Ganó Macri y ganó bien. La conclusión es que será nuestro presidente y también que la mayoría de la gente quiere que la Argentina cambie, como lo reafirman los éxitos de María Eugenia Vidal y Gerardo Morales, por citar los casos más notables.
Esa decisión de cambio es una excelente noticia, porque el único denominador común de todos los gobiernos desde hace años es que la Argentina tiene cada vez menos educación y salud pública, menos respeto por las leyes y en paralelo, más pobres, más inseguridad, más droga, más fracaso y más muerte. Al fin se hizo obvio que tenemos que cambiar.
Parece una eternidad esta espera del instante en que el kirchnerismo dejará el gobierno. Faltan 18 días en los que es probable que Cristina Kirchner abuse en los estertores de su mayoría, dictando leyes con sus legisladores autómatas e incorporando cámporas con sus decretos, siempre contra el próximo gobierno.
Ojalá nos equivoquemos, pero la experiencia enseña que el kirchnerismo siempre superó nuestra capacidad de asombro y nunca para bien.
La buena noticia es que, al fin, el 10 de diciembre Macri y Cambiemos tendrán el poder y muchos recursos para reinstalar la seriedad, la cordura y la modernidad en la Argentina. Continuar leyendo