonte de mayor confianza y certidumbre (“bienes” tan relevantes como la soja, pero que no nos han visitado desde ya hace bastante tiempo), que redundará en 2016 en incipientes inversiones y en nuevo y mejor financiamiento. Ello producirá un cambio en la tendencia de crecimiento económico hacia fines de año y se extenderá al 2017.
Esta recuperación será efímera si no encontramos los caminos para volver a crecer en forma sostenida y con ello propender a mejoras no sólo en los ingresos per cápita, sino en variables sustantivas y relevantes como la pobreza, la equidad, la infraestructura, la calidad de la salud, la vivienda y la educación, entre otras.
Crecer en forma sostenida es una condición que nuestro país no pudo mostrar por períodos prolongados y en aquellos en los que exhibió prosperidad no fue debido a la competitividad del país, sino a factores externos, como los buenos términos del intercambio o la disponibilidad de financiación cuando el contexto internacional era signado por una abundante liquidez. Extinguidos estos factores, volvimos a atravesar, como en la actualidad, crisis de balance de pagos y los ya conocidos ciclos de “Stop and go”. Continuar leyendo