El Indec se ríe del Chaco

Hace unos días, nuevamente el Indec sorprendió y ofendió a los argentinos publicando indicadores sociales que nada tienen que ver con la realidad. Mucho más para las provincias del noroeste y del noreste argentino, como mi provincia, el Chaco, donde los habitantes de una de las zonas más pobres del país debemos soportar que nos digan, con absoluta liviandad, que la pobreza en ese distrito es de apenas 8,4 % y la indigencia 1,4 %. Sería muy benévolo de nuestra parte señalar que los que realizan esa medición no conocen nuestra provincia, porque la conocen y muy bien, pero prefieren mentir.

Estos indicadores falsos desnudan las intenciones, tanto del Gobierno provincial como del Gobierno nacional, solo atinan y pretenden ocultar la pobreza en lugar de llevar adelante políticas para paliar ese flagelo. El Indec dice, además, por ejemplo, que la desocupación en Gran Resistencia es inexistente. Esto es simplemente una broma de mal gusto. Parece que se ríen de los chaqueños. Basta conocer el área metropolitana de nuestra ciudad capital, basta hablar con los vecinos y observar sus costumbres para darse cuenta de que se trata de una gran mentira. Cualquier medición seria muestra que los problemas socioeconómicos en el Chaco, como el desempleo, son alarmantes. Recorremos barrios periféricos de Resistencia constantemente, preguntamos y escuchamos qué opinan nuestros comprovincianos, vemos cómo viven, su realidad social desviste esta gran falacia. Continuar leyendo

Capitanich esconde a las víctimas de la economía kirchnerista

Seguramente las declaraciones del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que señalan que en el país “prácticamente se han erradicado la pobreza y la indigencia” sorprendieron a todos los argentinos que, sin la necesidad de consultar estadísticas o apelar a los valores reales de la economía como la inflación y su real impacto en el consumo cotidiano, sabemos que se trata de una de las peores mentiras que puede decir un funcionario, aquella que intenta ocultar deliberadamente algo doloroso.

En este caso a los pobres. Como si implícitamente reconocieran que, al no poder ofrecer soluciones concretas, es mejor negar el problema y esconder a las víctimas de la desigualdad del modelo económico.

Pero Capitanich no se equivoca: sencillamente miente. No podemos pensar otra cosa de quién dice, suelto de cuerpo, algo así y aún es gobernador del Chaco, una de las provincias más azotadas por la pobreza y la indigencia.

Veamos. Chaco es una provincia que supera el millón de habitantes y casi la mitad es comprobadamente pobre. Según el Isepci (Instituto de Investigación Social, Económica, Política y Ciudadana), en el Chaco el 40,3% de la población es pobre porque sus ingresos familiares no superan los $5600 y el 17% es indigente al no superar ingresos mensuales los $2650. A eso deberíamos agregar la trágica situación de las comunidades aborígenes que son víctimas del maltrato, social y del desamparo estatal, que solo recurre en su ayuda cuando necesita “clientelizar” su voluntad política, un comportamiento corriente de parte del partido de gobierno que los chaqueños comprobamos cotidianamente.

Si en el Chaco se contabilizaran como desocupados, como debería ser, a los 86.000 adultos beneficiarios de Planes Sociales, sobre un total de 310.000 personas que cobran algún tipo de beneficio social y a los jóvenes entre 18 y 24 años que no buscan trabajo por desaliento y porque, esto duele decirlo, para ellos es más sencillo someterse a la extorsión política de un plan social, nos encontraríamos con que más de 100 mil chaqueños no tienen trabajo. Es que en la mal llamada “década ganada” en el Chaco el empleo público creció un 42%, casi 10 veces más que el empleo privado, del que casi no existen ofertas en el mercado. No está mal que el sector público emplee personal si necesita hacerlo, pero se convierte en una bomba de tiempo si el motivo es netamente político, como la construcción de una mayoría de votos a través del trabajo estatal, un abuso que hace que en muchos municipios sea absolutamente innecesario.

El clientelismo en el Chaco es moneda corriente, se gastan millones en camisetas de fútbol, shows mediáticos. La asistencia social no tiene otra lógica que no sea la prebenda política, siempre buscan algo a cambio, coaccionando al ciudadano. Señalamos esto con preocupación porque ninguna de estas medidas populistas va a sacar a los chaqueños de la pobreza. Podrá paliar su angustia, mejorar su situación momentáneamente, pero con este tipo de políticas los pobres nunca dejarán de serlo.

El problema de la vivienda en el Chaco es grave. Con el anunció del Plan PROCREAR, muchos chaqueños se llenaron de expectativas ante la posibilidad de poder acceder a su casa propia. La falta de viviendas es uno de los grandes problemas sociales que padecemos, situación agravada por toda la corrupción que existió y existe sobre el uso de los fondos de viviendas. En ese oscuro sitial podemos ubicar al tristemente afamado Programa Sueños Compartidos que llevó a la Justicia a los hermanos Schoklender, caso muy conocido en el Chaco, y donde aún existe un sinfín de denuncias cruzadas que salpican, entre otros actores, a muchos funcionarios que no terminan de aclarar su situación. Además constantemente nos anoticiamos de programas de viviendas inconclusos, con adjudicaciones cuestionadas por su discrecionalidad política o peor aún, viviendas que se entregan y son inhabitables. Fueron muchas las viviendas que se debieron construir en estos últimos años con fondos propios del Ministerio de Planificación y, sin embargo, gran parte de esas sumas millonarias fueron entregadas sin control y pasó lo que ya sabemos, la gente que confió y necesita su casa propia nunca pudo acceder a la misma.

En el Chaco falta agua potable. La tan anunciada obra pública conocida como El Segundo Acueducto para el Interior del Chaco, rebautizada por el gobernador Capitanich como Acueducto Néstor Kicrhner, está muy demorada. En el 2004 se anunció esta obra, unos 512 kilómetros de tubería que abastecería de agua potable a 350.000 chaqueños. Sin embargo, diez años después solo se han instalado 12 kilómetros de tubería en medio de escándalos por sobre precios y polémicas por las fuentes de financiamiento. Desde aquel anuncio se cambiaron todas las reglas. Mientras tanto, miles de chaqueños padecen la falta de agua potable sobre todo en las zonas del Impenetrable Chaqueño y el Departamento de Güemes, donde habitan las comunidades Tobas y Wichis. Allí se estima que más de 60.000 personas son víctimas de la falta de agua potable, lo que afecta su salud e imposibilita desarrollar una vida normal. La desertización de la zona agrava la situación.

Podríamos agregar también que el Chaco cuenta con una de los indicadores más altos del país en cuanto a la deserción escolar en el nivel medio. También hablar sobre los graves problemas de salud pública que atraviesa la provincia para que la sociedad observe que las declaraciones del jefe de Gabinete sobre la desaparición de la pobreza y la indigencia en el país tienen una provincia que lo desmiente a simple vista. Justamente ese distrito es el Chaco, que aún lo tiene como gobernador con uso de licencia.

Les sacan a los pobres para asistir a otros pobres

Los últimos indicadores oficiales del Indec sobre desocupación y pobreza contrastan de tal manera con los números de la política social del gobierno nacional, y también con la de los gobiernos locales, que no podemos hacer otra cosa que denunciarlos como datos mentirosos manipulados por el oficialismo con el fin de alimentar el tan famoso “relato K” con buenas noticias.

¿Cómo es posible que tengamos tan baja desocupación y pobreza cuando paralelamente se invierten año tras año más fondos públicos en planes sociales? Observemos que, mientras el año pasado existían 58 planes sociales diferentes que tenían como beneficiarios a 16 millones de personas por los que el Estado invertía 74 mil millones de pesos, este año los planes pasaron a ser 60 con una cobertura de 18 millones de personas y con una inversión de 120 mil millones de pesos. Esto indica que el 40% de los argentinos reciben algún tipo de ayuda social.

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Esconder la pobreza solo agrava la situación social

Cualquier ciudadano que recorra los grandes centros urbanos del país o los sectores rurales castigados por la falta de trabajo, tiene en claro que existen muchos argentinos viviendo entre la pobreza y la marginalidad. Esta mirada simple, esta convivencia cotidiana con la realidad, alcanza por sí sola para darse cuenta que existen más de 1,7 millones de pobres como señala el gobierno nacional en sus datos oficiales que representan algo así como un 4,5% de la población en situación de pobreza y un 1,5% en la indigencia.

Es curioso que lleguen a estos indicadores sin dar a conocer desde enero el valor real de la canasta básica. Un dato imprescindible para este tipo de mediciones y que no deberían omitir publicar. Por otra parte, cualquier medición privada o de instituciones no gubernamentales abocadas a estos estudios ubican la pobreza entre un 30 al 36% de la población total, lo que significa que, según las mismas, existen en realidad entre 13 y 15 millones de pobres. La diferencia con los datos gubernamentales no son mínimas, no representan unos puntos porcentuales que podrían adjudicarse a los fallos en las mediciones o a los fundamentos utilizados para medirla, estamos hablando de casi 10 veces más.

No podemos dar una discusión seria alrededor del tema de la pobreza con los datos publicados por el gobierno porque sin duda están más cerca de la realidad las otras mediciones. Doy un ejemplo. Pertenezco a una provincia pobre como el Chaco, donde las mediciones oficiales señalan que no existe el desempleo. Suelo recorrerla frecuentemente, hablo con los vecinos, leo las noticias, conozco muy bien los problemas que azotan a los chaqueños, tengo suficientes certezas como para creer semejante mentira. Por todo ello es que siento la obligación de señalar que si hay algo imperdonable en este gobierno, entre tantos desaciertos, corrupción y decisiones que privilegiaron el uso de herramientas públicas para la construcción partidaria en lugar de utilizarlas para encontrar soluciones a las problemáticas sociales, es la voluntad manifiesta de esconder los datos fidedignos sobre pobreza, marginalidad, desempleo, inflación, entre otros, con el único objetivo de obtener un título positivo para algún medio de comunicación afín o para aportar a la construcción del relato mentiroso con el que nos castigan en el inmenso, y millonario, aparato de propaganda oficial.

Cada vez que el INDEC presenta relevamientos con datos sobre la realidad social argentina confirmamos que la manipulación arbitraria de los mismos representan el modo perverso que caracterizó esta década de gobierno kirchnerista identificada en una vocación manifiesta por “dibujar” los indicadores sociales relacionados con los sectores más vulnerables. Esta actitud recurrente nos lleva a pensar que definitivamente al gobierno no le interesan los pobres y se conforma con ocultarlos. Además, porque el uso clientelar que la han dado a las políticas sociales seguramente han redituado políticamente en el oficialismo pero es un accionar absolutamente pernicioso que impide provocar un cambio social. Este proceder es claramente una identificación que adoptan los gobiernos populistas que escogen por atender a los pobres en la pobreza en lugar de trabajar para intentar sacarlos de ella. Esto último sería un dogma para un verdadero gobierno progresista. Algo de lo que el kirchnerismo está cada vez más lejos.

El desafío está abierto y es para todas las fuerzas políticas, debemos entender que el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo, si se niega o se oculta no se hace más que agravarlo. Uno de los peores enemigos de los problemas sociales es el tiempo que no se ocupa en resolverlos. Si no se generan con urgencia políticas efectivas de transformación social basadas en el trabajo genuino, en la educación y en el desarrollo de un hábitat saludable y seguro, si se sigue priorizando mirar para otro lado escondiendo la realidad en lugar de intentar modificarla, esa desatención irremediablemente irá llevando a cada familia acuciada por la pobreza coyuntural a una situación de miseria endémica de la que le costará mucho más salir. Entre otras cosas, porque fueron las primeras víctimas de la mentira oficial.