¿Estamos preparados?

Los debates vinculados con la despenalización del consumo de drogas y el uso médico de la marihuana reflejan nuevos horizontes que atraviesan la problemática de la droga; no sólo en la Argentina, en el mundo hay una necesidad de encarar este tema desde otro paradigma, jerarquizando la salud y los derechos humanos.

Las personas de menores recursos, que recaen en la necesidad del narcomenudeo, se imponen como el eslabón más débil en esta cadena de intercambios. Si miramos la composición de nuestros presos en las cárceles, son mayormente varones, jóvenes y pobres. De modo que las políticas actuales terminan con el sujeto más débil, que es el más visible y el más fácil de perseguir, sin alterar realmente las estructuras criminales, lo que permite el avance de los grandes productores y los traficantes. Atacando este eslabón no vamos a tener resultados, sólo obtendremos encarcelamientos masivos, lo que incrementa el número de víctimas.

Asimismo, me gustaría hacer énfasis en la expresión “guerra contra las drogas”, que impulsó el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en los setenta para imponer una perspectiva punitiva y represiva que en América Latina sólo logró perseguir y encerrar a los destinatarios últimos, a mulas y consumidores. Bajo la premisa de guerra se han permitido violaciones a los derechos humanos con intervención de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior. Considero que la lucha contra el narcotráfico en términos de guerra está perdida. Hemos visto cómo, desde que fue declarada la batalla hasta el momento, nada ha cambiado o más bien varias cosas ha empeorado: siguen cayendo personas en las garras de asociaciones criminales y delictivas que han alcanzado tanto poder como dinero han obtenido, lo que permite que la droga se filtre en la democracia de algunos países y se financie a Estados corruptos. En las últimas décadas, el abordaje militarizado ha generado altos niveles de violencia y sirvió para impulsar políticas públicas de mano dura. Este enfoque ha causado más daño, violencia y muertes que las propias sustancias ilícitas. Continuar leyendo