Bailando por Tinelli

No es una novedad el poder de convocatoria que tiene Marcelo Tinelli como pope de la televisión argentina. Sus 30 puntos de rating sirven –o al menos eso creen quienes asisten con mayor o menor entusiasmo a sus invitaciones- para recuperar una carrera actoral estancada, darles un baño de popularidad a bailarines clásicos, promocionar deportistas en momentos cumbres o bajos de sus carreras, o bien mostrar otra faceta a periodistas, abogados o profesionales de diversa índole. Está claro que no escapan a estas ambiciones políticos que aspiran a llegar al más alto cargo y mucho menos lo hacen quienes, como Scioli, Macri y Massa (ese orden les dio el animador en la presentación), no forman parte de una “casta” política tradicional. Los dos primeros provienen del deporte y el ámbito empresario y si bien el ex intendente de Tigre se jacta de su militancia adolescente, también puso su pata en el deporte a través del club Tigre y siempre fue un fervoroso participante de la farándula. Continuar leyendo

Un hombre de fútbol y de poder

Julio Humberto Grondona nació el 18 de septiembre de 1931 en Avellaneda y fue un hombre de fútbol y poder. A diferencia de otros dirigentes con influencia en el medio local y también en la FIFA, él sabía mucho del deporte que conducía y también sabía mucho acerca de los resortes del poder. Con esos dos elementos se manejó, como había anticipado, hasta el último día de su vida. Presidió la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) desde el 6 de abril de 1979 hasta ayer, cuando un aneurisma en la arteria aorta terminó con su vida. Era también miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA desde 1998, siendo su actual vicepresidente. Su vida estuvo ligada al fútbol, los negocios y el poder desde que fundó, en 1956, con tan sólo 25 años, Arsenal de Sarandí, club que presidió durante casi 20 años para luego ser titular de su otro gran amor futbolístico, el Club Atlético Independiente, con el que obtuvo dos títulos Nacionales (tal la denominación de la época).

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Un Mundial politizado y lleno de interrogantes

Cada cuatro años gran parte del mundo se paraliza por un evento deportivo que fue creciendo desde su primera edición en 1930, cuando contó con Uruguay como anfitrión y primer campeón, y que llama la atención de gran parte de la población. Como suele suceder, los que amamos el fútbol más allá de la celebración de este mega evento reclamamos sin mayor éxito la exclusividad en el goce del mismo. Negocio, patriotismo, multiculturalismo, política y deporte giran durante un mes alrededor de una pelota de fútbol. La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) es una organización transnacional altamente redituable y poderosa que afianza su dominio con la organización de cada Mundial. Se calcula que en la última edición realizada en Sudáfrica en el año 2010,recaudó por derechos de televisación, marketing y otros rubros la suma de U$D 4.200 millones.

En el caso de los países organizadores, los beneficios son mucho más modestos y difíciles de conmensurar, ya que las decisiones que se toman suelen estar más ligadas a razones políticas que a las que surgirían de un prudente análisis costo-beneficio. La experiencia mundialista indica que en general hay en los organizadores una sobreestimación de los beneficios y una subestimación de los costos. Debe tenerse en cuenta que generalmente el gobierno que pugna y obtiene la designación como sede es quien inicia los proyectos pero usualmente no es el mismo que termina organizando la Copa del Mundo, y que a su vez este difiere del que luego debe darle un buen uso a las capacidades instaladas y cargar con el lastre de las faraónicas obras. Algunos estudios que se hicieron sobre los resultados económicos de los países anfitriones indican que el único Mundial donde el organizador ganó dinero fue en el de Estados Unidos 94, donde los costes y beneficios de la organización corrieron en su mayoría por parte de empresarios privados.

Brasil recibe el Mundial de la FIFA 2014 en un contexto que 4 años atrás no hubiera imaginado. Con fuertes críticas por parte de una población que ama al fútbol pero que rechaza los desbordes presupuestarios y la falta de solución de problemas que se arrastran desde hace tiempo, un sector de la ciudadanía aprovecha la visibilidad que le da el evento para obtener del gobierno de Dilma Rousseff mayores concesiones. El apoyo de los brasileños fue masivo al conocerse la designación como sede en octubre de 2007 y ha ido cayendo a partir de allí. Sin tener pruebas aún del funcionamiento concreto de la organización de esta Copa del Mundo, las repetidas huelgas y protestas, sobre todo en San Pablo y Río de Janeiro, y el estado de muchas obras que no se han finalizado y otras tantas que ni siquiera se han empezado, han dañado la imagen internacional de Brasil.

En lo que respecta a nuestra selección, renueva la ilusión de quedarse con la Copa como inevitablemente sucede cada cuatro años, a pesar de que las expectativas vienen quedando truncas desde aquel subcampeonato obtenido por Maradona y Bilardo en el recordado Italia 90. En esta ocasión, pese a un frío y expectante comienzo de ciclo para Alejandro Sabella como DT, en el último tiempo y en base a buenas actuaciones se ha incrementado la esperanza y la comunión con este grupo de jugadores. Es un equipo apoyado en una temible delantera que cuenta además con el indiscutido mejor jugador del mundo transcurriendo una edad óptima para un futbolista (mezcla de experiencia y juventud). Efectivamente, después de tener que sortear tiempos donde se cumplía aquello de que nadie es profeta en su tierra, Lionel Messi obtuvo en su país el reconocimiento que le era tributado desde hacía tiempo en el resto del mundo.

Y si la política siempre se relacionó estrechamente con el deporte, no podía esperarse una prudente distancia de un gobierno que ha intentado intervenir sobre casi todos los asuntos que atañen a la vida de los argentinos. Más aún, desde la aparición del programa Fútbol para Todos, luego replicado en otros deportes para todos, todos ellos bien “regados” con recursos del Estado, la intención de llevar el mensaje del gobierno a cada hogar se hizo aún más evidente. En este sentido, el intento de “kirchnerizar” a la selección de fútbol alcanza hoy ribetes grotescos. Era más que esperable que, en momentos donde la economía sufre una fuerte desaceleración (sino recesión), el vicepresidente está a un paso de un procesamiento penal, la inseguridad genera cada día más víctimas y el narcotráfico parece un flagelo dispuesto a colonizar varias zonas del país, el gobierno quiera apostar sus fichas al respiro que un éxito deportivo le pueda llegar a dar.

Sin embargo, hay sobrada evidencia que ni siquiera la obtención de la ansiada Copa del Mundo podrá modificar la percepción social sobre la situación que atraviesa el país. Es cierto que durante un mes, y en la medida en que nuestra selección obtenga los resultados que le permitan continuar en la Copa del Mundo, las tapas de los diarios, los portales online y los programas de radio y televisión van a dedicar gran parte de su contenido a este hecho deportivo, dejando algo relegados los problemas antes mencionados. Sin embargo, la evidencia histórica nacional e internacional demuestra que esto sólo podría constituir para la política argentina una circunstancia efímera. Sólo a modo de ejemplo cabría recordar que la obtención de la Copa del Mundo en 1986 no modificó en nada las elecciones de medio término que en 1987 dieron el triunfo al entonces opositor Partido Justicialista, marcando inexorablemente el rumbo de los últimos dos años -finalmente no cumplidos- del gobierno del radical Raúl Alfonsín.

Durante la última pelea de Sergio “Maravilla” Martínez en el Madison Square Garden el pasado sábado, las redes sociales mostraron como muchos argentinos celebraron la caída del boxeador de Quilmes ante el portorriqueño Miguel Angel Cotto por considerar que el primero se había transformado en un emblema del kirchnerismo. Una vez más la grieta de la que muchos hablan quedaba a la vista en una derrota deportiva. Como siempre, el gobierno había puesto la primera piedra con el intento de apropiarse de un boxeador que había llegado a la cima por méritos propios (tanto profesionales como de marketing) pero que difícilmente podía abstraerse de la manipulación que el kirchnerismo puede hacerle.

Advertido de estas circunstancias, no tengo ninguna intención de arriar las banderas de la fe que tengo en esta selección, en la seriedad con que su director técnico encaró el trabajo y, fundamentalmente, en el emblema de este equipo que carga con hidalguía desde hace años una presión que muchos de nosotros no soportaríamos ni un día. Esta selección no es del kirchnerismo. En tal caso, es el equipo de todos aquellos que valoramos lo que han hecho para llegar hasta acá y sabemos que harán lo mejor para lograr el objetivo que se han trazado.

Es entendible que quienes no disfrutan del fútbol como deporte, y a su vez temen la eventual utilización política por parte de Cristina Kirchner, hayan optado por quitarle apoyo a la selección nacional. Esto no sería una novedad y en muchos países, como España por ejemplo, se puede corroborar que en regiones donde el movimiento separatista es fuerte, hay un profundo rechazo por quienes ellos ven como símbolo de opresión del poder central. Estas razones no tienen nada que ver con lo que aquí ocurre. Por eso, a los que como yo amamos este maravilloso deporte, y a su vez tenemos una visión fuertemente crítica del kirchnerismo, me atrevería a sugerirles que disfruten del Mundial, que sepan que va a haber una utilización política pero que la misma no tiene ninguna posibilidad de cambiar la percepción que la sociedad tiene sobre el gobierno y que además ponerle en bandeja otro sueño a un gobierno que todo lo quiere politizar es una batalla que no merecemos perder.

¡Viva la inmigración!

A medida que se acerca el Mundial de la FIFA Brasil 2014, también proliferan las publicidades de empresas, instituciones y medios que aprovechan para poner énfasis en el patriotismo, la argentinidad y el nacionalismo. Con mayor o menor acierto y éxito tratan de tocar las fibras más íntimas de la emoción y la pasión por el deporte más popular y así vender mejor su producto, servicio o gestión. Lejos de mi intención está criticar esta estrategia de marketing que simplemente responde a lo que los publicistas intuyen que puede generar mayor impacto en la sensibilidad de los argentinos. En lo que me preocuparía caer es en la tentación de exaltar y homogeneizar ese ser nacional.

Seguramente, como producto de una fuerte ola migratoria de países vecinos que en los últimos años optó por la Argentina, las lealtades de cara a los cotejos de fútbol serán algo difusas y habrá grupos minoritarios que celebrarán victorias que no son las de la selección argentina. Lejos de enojarnos, esto tendría que gratificarnos puesto que personas de otros países eligieron Argentina para pasar al menos parte de su vida. Cuando eso sucede es porque en algún momento de la historia pasada o reciente el país receptor generó un proceso de expansión y mejora en la calidad de vida como para atraerlos. Los inmigrantes suelen prescindir de consideraciones político facciosas y se enfocan principalmente en las posibilidades concretas que perciben. Así como en la década del 90′ hubo una ola migratoria proveniente de los países de la ex Unión Soviética, la pasada década estuvo caracterizada por la llegada de inmigrantes de países vecinos y de algunas zonas de África. Por el contrario, como parece ser el proceso actual, cuando esa tendencia comienza a revertirse y muchos argentinos y extranjeros que aquí viven optan por el camino inverso, esto es una muestra de las dificultades que empiezan a florecer.

La inmigración ha sido y es, en condiciones saludables de recepción, una fuente de riqueza cultural y de dinamismo económico. Una política migratoria de puertas abiertas y leyes claras es un excelente recurso para países de gran tamaño y escasa población como el nuestro. No se necesita más que exigir tanto a extranjeros como nativos el cumplimiento de la Constitución Nacional y las leyes. El irrestricto acatamiento de este requisito es el principal incentivo (medios indirectos, en términos alberdianos) para atraer inmigración y que ella resulte productiva para el país. Con el criterio de la igualación de derechos y obligaciones entre nacionales y extranjeros es que podemos materializar las ideas de Sarmiento y Alberdi, con el agregado de saber que más importante que el origen migratorio es contar con una capacidad instalada e instituciones consolidadas que permitan el desarrollo individual y colectivo; algo en lo que ciertamente hubo una involución durante el kirchnerismo.

Obviamente, como todo aspecto de la política y la economía, la apertura hacia la inmigración tiene un componente moral importante. ¿Por qué negarles a los nuevos migrantes lo que tuvieron nuestros padres y abuelos? Muchos xenófobos usan el argumento de la diferencia en la disposición al trabajo y al progreso de las olas migratorias de principios del siglo XX con respecto a las contemporáneas (algo casi imposible de medir con certeza) pero, en caso de que fuera una afirmación cierta, la solución sigue estando en los incentivos a trabajar honestamente, en los premios y castigos estipulados por el país receptor. En este sentido también hay políticas activas que pueden acompañar a aquellos que, pese a las dificultades y la discriminación de la que muchas veces son víctimas, hacen notable esfuerzo por insertarse en la sociedad y evitar la tendencia a vivir en guetos. Una vez más, la dimensión humana es la que permite reconocer y valorar a un individuo más allá de su lugar de nacimiento.

En países que han ensayado un proceso de integración política y económica más profundo, como sucede con los miembros de la Unión Europea, también se alzan voces que pretenden desandar el camino y refugiarse en una brumosa identidad nacional tratando de obstaculizar quizás el más beneficioso de los logros de aquella integración como es la libre circulación de bienes, servicios y, fundamentalmente, de personas. De todos modos, si bien en algunos países como Francia cobran fuerza partidos de corte xenófobo y racista como el Frente Nacional (FN) de la heredera Marine Le Pen, Europa se consolida en su visión integradora de la mano de una Alemania que levanta las banderas de la unión.

Hay que resaltar también que la ignorancia y el miedo a lo desconocido son el combustible principal de la xenofobia aquí y allá. En Europa suelen crecer los partidos políticos antiinmigración cuando las crisis económicas afectan a sus países y la opción más cómoda es echar la culpa al trabajador extranjero. En este concepto hay también una incomprensión absoluta del desarrollo económico y de los factores que intervienen en un proceso productivo.

¿Hay mayor elogio que un extranjero quiera vivir en tu país? Ríos de tinta se han escrito con críticas a la dictadura de los Castro en Cuba pero la más devastadora a mi criterio es la permanente disposición de sus ciudadanos a huir de la isla. En tiempos donde la economía del comportamiento mide el nivel de felicidad de los países, los flujos migratorios deberían ser una fuente de conocimiento aún más relevante para este propósito.

Algunos programas de la televisión argentina han incorporado recientemente panelistas extranjeros que viven en nuestro país. Detrás de esta saludable decisión, en ocasiones hay que lamentar comentarios de los “nacionales” que se jactan de “permitirles” opinar sobre la coyuntura. El terror a la mirada exterior, muchas veces presente en el discurso de la presidente Cristina Kirchner, se materializa habitualmente en un furtivo contragolpe verbal que se desparrama ante la crítica de algún gobierno, organismo o de la prensa del exterior.

La radicación de extranjeros (con o sin documento), muchas veces denunciada en los medios de comunicación, en edificios y predios tomados responde sencillamente a un incentivo que en plena era de las comunicaciones instantáneas resulta determinante. La señal que los gobiernos y la justicia deben dar tanto para nacionales como para foráneos es que no se va a permitir violar la ley por más que se aduzcan razones “humanitarias”.

Sabiendo de las dificultades que tiene la implementación de estos conceptos cuando la inercia llevada por décadas va en otra dirección, el desafío primordial pasa por generar las condiciones para que todos quienes quieran habitar el suelo argentino puedan desarrollarse individualmente al tiempo que aportan al conjunto en el marco del respeto de la ley. Tan difícil y tan simple como eso.

El jugador populista

Es habitual que al conocerse la lista de elegidos para una Copa Mundial de la FIFA, las críticas y reproches por la ausencia o presencia de jugadores convocados a la selección argentina se reproduzcan al infinito. En un país que respira fútbol y donde un alto porcentaje de los argentinos creen saber de este deporte más que cualquier director técnico no podía esperarse otra cosa. Sin embargo, en esta ocasión, los reclamos tomaron otro cariz porque el foco se ha puesto fundamentalmente sobre un jugador a quien pomposamente se ha caratulado como “el jugador del pueblo”.

Carlos Iván Alberto Martínez Tévez (Carlitos Tévez, el Apache) nació en el Barrio Ejército de los Andes (conocido como Fuerte Apache), Ciudadela, el 5 de febrero de 1984. Una infancia dura en un contexto marginal forjó un carácter que le permitió, sumado a su indudable talento, superar retos en cada uno de los equipos que integró. Ganador nato, obtuvo títulos en Boca, Corinthians, Manchester United, Manchester City, Juventus y la medalla de oro olímpica con la selección sub 23 en Atenas 2004. Su espíritu indomable y desprejuiciado que le permite encarar, luchar y ganar con defensores de un porte muy superior al suyo le trajo también algunos inconvenientes con compañeros, directores técnicos y dirigentes. Tévez juega como vive y vive como juega.

El DT argentino, Alejandro Sabella, siendo coherente con el proceso que viene llevando adelante desde el 2011 -reemplazó a Sergio Batista luego de que su equipo quedara eliminado de la Copa América en semifinales frente a Uruguay con el decisivo penal malogrado por el propio Tévez- decidió dejarlo fuera del Mundial de Brasil 2014. El breve ciclo de Batista también había estado signado por las ausencias del jugador de Fuerte Apache hasta que, por presiones que el mismo Checho reconoció meses después, fue convocado para disputar la Copa América. Sin dar lugar a segundas interpretaciones, el ex técnico de la selección dijo en una nota que “Tévez fue convocado por presión tanto de la AFA como de la política”.

Al iniciarse la gestión Sabella, el Apache fue llamado para un primer encuentro amistoso al que desistió de venir aduciendo una lesión que no tenía. Si nos vamos más atrás, vemos que la relación entre la selección y Carlitos nunca fue fácil. Por estos días muchos recuerdan que aquel joven de 19 años, a quien Carlos Bianchi había convencido de no aceptar el llamado de la selección juvenil por una lesión de la que estaba prácticamente recuperado, festejaba la obtención del torneo Apertura 2003 con Boca trepado arriba de uno de los arcos del estadio de Racing y cantando contra aquella selección, que por esos días comenzaba el campeonato mundial Sub-20 en los EAU.

En lo estrictamente futbolístico, es poco lo que se le puede reprochar al ex delantero de Boca Juniors, por más que en la selección argentina haya entregado actuaciones convincentes desde el punto de vista del esfuerzo pero poco satisfactorias desde lo futbolístico. Salvo en aquellos JJ.OO. que le dieron a Argentina la medalla dorada y a él el título de goleador, ha chocado mucho más de lo que ha jugado y no sólo dentro de la cancha. Si bien la supuesta mala relación con el grupo de jugadores que hoy integra la selección está basada en rumores y trascendidos nunca confirmados por los protagonistas, está claro que ni el plantel ni el cuerpo técnico extrañan su presencia, como sí lo hacen muchos hinchas, periodistas y políticos.

Como Tévez mismo reconoce, su fuerte nunca fue la diplomacia. En el Mundial de Sudafrica 2010 dejo entrever en declaraciones públicas su incomodidad con el entonces DT Diego Maradona porque el sistema de juego no lo favorecía. Presionado o no por ello y cuando la mayoría de los analistas veían la necesidad de poner un equipo más equilibrado para enfrentar a la poderosa Alemania, Diego se volcó por incluir al Apache en aquella formación que recibió la histórica goleada 4-0. Cuatro años más tarde y poco antes de que se dieran a conocer los 30 jugadores entre los cuales va a surgir la definitiva lista de 23, y viendo ya como un hecho consumado que se quedaría sin mundial, Carlitos provocó diciendo que el DT de la selección no debe poder ver a la Juventus donde él actúa.

Pocos jugadores como él tuvieron un lobby mediático, político y popular tan fuerte. Unas semanas atrás, el canal América dedicó un programa para contar su infancia y clamar sin sutilezas por su incorporación. Curiosamente el único jugador que, próximo a disputarse un Mundial, tiene semejante tratamiento es aquel que no va a estar. Esto se suma a los pedidos directos e insistentes de dirigentes políticos de la talla del gobernador bonaerense Daniel Scioli o expresiones de deseo como las del cordobés José Manuel de la Sota, entre otros. Por convicción, contratos o para no quedar fuera del clamor popular, la política se metió de lleno para presionar por la inclusión del jugador de Fuerte Apache.

Ante el inminente comienzo del Mundial y una nueva ilusión para la selección Argentina cabe preguntarse si vale la pena presionar por un jugador que sin dudas tiene nivel de selección pero que hoy carece de lugar en el equipo y en el grupo. Más allá de gustos personales, resulta extraña tanta insistencia por alguien que usó varios medios extra futbolísticos para ser convocado mientras que al mismo tiempo se retacea un apoyo contundente para Lionel Messi, máxima estrella del fútbol mundial, quien se bancó críticas injustas para un jugador de su talla, ampliamente querido y respetado por compañeros y técnicos, que jamás usó ninguna excusa para faltar a una cita de la selección ni utilizó ningún padrino político para obtener ventajas. Si bien aún no brilló tanto como puede hacerlo, le ha dado muy buenas actuaciones a la selección y tuvo la imposible tarea de conducir a buen puerto a un equipo que era conducida por un inconsistente y poco profesional director técnico como Diego Maradona.

Como bien dice el periodista Ezequiel Fernández Moores, un buen equipo no lo forman los que mejor juegan sino los que mejor juegan juntos. Con un director técnico que se puede equivocar como cualquiera de nosotros pero que sin dudas trabaja seriamente y a conciencia, un grupo que se afianzó con el correr del tiempo y los partidos y con un gran líder positivo que es a su vez el mejor jugador del mundo desde hace más de un lustro, la insistencia en el pedido y la devoción casi religiosa por un jugador que ha jugado casi siempre más para sí mismo que para el equipo me parece, a esta altura, un verdadero despropósito.