¿Zannini puede cambiar el escenario?

“Acá hay que barajar y dar de vuelta”, dice un veterano gobernador del PJ luego de haber analizado telefónicamente con sus colegas el cierre de listas que definió con su lapicera la presidenta Cristina Fernández. Evidentemente, la designación de Carlos Zannini como compañero de fórmula de Daniel Scioli no fue recibida con entusiasmo por el establishment peronista. Algo similar provocó entre gobernadores y barones del GBA la camporización de las listas de legisladores nacionales que anticipan un fuerte desembarco de “soldados de la Presidenta” en el Congreso a partir del 10 de diciembre.

Si bien todo esto era previsible y esperado por el pejotismo, quizás nunca imaginaron tanta contundencia en las decisiones de la jefa de Estado. No es una novedad que la dirigencia peronista nunca termina de comprender hasta donde está dispuesta a avanzar Cristina. Pero la dinámica es la de siempre: se enojan mucho, hacen catarsis entre ellos y luego van a la Casa Rosada a aplaudir a la Presidenta. Sin embargo, esta vez perciben que el desembarco de Zannini es un cambio de escenario que, en primera instancia no les gusta y puede provocar efectos electorales.

Más allá de los pruritos del establishment peronista sobre la figura del compañero de fórmula de Scioli, todo parece indicar que el flamante tablero electoral abre interrogantes y ya ha provocado debates en el mundo político, empresario y periodístico. Evidentemente el cuadro de situación ha variado por los gestos enviados por CFK a la hora de definir la alineación que pondrá en la cancha el domingo 9 de agosto. Con pragmatismo, no dudó en bendecir al candidato presidencial que más mide en su espacio político y para neutralizar su imagen de “moderado” lo rodeó de kirchnerismo duro, sobre todo con el peso específico de Zannini y su influencia en la gestión diaria desde hace 12 años.

El primer impacto se percibió claramente entre empresarios y financistas: pesimismo porque percibieron que, si gana Scioli, habrá mucha más continuidad que cambio, sobre todo en la política económica y monetaria. La preocupación se instaló incluso entre aquellos hombres de negocios que simpatizan con el gobernador de Buenos Aires y que han acompañado las políticas K más por necesidad que por convicción. Cambiaron abruptamente las expectativas.

El pesimismo está basado en la sensación exagerada de un triunfo irreversible de un Scioli limitado y condicionado por el entorno de CFK. Creían que hasta el candidato del FPV garantizaba fin de ciclo y las exageradas expectativas de “la lluvia de dólares” porque se iba Cristina. Ahora chocaron con una realidad que no les agrada y aumenta el temor y la incertidumbre a un eventual gobierno que no tendría la misma respuesta o muy parecida a los problemas que tanto preocupan: holdouts, inflación, falta de dólares y desborde fiscal.

El experimento de la camporización de Scioli también ha impactado en la dirigencia política opositora. La mayoría ha tenido sensaciones ambiguas. En primer lugar, comprendieron que la jefa de Estado quiere ganar las elecciones y que ha puesto toda la carne en el asador. Pero a su vez creen que se les presenta una oportunidad, sobre todo a Mauricio Macri, para atraer al voto moderado frente a un oficialismo que no disimula que otra vez “va por todo”. El rol electoral de Zannini cohesiona al kichnerismo pero puede ser un pasivo entre la clase media de centros urbanos, sectores que suelen definir las elecciones presidenciales.

Hasta ahora son todas especulaciones. Todavía no hay números frescos a nivel nacional que permitan medir si hubo algún impacto o no en la sociedad. Y, para peor, los políticos ya desconfían de la mayoría de los encuestadores que se vienen incendiando y dilapidando su reputación con gruesos errores en los últimos comicios. El vice de Scioli es una figura de bajísimo perfil pero en muy pocas semanas va a ser muy conocido. Por eso la pelea va a tener mucho con la comunicación de unos y otros. Obviamente, los opositores intentarán “demonizar” su figura como el “monje negro” que va a manejar un eventual gobierno de Scioli.

El nuevo escenario supone una campaña protagonizada más por Cristina y Zannini que por Scioli, más allá de la voluntad de los protagonistas. El mensaje de la Casa Rosada parece ser “continuidad sin cambios” que no es lo que prometió en su momento Dilma en Brasil o Pepe Mujica en Uruguay. Por lo menos, había matices. Macri y sus aliados de “Cambiemos” encajan mucho mejor frente a la apuesta K: una polarización sin mucho lugar para “la ancha avenida del medio”. Pero la moneda está en el aire y aún nadie sabe cómo termina este proceso electoral.

Especulaciones vaticanas

“Si todo sale bien y no hay picardías como el año pasado, es probable que luego de la reunión en el Vaticano salga bendecida la candidatura de Daniel (Scioli)”, dice un importante dirigente político de la provincia de Buenos Aires. Obviamente, se refiere al encuentro que se llevará a cabo el próximo 7 de junio entre la presidenta Cristina Fernández y el Papa Francisco.

Una vez conocida la noticia, comenzaron a circular todo tipo de especulaciones respecto al interés de ambos frente a esta nueva cita en la Santa Sede. Los dos rumores que se escucharon más en el mundo político tienen que ver con una eventual presencia de Máximo Kirchner en la comitiva presidencial que visitará a Bergoglio y el aval papal al proyecto presidencial de Scioli y a la postulación de Julián Domínguez a la Gobernación bonaerense.

Es cierto que luego del encuentro de septiembre del año pasado en Santa Marta, recordado aún por las selfies entre los muchachos de La Campora, CFK y Francisco, en los aposentos que ocupa el hombre más importante del Vaticano quedó un dejo de desilusión y descontento. El jesuita, como todo hombre político, sabe olfatear el clima de su país y comprendió que “estaba pagando un alto costo político” por su respaldo permanente a la jefa de Estado, cuando la actitud del otro lado no parecía similar.

“Él sabe que hay muchos católicos y de otras religiones enojados por su proximidad a Cristina, pero no le importa en lo más mínimo”, repiten aquellos que suelen charlar con el ex arzobispo Buenos Aires. Pero sí le preocupa la actitud del gobierno argentino de querer manipularlo y hacerle permanentes operaciones periodísticas. Por eso aprovechó el segundo aniversario de su papado para mandar ese mensaje sobre la utilización política de su figura. Con estilo florentino dio a entender que no estaba contento.

También por eso decidió anunciar que no iba a recibir más políticos hasta las elecciones presidenciales. Pero según sus allegados no fue sencillo cumplir con ese cometido porque el embajador argentino en la Santa Sede, Eduardo Valdés, ya le había agendado muchos compromisos. Se muestra enojado con el representante diplomático que ha ingresado en una verdadera guerra fría con su hombre de confianza y secretario de Protocolo, Guillermo Karcher.

Karcher hace tiempo que se dedica a frenar las supuestas operaciones que le endilgan a Valdés con intenciones de “usar la figura de Su Santidad para cualquier necesidad política del oficialismo”, dicen vocero eclesiásticos. Los cortocircuitos se agudizaron cuando el embajador hizo trascender en medios K que Bergoglio respaldaba a CFK días después de las tremenda muerte del fiscal Alberto Nisman. Algo similar ocurrió con la repercusión que tuvo la foto que se sacó Sergio Burstein, dirigente de la colectividad judía cercano a los K, el miércoles 18 de febrero horas antes de que se iniciara la marcha de los fiscales en homenaje a Nisman. Aunque Valdés se defiende y dice que el jefe del Vaticano nunca le transmitió que estuviera molesto.

Por todas estas razones, Francisco decidió replantear su estrategia tildada por muchos de cierta simpatía con el kirchnerismo. Claro, quiso tomar distancias con mucho equilibrio y bajo perfil. Así fue como se comunicó telefónicamente con la madre de las hijas de Nisman, Sandra Arroyo Salgado, para darle el pésame. Pero sabía por sus charlas con Domínguez que la Presidenta se quería reunir con él lo antes posible, pedido que a su criterio no podía negar. “Tiene que aceptar muchas cosas porque en la primera de cambio la señora puede enojarse y romper la buena relación que cultivaron”, dicen en su entorno.

En este contexto se anunció el encuentro del 7 de junio, con Bergoglio preocupado pero obsesionado con evitar conflictos, y Cristina recuperada después de la crisis de Nisman y diseñando su estrategia electoral. ¿Finalmente estará Máximo en la foto? No parece que el jefe de La Campora se desviva por viajar a Roma y traer la selfie que anhela cualquier político con aspiraciones electorales. Pero la especulación continuó y muchos, al desconocer si será de la partida el hijo de CFK, lo vinculan a una negociación que le asegure a Scioli el aval del kirchnerismo para su candidatura presidencial.

A nadie le escapa en el mundillo político que el gobernador de Buenos Aires es el presidenciable preferido del hincha de San Lorenzo más famoso del mundo. “Daniel es el que más se deja pastorear”, suele señalar Bergoglio a sus amigos como una virtud que caracteriza a Scioli. Además, el ex funcionario del menemismo Aldo Carreras sigue siendo el nexo entre ambos. El ex motonauta y su amigo Domínguez como mandatario bonaerense parece ser el escenario que más le agrada, sobre todo porque cree que esos hombre pueden garantizar la normalidad y salir de las crispación K sin conflicto con Cristina.

Es cierto que el Papa además se lleva bien con Mauricio Macri, pero su corazoncito peronista lo acerca más a Scioli. Se sabe que no lo quiere a Sergio Massa. Todo parece indicar que, le guste o no, va a terminar siendo un protagonista clave en el proceso electoral para influir aún más en la transición. En silencio, con medias palabras y muchos gestos, el jesuita se verá obligado a jugar un partido donde uno de los equipos ya le puso los botines y los largó a la cancha.

La guerra por el control de la inteligencia

No le va a resultar nada sencillo al gobierno de Cristina Fernández salir del laberinto de horror en que se ha metido después de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Probablemente los K estén enfrentando la crisis más complicada desde que llegaron a la Casa Rosada, casi terminal y no muestran los reflejos y la audacia de otras veces.

Siempre el kirchnerismo se las ha arreglado como para revertir o superar crisis, tragedias o papelones con un costo creciente pero no fulminante. Claro que las malas praxis fueron llevando a Cristina a ir perdiendo popularidad para quedarse prácticamente solo con el respaldo del voto cautivo.

Quizás en esta oportunidad la gravedad del  escándalo pueda perforarle un poco esa “base de fierro”. No es seguro, ya que la famosa “grieta” impide a muchos que aún se identifican genuinamente con el Frente para la Victoria analizar la gravedad del momento. Lo viven con la lógica futbolera que se ha metido en la política y en parte de la sociedad en la última década, casi con la liviandad de “no fue offside” o “ a estos hay que ganarles sobre la hora y con un gol con la mano”. Una pelea a muerte.

Pero la dinámica que ha adquirido el horrendo sainete en torno al deceso del fiscal va a complicar la gobernabilidad, el proceso electoral y hasta probablemente la transición con la próxima administración. El cadáver de Nisman y sus consecuencias van a estar presente en cada una de las acciones administrativas y políticas de oficialismo y oposición.

Para comenzar es muy probable que el velatorio y el entierro -aún se desconoce la fecha por las pericias forenses que reclamó su ex mujer Sandra Arroyo Salgado- convoque a una multitud indignada y atemorizada. Puede llegar a transformarse en la mas importante concentración contra el kirchnerismo por la cantidad y por los símbolos políticos que se emitirán en cada detalle.

No cabe ninguna duda que la jefa de Estado es la principal afectada por esta muerte y todo lo que se diga y se haga va a ser computado en su contra. Además sin muchos argumentos sólidos para la defensa. Pero ella no se va a quedar a la defensiva y redoblará la apuesta, como se vio ayer en su aparición por cadena nacional. En consecuencia: cada vez crecen mas las chances de ingresar en una “guerra de carpetazos” sin cuartel que salpique para todos lados.

Obviamente, la Presidente tiene mucho que perder frente a eventuales e incómodos secretos de Estado que muchos enemigos del Gobierno están dispuestos a ventilar y a llevar a la Justicia, donde jueces y fiscales sacan turno para golpear a la Casa Rosada. “Bonadio cree que podría haber terminado como Nisman en diciembre del año pasado”, se escucha con temeridad en el submundo de la política. También se comenta que Stiusso “está dispuesto a usar todo su arsenal para que no lo arrasten”.

Por eso considerar que estamos frente a “una interna de los servicios” es una frivolidad temeraria. La crisis ronda lo institucional, afecta al mundo político y amenaza con enrarecer aun mas el clima. La génesis de este doloroso thriller se sitúa en 2013 con el crimen de Pedro Viale, alias “El Lauchón”, agente de la SI y muy cercano a Stiusso por efectivos del Grupo Halcón de La Bonaerense. Un asesinato que no tuvo gran repercusión mediática pero sí mucho impacto en la política.

“La boleta de El Lauchon dejó en evidencia que comenzaba una guerra de poder por el manejo de la inteligencia (poder e información) para los próximos años”, dicen hombres que han transitado por el intrincado nexo entre espías y los jueces federales. Una zona gris muy sinuosa. Interpretan que la Casa Rosada miró para otros lado cuando salieron a la calle a dirimir sus diferencias la Policía de Daniel Scioli y el ex hombre fuerte de la SI. Con la supuesta aparición estelar del general César Milani.

Esto explica porque, según publicó La Nación el 22 de diciembre del año pasado, el gobernador de Buenos Aires se reunió con Stiusso a instancias del ex subjefe de la SI, Francisco Larcher. La guerra ya estaba declarada ya que ese encuentro, según fuentes confiables, no terminó nada bien. En el área de inteligencia apuntan contra la alianza entre Scioli y Milani. Y es notoria la mesura y la incomodidad del mandatario bonaerense luego de conocerse el deceso del fiscal de la AMIA.

 “Todos pueden cobrar en esta guerra, sobre todo los presidenciables”, se escucha en mesas políticas bien informadas. Es natural y obvio que la mayor debilidad la tienen Cristina y Scioli pero la semana pasada desde usinas K intentaron embarrar a Mauricio Macri por la causa de la escuchas y el rol del Fino Palacios con Misman. Pero el jefe de Gobierno porteño se sabe bien blindado.

Tiene comisarios con mucha calle y experiencia en la conducción de la Policía Metropolitana y hasta el apoyo táctico de Elisa Carrió. También dicen que Sergio Massa ha tomado sus recaudos: ha fichado en sus filas a Larcher y otro ex subjefe de la SI, Darío Richarte, para evitarse eventuales dolores de cabeza como la operación de 2013 del gendarme que entró a su casa.

Hasta el Papa Francisco aparece en el radar, aunque no por su propio interés, obviamente. En los últimos días, un sitio web del ultra-oficialista Roberto Navarro difundió una información sobre un supuesto apoyo a CFK que traía del Sumo Pontífice el embajador argentino en la Santa Sede, Eduardo Valdés. Es decir intentaron involucrarlo en la crisis de Nisman al lado de la jefa de Estado. Obviamente fue desmentido.

La cuestión es que, de acuerdo a fuentes confiables, Valdés está enfrentado con Stiusso desde los tiempos de la pelea con Gustavo Béliz y se muestra interesado en esta guerra. Dicen que opera con el espía de origen radical, Jose Luis Vila, para tener su propia estructura de inteligencia en Roma. Vila ha quedado fortalecido en la SI desde la salida de Stiusso y esta muy cerca de Fernando Pocino, el ganador de esa contienda.

En definitiva, todos contra todos. Un combate sin reglas que va dominar la escena política y electoral y con pronóstico reservado. Luchan para ver quién se queda con el control del poder de la inteligencia.

Escenario político incierto

Hace unos meses todos en el mundo político sostenían que luego del Mundial de Fútbol comenzaba a full la campaña electoral para las presidenciales de 2015. Sin embargo, parecería que esos pronósticos iniciales se han visto modificados una vez que concluyó la final que Alemania le ganó a Argentina.

Es cierto que los presidenciables van a salir con más asiduidad a recorrer el territorio y seguirán trabajando para instalarse mejor en la opinión pública. Pero no mucho más. Ninguno quiere mostrar su juego y además saben a ciencia cierta que la sociedad no está nada interesada en los comicios del año próximo. La gente se muestra muy preocupada por el futuro económico, repiten a coro la mayoría de los encuestadores.

Todo parece indicar que los pronósticos de la economía real no son muy alentadores para este segundo semestre. La pérdida de poder adquisitivo y el temor a perder el empleo aparecen como problemas centrales en la agenda de la opinión pública. Evidentemente no es el mejor momento para salir a hablarle a la gente de elecciones que recién se van a realizar en octubre del año que viene.

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La transición más difícil

No cabe ninguna duda que una vez terminado el Mundial de Fútbol de Brasil comienzan los aprontes para la campaña electoral. Los presidenciables comenzarán a posicionarse para intentar instalar su imagen antes de definir las eventuales alianzas que se esperan para el año que viene.

De todas formas, el escenario y las estrategias electorales que se implementen van a estar absolutamente supeditadas a como le vaya a la presidenta Cristina Fernández en el manejo de la transición. Desde Daniel Scioli, pasando por Mauricio Macri y Sergio Massa, a ninguno le conviene un final muy friccionado o con crisis. Obviamente el gobernador de Buenos Aires es el principal interesado en que CFK termine lo mejor posible. Pero nadie quiere problemas porque se sabe que la herencia va a ser muy complicada.

En el mundo opositor y en gran parte del peronismo la gran preocupación está centrada en como llegará la economía al final de la gestión de Cristina. En declaraciones públicas reina la cautela porque nadie quiere mostrarse excesivamente pesimista y asustar al electorado. Otros subestiman el peso de la herencia y se convencen sobre la buena onda financiera que va a despertar el regreso del cristinismo al llano. Pero los integrantes de los equipos económicos de aquellos que ya están anotados en la carrera electoral no ocultan sus temores.

Si bien no hay pronósticos apocalípticos, se percibe una corriente de opinión que apunta a dos escenarios. El que cuenta con menos adeptos indica que los problemas cambiarios, la inflación y el frente fiscal pueden llevar a la jefa de Estado a tomar más medidas impopulares que compliquen seriamente el final de gestión. La mayoría de esos economistas creen que, con grandes esfuerzos, podrá llegar a diciembre del año que viene muy deteriorada pero sin sobresaltos de consideración.

Si finalmente se cumple ese pronóstico la herencia que reciba la nueva administración va a ser muy complicada porque se siguió barriendo bajo la alfombra. Eso quiere decir que el sucesor tendrá un margen estrecho para desactivar la bomba de tiempo que encontrará en la Casa Rosada. Massa, Scioli y Macri, los tres hoy aparecen con más chances de ganar, reciben inquietantes informes de sus colaboradores económicos. Les anticipan que en caso de asumir deberán tomar medidas antipáticas y con costo político.

El margen de maniobra que tenga el próximo jefe de Estado tendrá una relación directa con el nivel de popularidad que exhiba CFK cuando deba entregar la banda. Todo depende de su retirada. Una cosa es irse como Carlos Menem en 1999 y otra muy distinta es abandonar el poder como Raúl Alfonsín 10 meses antes. Aunque en ambas transiciones hubo mucho diálogo y responsabilidad institucional entre los que llegaban y se iban.

Esos antecedentes no aparecen disponibles en estos tiempos donde el diálogo es nulo entre los dirigentes políticos y el kirchnerismo nunca quiso conversar con nadie, siempre buscó imponer. Claro que la aproximación al final del mandato podría sacar a los K de la intransigencia y sentarse a negociar con aquellos que tengan más chances de transformarse en sucesión. Aunque la verticalidad y el personalismo del gobierno llevaría a los opositores a pedir la presencia de Cristina o de Carlos Zannini en esos eventuales encuentros.

¿Qué podría poner el kirchnerismo en una mesa de negociación? Algunos sostienen que reclamarán un “cuidado especial” para la jefa de Estado y otros funcionarios ante probables citaciones judiciales ¿Quién estará en condiciones de cumplirle esas exigencias? ¿La opinión pública avalará esta vez un nuevo acuerdo de impunidad? Todo dependerá del nivel de popularidad que tenga la señora de Kirchner en ese momento y del poder político que conserve cuando saque sus pertenencias de la Quinta de Olivos.

Todo parece indicar que entre hombres y mujeres importantes del oficialismo reina mucho temor respecto a la contraofensiva del Poder Judicial sobre denuncias de corrupción. Todavía hay muchas causas abiertas, otras empiezan a moverse porque jueces, fiscales y camaristas perciben que en el arco opositor se ha iniciado un debate sobre la conveniencia o no de impulsar una CONADEP de la corrupción, idea que impulsaba Chacho Álvarez contra el menemismo pero que los radicales se encargaron de desactivar rápidamente.

¿Cómo reaccionaría Cristina frente a un escenario hostil? ¿Tendrá capacidad de daño? ¿Se animaría a usarlo para condicionar a su sucesor? Todas estas preguntas se escuchan cada vez con más asiduidad entre la dirigencia opositora. Evidentemente en los espacios políticos con chances presidenciales preocupa más el comportamiento de CFK en los últimos meses de gestión que la propia herencia.

La información publicada el lunes por el periodista Mariano Obarrio en el diario La Nación respecto a que el kirchnerismo estaría decidido a pasar a planta permanente de la administración pública más de 7000 militantes de La Cámpora, nombrar conjueces y magistrados, entre otras cosas, para condicionar al próximo gobierno anticipa el pronóstico de una transición muy complicada. No habría que descartar que el kirchnerismo se vaya del poder con el mismo estilo con el cual gobernó. Confrontar para conservar poder.

Por eso la expectativa del año próximo apuntará más a cómo se va Cristina del gobierno que al nombre de su sucesor. Una vez desentrañados los interrogantes expuestos anteriormente y dimensionada la envergadura de la herencia se sabrá cómo podrá moverse la nueva administración.  Teniendo en cuenta que es muy probable que a quien le toque gobernar no cuente con mayoría parlamentaria, el Congreso va a quedar muy atomizado.

La mirada preocupada de aquellos que se sienten con chances de ganar las presidenciales del año que viene se sintetiza con algunas inquietudes que se han escuchado últimamente en la intimidad política. ¿Qué encontrará el primer funcionario del nuevo gobierno en el Tesoro Nacional cuando llegue al Ministerio de Economía? ¿Cómo hará el sucesor de Mariano Recalde para gestionar el déficit de Aerolíneas Argentinas? ¿Los camporistas aceptarán sus directivas? Demasiados interrogantes para tan pocas certezas.

Macri, el comodín del tablero electoral

Es cierto que la mayoría de las encuestas indican que, si hoy se realizaran las elecciones presidenciales, la segunda vuelta sería entre Sergio Massa y Daniel Scioli. Sin embargo, hay varios factores que lo ponen a Mauricio Macri en una situación estratégica: puede ser el fiel de la balanza o verse favorecido por la eventual creación de una gran coalición no peronista.

El proyecto presidencial del jefe de gobierno porteño ha comenzado a generar tantos rumores y expectativas, especialmente luego del lanzamiento del Frente Amplio UNEN, que ya nadie le quita protagonismo ni lo descarta como alternativa para 2015. El escenario de mínima indica que Macri, teniendo una performance normal, puede ser el árbitro en la primera vuelta al quitarle votos a Massa y al candidato de FAUNEN y ese caudal electoral sería decisivo para el balotaje.

Obviamente, esta hipótesis no es del agrado de la dirigencia del PRO. Por eso, en la intimidad, la mayoría de los macristas aseguran que su jefe finalmente no será candidato de su propio espacio sino más bien de una coalición más amplia. Por ahora, que es tiempo de posicionarse, no lo van a decir en público pero un lanzamiento presidencial con los colores amarillos del PRO ya luce como una utopía.

Es poco probable que el macrismo logre en los próximos meses cooptar dirigentes de peso, gobernadores e intendentes de otras fuerzas (sobre todo de la UCR), como para darle mayor estructura y peso territorial a la postulación del mandatario porteño. Claro, nadie en el entorno de Macri quiere jugar el año que viene un rol electoral testimonial como hacia la UCEDE en los años 80. Saben que tienen un candidato muy competitivo, bien posicionado y que aún no ha llegado a su techo electoral a nivel nacional.

Pero la tarea de sus operadores será muy paciente y casi de relojería para lograr la construcción de una alianza más amplia y con más construcción territorial. La movida se comenzará a definir en los primeros meses del año próximo, probablemente después del verano. Con encuestas en mano esperarán que Mauricio mida más del 20% para definir la estrategia. Aunque la gran apuesta será la elección desdoblada del nuevo jefe de Gobierno en la Ciudad, donde debutarán las PASO para cargos locales.

Si los comicios por la sucesión de Macri son en junio -esa es la última información que circula-, deberían fijar la fecha de las primarias entre marzo o abril y el cierre de listas sería a fines de enero. Este cronograma adelantaría los tiempos electorales y desde el PRO apuntan a ganar esa contienda para darle un fuerte espaldarazo al proyecto presidencial del ex presidente de Boca Juniors.

También se abren muchos interrogantes y especulaciones sobre una eventual coincidencia entre el macrismo y UNEN para hacer competir a sus candidatos en las PASO locales. Esa alternativa podría generar una competencia abierta entre Gabriela Michetti, Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau y Alfonso Prat Gay, dirigentes jóvenes, con grandes coincidencias y buena llegada a la opinión pública. Pero no habría que descartar que compitan por separado y los ganadores se enfrenten en junio. Probablemente el resultado de las primarias porteña de marzo o abril pueden condicionar la conformación de esa coalición a nivel nacional o algún coqueteo con Massa ya que el Frente Renovador carece de candidatos y estructura en el distrito metropolitano.

No cabe ninguna duda que las urnas porteñas serán la clave para la implementación o no de una alianza entre el PRO y UNEN o con el masismo ya que las listas nacionales deben presentarse en junio para competir en las PASO de agosto. Todo va a depender de la intención de voto con que lleguen a esa fecha cada uno de los presidenciables ¿Aparecerá el pragmatismo suficiente para romper prejuicios? Esa será la llave para entrar a la Casa Rosada y recibir el bastón presidencial de Cristina.

Hasta el momento parece que en el macrismo ven factible un acuerdo con la UCR y la Coalición Cívica. Dudan de la voluntad de Hermes Binner y saben de antemano que Fernando Solanas y otros sectores de izquierda romperían el acuerdo. Pero Elisa Carrió y no pocos radicales (Ernesto Sanz, Oscar Aguad, Enrique Nosiglia) prefieren confluir al final con Macri aunque eso genere una fractura en UNEN.

De todas formas, algunos integrantes del entorno de Macri todavía especulan con una alianza con el massismo, alternativa poco viable porque no se llevan nada bien los jefes políticos de ambos espacios. Aunque parecería esta una construcción más natural porque los dos compiten por el mismo electorado y no parecen tener grandes diferencias. Pero el menú de opciones para el jefe del PRO es muy amplio. Sólo resta esperar y observar los movimientos en el tablero.

Se va definiendo el fixture electoral

Es evidente que aún falta una eternidad para llegar a las elecciones presidenciales del año próximo pero no cabe ninguna duda que los tiempos se van acelerando luego de la derrota electoral del kichnerismo el año pasado y además porque se termina el mandato de la presidenta Cristina Fernández sin chances de volver a competir por ese cargo.

Por eso los movimientos y especulaciones políticas están a la orden del día y todos piensan en la sucesión presidencial cuando falta mucho más de un año para esos comicios, a realizarse concretamente el domingo 25 de octubre de 2015. Si se compara con lo que ocurría un año antes de las presidenciales de 2011, el ritmo político era más anodino, pese a que la oposición venía de triunfar en las legislativas de 2009 y aún no había fallecido Néstor Kirchner con el impacto político que provocó. Claro que ahora se percibe un fin de ciclo del kirchnerismo donde el PJ quiere distanciarse para no pagar un alto costo político en las urnas por el creciente mal humor social que se respira en la calle. Por eso, 2015 será un largo año electoral que arrancará en marzo con los comicios a gobernador en Catamarca ya quela mayoría de los gobernadores quieren despegar las competencias locales de la contienda nacional.

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La presidencia del Senado cobra gran interés

El llamado a indagatoria al vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone no sólo abre un enorme interrogante respecto a su permanencia en ese cargo en su hecho sin precedentes en la historia política moderna, sino que además le da mucha más importancia a la pelea que se viene a fin de mes por la sucesión de Beatriz Rojkes de Alperovich en la presidencia provisional del Senado, cargo que ocupa el segundo lugar en la línea de sucesión presidencial.

La sesión preparatoria será el miércoles 26 o el jueves 27 y cada día genera más expectativa ya que la definición fue postergada en diciembre, pese a que en esa fecha siempre se eligen las nuevas autoridades del Congreso. Oficialmente no se ha informado el nombre de quien va a reemplazar a la esposa del gobernador de Tucumán aunque hace meses que se viene especulando con que el flamante senador santiagueño Gerardo Zamora sería el preferido por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Incluso el propio ex gobernador se ha encargado de comentarlo en varias mesas políticas.

Pero los tiempos políticos van cambiando y se percibe cierto estado deliberativo en el bloque de senadores del Frente para la Victoria ya que su titular, Miguel Ángel Pichetto, está dispuesto a pelear por ese cargo. Fortalecido por su contundente triunfo en Río Negro en las legislativas de octubre se ofrece como alternativa para evitar que un radical K quede en la línea de sucesión, sobre todo por la importancia estratégica de ese cargo si Boudou debe pedir licencia o dar un paso al costado.

Precisamente, esto es lo que preocupa a varios senadores del PJ. No les causa ninguna gracia la simple posibilidad de que un aliado extrapartidario quede muy cerca de la vicepresidencia en detrimento del peronismo. Zamora asegura que tiene la promesa de Carlos Zannini, el secretario y legal técnico de la Presidencia, para ser titular del Senado. Argumenta además que por eso asumió la banca ya que al ser inhabilitado por la Corte Suprema a presentarse a un tercer mandato como gobernador estaba dispuesto a quedarse en Santiago del Estero para “cogobernar” junto a su esposa, quien debió sucederlo.

Conviene tener en cuenta que el santiagueño tiene otra traba para llegar a la presidencia provisional del cuerpo que es el rechazo unánime de los senadores de la UCR, primera minoría, que no le perdonan su decisión de abandonar el partido e incorporarse sin disimulo al kirchnerismo. La bancada que lidera Gerardo Morales preferiría que Rojkes de Alperovich siguiera en ese cargo o avalar a Pichetto con quien se llevan muy bien. También Zamora genera resistencias entre el resto de los legisladores de la oposición, incluyendo al centro-izquierda, el PJ disidente y el PRO.

Aparentemente el escenario resulta favorable a las aspiraciones de Pichetto, quien incluso podría lograr los votos de muchos senadores opositores pero en la Casa Rosada no es visto con bueno ojos. Pese a que el martes estuvo en primera fila aplaudiendo el discurso de la jefa de Estado, los kirchneristas recelan del rionegrino porque en los últimos tiempos ha mostrado ciertos signos de independencia de criterio y no disimula su entusiasmo por la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Luego de los comicios legislativos del año pasado hasta aparecieron afiches en Viedma con la fórmula Scioli-Pichetto. 

Con estos antecedentes no parece ser el mejor candidato para ocupar un cargo que lo puede transformar en números dos en la sucesión presidencial ante la delicada situación de Boudou. Los K de paladar negro siempre recuerdan que Néstor solía decir, frente a las bromas que recibía luego del voto no positivo de Julio Cobos, así actuó un radical “imagínense si el vicepresidente era peronista”. Esa visión es compartida por Cristina quien prefiere un líbero en lugar estratégico antes que un representante del establishment del peronismo.

Claro que la sangre no puede llegar al río y se supone que el nombre del sucesor se conocerá antes de que los senadores bajen al recinto para definir la titularidad del cuerpo. La definición no parece sencilla. Zamora la tiene complicada pero no sabe hasta dónde puede avanzar Pichetto en su movida rebelde. No habría que descartar entonces que no haya cambio y se quede Rojkes para evitar conflictos.  El kirchnerista Marcelo Fuentes podría ser una salida consensuada. Una pelea para alquilar balcones.

La rebelión policial abrió las paritarias

Cuando muchos pronosticaban una dura puja redistributiva para los primeros días de febrero de 2014, cuando arranquen las discusiones paritarias de los docentes -quienes siempre dan el puntapié inicial-, los motines policiales a lo largo y a lo ancho del país anticiparon el conflicto. La irrupción de este nuevo fenómeno social, advertido el año pasado con la asonada de gendarmes y prefectos, no fue percibido por las autoridades nacionales en su intensidad. Por eso jugaron con fuego y apostaron a aislar a José Manuel De la Sota como si el incendio no pudiera expandirse.

Resulta muy difícil comprender la reticencia del kirchnerismo a anticiparse a los problemas y sólo reaccionar cuando el agua les llega al cuello y es un poco tarde. Quizás con un rápido envío de gendarmes a Córdoba el conflicto no se hubiera expandido como reguero de pólvora y el gobernador no hubiera tenido que negociar con la provincia en llamas. Y acá aparece la primera víctima de la mala estrategia del gobierno nacional: Jorge Capitanich, el funcionario que generó otro clima en el oficialismo sucumbe sin resistirse a la mano dura del cristinismo para castigar al gobernador cordobés.

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Crece el temor al lunes 28

Falta muy poco para las elecciones legislativas y crece la incertidumbre respecto a lo que va a ocurrir a partir del lunes 28, evidentemente el escenario aparece como más interrogantes por el estado de salud de la presidenta Cristina Fernández. El martes 20 de agosto anticipamos en esta columna que la reacción de CFK ante la derrota en las PASO volvía “a poner en el centro de la escena los temores por la gobernabilidad y una transición ordenada hacia 2015”.

Decíamos además que “lamentablemente no parece estar disponible el escenario de la transición ordenada en medio de un fin de ciclo que anticipa además un cambio de régimen”. Todo parece indicar que los pronósticos son más preocupantes de lo previsto luego de las primarias de agosto porque la intervención quirúrgica a la jefa de Estado puso en evidencia la debilidad de un gobierno que sólo depende de la voluntad de una persona que aparentemente volverá a sus funciones para la segunda quincena del mes próximo.

A su regreso, Cristina deberá afrontar serios problemas en materia económica y financiera pero ahora la encrucijada se centra en que el proceso de recuperación demorará más de lo que se preveía inicialmente. Es cierto que no deberá asumir personalmente el mal trago de una probable derrota electoral dentro de dos domingos pero su ausencia en el poder ya dejó de ser un déficit para el kirchnerismo y se ha transformado en un problema muy difícil de solucionar en el corto plazo y que afecta a la gobernabilidad.

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