La transición más difícil

No cabe ninguna duda que una vez terminado el Mundial de Fútbol de Brasil comienzan los aprontes para la campaña electoral. Los presidenciables comenzarán a posicionarse para intentar instalar su imagen antes de definir las eventuales alianzas que se esperan para el año que viene.

De todas formas, el escenario y las estrategias electorales que se implementen van a estar absolutamente supeditadas a como le vaya a la presidenta Cristina Fernández en el manejo de la transición. Desde Daniel Scioli, pasando por Mauricio Macri y Sergio Massa, a ninguno le conviene un final muy friccionado o con crisis. Obviamente el gobernador de Buenos Aires es el principal interesado en que CFK termine lo mejor posible. Pero nadie quiere problemas porque se sabe que la herencia va a ser muy complicada.

En el mundo opositor y en gran parte del peronismo la gran preocupación está centrada en como llegará la economía al final de la gestión de Cristina. En declaraciones públicas reina la cautela porque nadie quiere mostrarse excesivamente pesimista y asustar al electorado. Otros subestiman el peso de la herencia y se convencen sobre la buena onda financiera que va a despertar el regreso del cristinismo al llano. Pero los integrantes de los equipos económicos de aquellos que ya están anotados en la carrera electoral no ocultan sus temores.

Si bien no hay pronósticos apocalípticos, se percibe una corriente de opinión que apunta a dos escenarios. El que cuenta con menos adeptos indica que los problemas cambiarios, la inflación y el frente fiscal pueden llevar a la jefa de Estado a tomar más medidas impopulares que compliquen seriamente el final de gestión. La mayoría de esos economistas creen que, con grandes esfuerzos, podrá llegar a diciembre del año que viene muy deteriorada pero sin sobresaltos de consideración.

Si finalmente se cumple ese pronóstico la herencia que reciba la nueva administración va a ser muy complicada porque se siguió barriendo bajo la alfombra. Eso quiere decir que el sucesor tendrá un margen estrecho para desactivar la bomba de tiempo que encontrará en la Casa Rosada. Massa, Scioli y Macri, los tres hoy aparecen con más chances de ganar, reciben inquietantes informes de sus colaboradores económicos. Les anticipan que en caso de asumir deberán tomar medidas antipáticas y con costo político.

El margen de maniobra que tenga el próximo jefe de Estado tendrá una relación directa con el nivel de popularidad que exhiba CFK cuando deba entregar la banda. Todo depende de su retirada. Una cosa es irse como Carlos Menem en 1999 y otra muy distinta es abandonar el poder como Raúl Alfonsín 10 meses antes. Aunque en ambas transiciones hubo mucho diálogo y responsabilidad institucional entre los que llegaban y se iban.

Esos antecedentes no aparecen disponibles en estos tiempos donde el diálogo es nulo entre los dirigentes políticos y el kirchnerismo nunca quiso conversar con nadie, siempre buscó imponer. Claro que la aproximación al final del mandato podría sacar a los K de la intransigencia y sentarse a negociar con aquellos que tengan más chances de transformarse en sucesión. Aunque la verticalidad y el personalismo del gobierno llevaría a los opositores a pedir la presencia de Cristina o de Carlos Zannini en esos eventuales encuentros.

¿Qué podría poner el kirchnerismo en una mesa de negociación? Algunos sostienen que reclamarán un “cuidado especial” para la jefa de Estado y otros funcionarios ante probables citaciones judiciales ¿Quién estará en condiciones de cumplirle esas exigencias? ¿La opinión pública avalará esta vez un nuevo acuerdo de impunidad? Todo dependerá del nivel de popularidad que tenga la señora de Kirchner en ese momento y del poder político que conserve cuando saque sus pertenencias de la Quinta de Olivos.

Todo parece indicar que entre hombres y mujeres importantes del oficialismo reina mucho temor respecto a la contraofensiva del Poder Judicial sobre denuncias de corrupción. Todavía hay muchas causas abiertas, otras empiezan a moverse porque jueces, fiscales y camaristas perciben que en el arco opositor se ha iniciado un debate sobre la conveniencia o no de impulsar una CONADEP de la corrupción, idea que impulsaba Chacho Álvarez contra el menemismo pero que los radicales se encargaron de desactivar rápidamente.

¿Cómo reaccionaría Cristina frente a un escenario hostil? ¿Tendrá capacidad de daño? ¿Se animaría a usarlo para condicionar a su sucesor? Todas estas preguntas se escuchan cada vez con más asiduidad entre la dirigencia opositora. Evidentemente en los espacios políticos con chances presidenciales preocupa más el comportamiento de CFK en los últimos meses de gestión que la propia herencia.

La información publicada el lunes por el periodista Mariano Obarrio en el diario La Nación respecto a que el kirchnerismo estaría decidido a pasar a planta permanente de la administración pública más de 7000 militantes de La Cámpora, nombrar conjueces y magistrados, entre otras cosas, para condicionar al próximo gobierno anticipa el pronóstico de una transición muy complicada. No habría que descartar que el kirchnerismo se vaya del poder con el mismo estilo con el cual gobernó. Confrontar para conservar poder.

Por eso la expectativa del año próximo apuntará más a cómo se va Cristina del gobierno que al nombre de su sucesor. Una vez desentrañados los interrogantes expuestos anteriormente y dimensionada la envergadura de la herencia se sabrá cómo podrá moverse la nueva administración.  Teniendo en cuenta que es muy probable que a quien le toque gobernar no cuente con mayoría parlamentaria, el Congreso va a quedar muy atomizado.

La mirada preocupada de aquellos que se sienten con chances de ganar las presidenciales del año que viene se sintetiza con algunas inquietudes que se han escuchado últimamente en la intimidad política. ¿Qué encontrará el primer funcionario del nuevo gobierno en el Tesoro Nacional cuando llegue al Ministerio de Economía? ¿Cómo hará el sucesor de Mariano Recalde para gestionar el déficit de Aerolíneas Argentinas? ¿Los camporistas aceptarán sus directivas? Demasiados interrogantes para tan pocas certezas.

Cobos y Binner pueden beneficiarse de la puja peronista Massa-Scioli

Si bien cualquier pronóstico que vaya más allá de las elecciones legislativas del mes octubre suena sumamente arriesgado, lo cierto es que todo parece indicar que la coalición radical socialista amenaza con convertirse en una fuerza electoral competitiva para las presidenciales de 2015 sobre todo si “nacionalizan” la experiencia que empleó UNEN en la Ciudad de Buenos Aires.

Tal como lo anticipamos desde esta columna el 29 de julio pasado, las PASO fortalecieron finalmente a la oposición no peronista. La contundencia de los triunfos de Julio Cobos en Mendoza y Hermes Binner en Santa Fe, las buenas performances de Elisa Carrió en CABA y las victorias radicales en Catamarca, La Rioja, Corrientes, además del excelente desempeño en Jujuy, pusieron en el centro de la escena al panradicalismo como un protagonista clave para los dos próximos años.

En primera instancia el objetivo de la UCR, el socialismo y la Coalición Cívica es consolidar los triunfos logrados el 11 de agosto y estrechar diferencias en los distritos donde vienen de abajo. Binner pretende ganar con más comodidad pero se percibe un corrimiento de votos peronistas de Jorge Obeid a Miguel Del Sel que podría provocar un escenario más parejo entre el PRO y el Frente Progresista. Aunque nadie duda de la victoria del médico rosarino que se impuso en 18 de los 19 departamentos provinciales.

Cobos aparece mucho más entusiasmado que Binner ya que la decisión del ex gobernador radical Roberto Iglesias de bajar su lista podría ampliar su triunfo en octubre con la posibilidad de arañar el 50% de los votos. Tan relajado se lo ve que pretende viajar a otros distritos al igual que el socialista para darle una mano a los candidatos afines. Pero el ex vicepresidente sabe que de confirmarse esos números no sólo se transforma en uno de los presidenciables de ese espacio político para 2015 sino que además su voz será más influyente en la conducción de la UCR.

La otra expectativa destacada está puesta en la figura de Carrió que, de acuerdo a los últimos sondeos, podría ganar la competencia porteña por los diputados nacionales. Si la lista que encabeza la líder de la Coalición Cívica se impone a la del PRO con el rabino Sergio Bergman no habrá que descartar su incorporación al pelotón de los que competirían en las presidenciales por esta coalición dentro de dos años. El otro aspirante sería Ernesto Sanz, quien quedaría con poco espacio al ser mendocino igual que Cobos.

Quienes ya programan esa primaria entre Cobos, Binner y Carrió anticipan que la estrategia debe incluir objetivos que demuestran que esa coalición tiene ansias de poder. Sostienen que el posicionamiento del Frente Progresista debe comenzar el 10 de diciembre con la pelea por cargos estratégicos en la Cámara de Diputados. Los radicales aspirar a la presidencia del cuerpo pero los socialistas no se muestran muy entusiasmados. Quizás se zanje la diferencia apuntando a quedarse con la titularidad de las comisiones más estratégicas.

También apuntan a que los liderazgos provinciales que se consagrarán en octubre se transformen en candidatos para competir seriamente por varias gobernaciones. Este espacio político pretende llegar a 2015 quedándose con el control de cinco o seis provincias más de las que gobiernan actualmente (Santa Fe y Corrientes). Por razones emblemáticas y no tanto por peso territorial, se entusiasman con Santa Cruz de la mano del ganador de las PASO el radical Eduardo Costa. La resurrección de Cobos les permitirá recuperar la gobernación de Mendoza. Suena la senadora Laura Montero o Alfredo Cornejo, ambos de confianza del ex vicepresidente.

Consideran además que podrán pelear voto a voto por Tucumán de la mano del senador José Cano ya que el gobernador José Alperovich no puede presentarse a un nuevo mandato. Eduardo Brizuela del Moral, reciente ganador en las PASO de Catamarca, ya se anota para volver a ser gobernador, mientras que Ángel Rozas, Gerardo Morales, Julio Martínez y Ramón Mestre (h) competirán con más chances por las gobernaciones de Chaco, Jujuy, La Rioja y Córdoba.

Evidentemente el talón de Aquiles de esta construcción de la oposición no peronista se da en la provincia de Buenos Aires, más concretamente en el Conurbano bonaerense donde no tiene inserción desde hace más de una década. La floja performance del dúo Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín anticipa un recambio de figuras para 2015. Claro que no sobran las alternativas. Algunos pretenden “provincializar” las figuras de intendentes radicales del interior o recuperar a los ahora massistas Gustavo Posse, jefe comunal de San Isidro o el de Junín, Mario Moeni.

Quizás la apuesta más audaz sea la que analizan en usinas radicales respecto a mudar a territorio bonaerense a Martín Lousteau, gran revelación por su debut electoral en UNEN. Debe ser la figura más atractiva que tiene el panradicalismo para captar votos en el primer cordón del GBA y especialmente entre los jóvenes. Claro que el ex ministro de Economía también es número puesto para pelear por la jefatura de gobierno porteña, aunque si lo trasladan a provincia de Buenos Aires podría ser reemplazado por Alfonso Prat Gay para la sucesión de Mauricio Macri.

Obviamente no todo está lineal y sencillo a la hora de volver a construir una fuerza no PJ como alternativa de gobierno después del fracaso de la Alianza en 2001. Tarea complicada. Deberán convencer al electorado y revertir ese “lugar común” que en la Argentina solo garantizan gobernabilidad los peronistas. En ese sentido, quizás se vean favorecidos por los pronósticos que indican un final ajetreado al mandato de Cristina Kirchner y la propia interna justicialista por la sucesión entre Sergio Massa y Daniel Scioli.

También tendrán que lidiar con el fantasma de Fernando De la Rúa y las peleas con el Frepaso de Chacho Álvarez. Los conocedores de esta coalición creen que lo más competitivo sería la fórmula Cobos-Binner porque creen que el ex vicepresidente es el favorito a ganar esa primaria por el peso territorial de la UCR a nivel nacional. Con ese binomio presidencial y candidatos de peso en las provincias se tienen fe para llegar a una segunda vuelta. Tienen una nueva oportunidad pero dos años en la Argentina es como una década en otro país.  También es cierto que un sector importante del electorado está harto de gobiernos peronistas.