Pueden entrar a Wikipedia y escribir “proceso de destrucción creativa”. Allí podrán leer sobre la dinámica innovadora que describe Joseph Schumpeter y que permite a la humanidad gozar de mejor calidad de vida gracias a la introducción de nuevos bienes y de nuevos métodos de producción o comercialización. Pero incluso pueden omitir el artículo y simplemente pensar en Wikipedia, un servicio que destruyó la producción y la comercialización de voluminosas enciclopedias. Atrás quedó el negocio de editar, publicar y vender tomos de Espasa-Calpe o Larousse. Estos fueron reemplazados por un bien superior, algo que satisface más a las personas y a menor costo para ellas. De pronto, el contenido enciclopédico del mundo estuvo disponible para muchísimas más personas a un precio monumentalmente menor. ¿Hubo gente que perdió en el proceso? Pues, claro, como siempre. Los que vendían enciclopedia puerta a puerta debieron buscar otros empleos (cosa que es mucho menos difícil en mercados laborales más flexibles, pero mejor no entrar en eso aquí).
Vamos con otro ejemplo para quien no tenga ganas de aprender sobre Schumpeter ni de pensar en Wikipedia. ¿A dónde se han ido todos los videoclubes? Hasta hace algunos años la gente los llenaba durante los fines de semana. ¿Qué pasó con ellos? Pues pasó Netflix. De pronto, ver una cantidad mayor de películas fue posible a un precio muchísimo menor y con bajísimo costo de transacción (ya no hay que ir hasta el establecimiento dos veces: alquiler y devolución, sino sólo abrir la computadora). Los locales de los videoclubes pasaron a destinarse a otros fines, los empleados buscaron trabajo en otros sitios y —esto es muy importante— los empresarios del sector reorientaron su capital hacia nuevos rubros que sí satisfacen al consumidor, lo que genera, entre otras cosas, nuevos empleos. Mientras tanto, la gente mejoró su calidad de vida gracias a Netflix. Continuar leyendo