¿Zannini puede cambiar el escenario?

“Acá hay que barajar y dar de vuelta”, dice un veterano gobernador del PJ luego de haber analizado telefónicamente con sus colegas el cierre de listas que definió con su lapicera la presidenta Cristina Fernández. Evidentemente, la designación de Carlos Zannini como compañero de fórmula de Daniel Scioli no fue recibida con entusiasmo por el establishment peronista. Algo similar provocó entre gobernadores y barones del GBA la camporización de las listas de legisladores nacionales que anticipan un fuerte desembarco de “soldados de la Presidenta” en el Congreso a partir del 10 de diciembre.

Si bien todo esto era previsible y esperado por el pejotismo, quizás nunca imaginaron tanta contundencia en las decisiones de la jefa de Estado. No es una novedad que la dirigencia peronista nunca termina de comprender hasta donde está dispuesta a avanzar Cristina. Pero la dinámica es la de siempre: se enojan mucho, hacen catarsis entre ellos y luego van a la Casa Rosada a aplaudir a la Presidenta. Sin embargo, esta vez perciben que el desembarco de Zannini es un cambio de escenario que, en primera instancia no les gusta y puede provocar efectos electorales.

Más allá de los pruritos del establishment peronista sobre la figura del compañero de fórmula de Scioli, todo parece indicar que el flamante tablero electoral abre interrogantes y ya ha provocado debates en el mundo político, empresario y periodístico. Evidentemente el cuadro de situación ha variado por los gestos enviados por CFK a la hora de definir la alineación que pondrá en la cancha el domingo 9 de agosto. Con pragmatismo, no dudó en bendecir al candidato presidencial que más mide en su espacio político y para neutralizar su imagen de “moderado” lo rodeó de kirchnerismo duro, sobre todo con el peso específico de Zannini y su influencia en la gestión diaria desde hace 12 años.

El primer impacto se percibió claramente entre empresarios y financistas: pesimismo porque percibieron que, si gana Scioli, habrá mucha más continuidad que cambio, sobre todo en la política económica y monetaria. La preocupación se instaló incluso entre aquellos hombres de negocios que simpatizan con el gobernador de Buenos Aires y que han acompañado las políticas K más por necesidad que por convicción. Cambiaron abruptamente las expectativas.

El pesimismo está basado en la sensación exagerada de un triunfo irreversible de un Scioli limitado y condicionado por el entorno de CFK. Creían que hasta el candidato del FPV garantizaba fin de ciclo y las exageradas expectativas de “la lluvia de dólares” porque se iba Cristina. Ahora chocaron con una realidad que no les agrada y aumenta el temor y la incertidumbre a un eventual gobierno que no tendría la misma respuesta o muy parecida a los problemas que tanto preocupan: holdouts, inflación, falta de dólares y desborde fiscal.

El experimento de la camporización de Scioli también ha impactado en la dirigencia política opositora. La mayoría ha tenido sensaciones ambiguas. En primer lugar, comprendieron que la jefa de Estado quiere ganar las elecciones y que ha puesto toda la carne en el asador. Pero a su vez creen que se les presenta una oportunidad, sobre todo a Mauricio Macri, para atraer al voto moderado frente a un oficialismo que no disimula que otra vez “va por todo”. El rol electoral de Zannini cohesiona al kichnerismo pero puede ser un pasivo entre la clase media de centros urbanos, sectores que suelen definir las elecciones presidenciales.

Hasta ahora son todas especulaciones. Todavía no hay números frescos a nivel nacional que permitan medir si hubo algún impacto o no en la sociedad. Y, para peor, los políticos ya desconfían de la mayoría de los encuestadores que se vienen incendiando y dilapidando su reputación con gruesos errores en los últimos comicios. El vice de Scioli es una figura de bajísimo perfil pero en muy pocas semanas va a ser muy conocido. Por eso la pelea va a tener mucho con la comunicación de unos y otros. Obviamente, los opositores intentarán “demonizar” su figura como el “monje negro” que va a manejar un eventual gobierno de Scioli.

El nuevo escenario supone una campaña protagonizada más por Cristina y Zannini que por Scioli, más allá de la voluntad de los protagonistas. El mensaje de la Casa Rosada parece ser “continuidad sin cambios” que no es lo que prometió en su momento Dilma en Brasil o Pepe Mujica en Uruguay. Por lo menos, había matices. Macri y sus aliados de “Cambiemos” encajan mucho mejor frente a la apuesta K: una polarización sin mucho lugar para “la ancha avenida del medio”. Pero la moneda está en el aire y aún nadie sabe cómo termina este proceso electoral.

La presidencia del Senado cobra gran interés

El llamado a indagatoria al vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone no sólo abre un enorme interrogante respecto a su permanencia en ese cargo en su hecho sin precedentes en la historia política moderna, sino que además le da mucha más importancia a la pelea que se viene a fin de mes por la sucesión de Beatriz Rojkes de Alperovich en la presidencia provisional del Senado, cargo que ocupa el segundo lugar en la línea de sucesión presidencial.

La sesión preparatoria será el miércoles 26 o el jueves 27 y cada día genera más expectativa ya que la definición fue postergada en diciembre, pese a que en esa fecha siempre se eligen las nuevas autoridades del Congreso. Oficialmente no se ha informado el nombre de quien va a reemplazar a la esposa del gobernador de Tucumán aunque hace meses que se viene especulando con que el flamante senador santiagueño Gerardo Zamora sería el preferido por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Incluso el propio ex gobernador se ha encargado de comentarlo en varias mesas políticas.

Pero los tiempos políticos van cambiando y se percibe cierto estado deliberativo en el bloque de senadores del Frente para la Victoria ya que su titular, Miguel Ángel Pichetto, está dispuesto a pelear por ese cargo. Fortalecido por su contundente triunfo en Río Negro en las legislativas de octubre se ofrece como alternativa para evitar que un radical K quede en la línea de sucesión, sobre todo por la importancia estratégica de ese cargo si Boudou debe pedir licencia o dar un paso al costado.

Precisamente, esto es lo que preocupa a varios senadores del PJ. No les causa ninguna gracia la simple posibilidad de que un aliado extrapartidario quede muy cerca de la vicepresidencia en detrimento del peronismo. Zamora asegura que tiene la promesa de Carlos Zannini, el secretario y legal técnico de la Presidencia, para ser titular del Senado. Argumenta además que por eso asumió la banca ya que al ser inhabilitado por la Corte Suprema a presentarse a un tercer mandato como gobernador estaba dispuesto a quedarse en Santiago del Estero para “cogobernar” junto a su esposa, quien debió sucederlo.

Conviene tener en cuenta que el santiagueño tiene otra traba para llegar a la presidencia provisional del cuerpo que es el rechazo unánime de los senadores de la UCR, primera minoría, que no le perdonan su decisión de abandonar el partido e incorporarse sin disimulo al kirchnerismo. La bancada que lidera Gerardo Morales preferiría que Rojkes de Alperovich siguiera en ese cargo o avalar a Pichetto con quien se llevan muy bien. También Zamora genera resistencias entre el resto de los legisladores de la oposición, incluyendo al centro-izquierda, el PJ disidente y el PRO.

Aparentemente el escenario resulta favorable a las aspiraciones de Pichetto, quien incluso podría lograr los votos de muchos senadores opositores pero en la Casa Rosada no es visto con bueno ojos. Pese a que el martes estuvo en primera fila aplaudiendo el discurso de la jefa de Estado, los kirchneristas recelan del rionegrino porque en los últimos tiempos ha mostrado ciertos signos de independencia de criterio y no disimula su entusiasmo por la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Luego de los comicios legislativos del año pasado hasta aparecieron afiches en Viedma con la fórmula Scioli-Pichetto. 

Con estos antecedentes no parece ser el mejor candidato para ocupar un cargo que lo puede transformar en números dos en la sucesión presidencial ante la delicada situación de Boudou. Los K de paladar negro siempre recuerdan que Néstor solía decir, frente a las bromas que recibía luego del voto no positivo de Julio Cobos, así actuó un radical “imagínense si el vicepresidente era peronista”. Esa visión es compartida por Cristina quien prefiere un líbero en lugar estratégico antes que un representante del establishment del peronismo.

Claro que la sangre no puede llegar al río y se supone que el nombre del sucesor se conocerá antes de que los senadores bajen al recinto para definir la titularidad del cuerpo. La definición no parece sencilla. Zamora la tiene complicada pero no sabe hasta dónde puede avanzar Pichetto en su movida rebelde. No habría que descartar entonces que no haya cambio y se quede Rojkes para evitar conflictos.  El kirchnerista Marcelo Fuentes podría ser una salida consensuada. Una pelea para alquilar balcones.