Por: Alberto Valdez
No cabe ninguna duda que una vez terminado el Mundial de Fútbol de Brasil comienzan los aprontes para la campaña electoral. Los presidenciables comenzarán a posicionarse para intentar instalar su imagen antes de definir las eventuales alianzas que se esperan para el año que viene.
De todas formas, el escenario y las estrategias electorales que se implementen van a estar absolutamente supeditadas a como le vaya a la presidenta Cristina Fernández en el manejo de la transición. Desde Daniel Scioli, pasando por Mauricio Macri y Sergio Massa, a ninguno le conviene un final muy friccionado o con crisis. Obviamente el gobernador de Buenos Aires es el principal interesado en que CFK termine lo mejor posible. Pero nadie quiere problemas porque se sabe que la herencia va a ser muy complicada.
En el mundo opositor y en gran parte del peronismo la gran preocupación está centrada en como llegará la economía al final de la gestión de Cristina. En declaraciones públicas reina la cautela porque nadie quiere mostrarse excesivamente pesimista y asustar al electorado. Otros subestiman el peso de la herencia y se convencen sobre la buena onda financiera que va a despertar el regreso del cristinismo al llano. Pero los integrantes de los equipos económicos de aquellos que ya están anotados en la carrera electoral no ocultan sus temores.
Si bien no hay pronósticos apocalípticos, se percibe una corriente de opinión que apunta a dos escenarios. El que cuenta con menos adeptos indica que los problemas cambiarios, la inflación y el frente fiscal pueden llevar a la jefa de Estado a tomar más medidas impopulares que compliquen seriamente el final de gestión. La mayoría de esos economistas creen que, con grandes esfuerzos, podrá llegar a diciembre del año que viene muy deteriorada pero sin sobresaltos de consideración.
Si finalmente se cumple ese pronóstico la herencia que reciba la nueva administración va a ser muy complicada porque se siguió barriendo bajo la alfombra. Eso quiere decir que el sucesor tendrá un margen estrecho para desactivar la bomba de tiempo que encontrará en la Casa Rosada. Massa, Scioli y Macri, los tres hoy aparecen con más chances de ganar, reciben inquietantes informes de sus colaboradores económicos. Les anticipan que en caso de asumir deberán tomar medidas antipáticas y con costo político.
El margen de maniobra que tenga el próximo jefe de Estado tendrá una relación directa con el nivel de popularidad que exhiba CFK cuando deba entregar la banda. Todo depende de su retirada. Una cosa es irse como Carlos Menem en 1999 y otra muy distinta es abandonar el poder como Raúl Alfonsín 10 meses antes. Aunque en ambas transiciones hubo mucho diálogo y responsabilidad institucional entre los que llegaban y se iban.
Esos antecedentes no aparecen disponibles en estos tiempos donde el diálogo es nulo entre los dirigentes políticos y el kirchnerismo nunca quiso conversar con nadie, siempre buscó imponer. Claro que la aproximación al final del mandato podría sacar a los K de la intransigencia y sentarse a negociar con aquellos que tengan más chances de transformarse en sucesión. Aunque la verticalidad y el personalismo del gobierno llevaría a los opositores a pedir la presencia de Cristina o de Carlos Zannini en esos eventuales encuentros.
¿Qué podría poner el kirchnerismo en una mesa de negociación? Algunos sostienen que reclamarán un “cuidado especial” para la jefa de Estado y otros funcionarios ante probables citaciones judiciales ¿Quién estará en condiciones de cumplirle esas exigencias? ¿La opinión pública avalará esta vez un nuevo acuerdo de impunidad? Todo dependerá del nivel de popularidad que tenga la señora de Kirchner en ese momento y del poder político que conserve cuando saque sus pertenencias de la Quinta de Olivos.
Todo parece indicar que entre hombres y mujeres importantes del oficialismo reina mucho temor respecto a la contraofensiva del Poder Judicial sobre denuncias de corrupción. Todavía hay muchas causas abiertas, otras empiezan a moverse porque jueces, fiscales y camaristas perciben que en el arco opositor se ha iniciado un debate sobre la conveniencia o no de impulsar una CONADEP de la corrupción, idea que impulsaba Chacho Álvarez contra el menemismo pero que los radicales se encargaron de desactivar rápidamente.
¿Cómo reaccionaría Cristina frente a un escenario hostil? ¿Tendrá capacidad de daño? ¿Se animaría a usarlo para condicionar a su sucesor? Todas estas preguntas se escuchan cada vez con más asiduidad entre la dirigencia opositora. Evidentemente en los espacios políticos con chances presidenciales preocupa más el comportamiento de CFK en los últimos meses de gestión que la propia herencia.
La información publicada el lunes por el periodista Mariano Obarrio en el diario La Nación respecto a que el kirchnerismo estaría decidido a pasar a planta permanente de la administración pública más de 7000 militantes de La Cámpora, nombrar conjueces y magistrados, entre otras cosas, para condicionar al próximo gobierno anticipa el pronóstico de una transición muy complicada. No habría que descartar que el kirchnerismo se vaya del poder con el mismo estilo con el cual gobernó. Confrontar para conservar poder.
Por eso la expectativa del año próximo apuntará más a cómo se va Cristina del gobierno que al nombre de su sucesor. Una vez desentrañados los interrogantes expuestos anteriormente y dimensionada la envergadura de la herencia se sabrá cómo podrá moverse la nueva administración. Teniendo en cuenta que es muy probable que a quien le toque gobernar no cuente con mayoría parlamentaria, el Congreso va a quedar muy atomizado.
La mirada preocupada de aquellos que se sienten con chances de ganar las presidenciales del año que viene se sintetiza con algunas inquietudes que se han escuchado últimamente en la intimidad política. ¿Qué encontrará el primer funcionario del nuevo gobierno en el Tesoro Nacional cuando llegue al Ministerio de Economía? ¿Cómo hará el sucesor de Mariano Recalde para gestionar el déficit de Aerolíneas Argentinas? ¿Los camporistas aceptarán sus directivas? Demasiados interrogantes para tan pocas certezas.