Las cosas por su nombre: esclavitud infantil

La problemática del trabajo infantil, forma de esclavitud moderna que se origina cuando familias pobres, en general de áreas rurales, entregan sus hijos a familias más pudientes para que ayuden en las tareas domésticas, es similar en varios países del mundo. Esta práctica tiene una fuerte impronta cultural y encierra generalmente la falsa idea de que esa pseudosolidaridad familiar -ya que a veces el canje concierne a familias emparentadas- redundará en una mejor calidad de vida y en la única posibilidad de que estos niños accedan a la educación.

Pero esta no es la única forma de esclavitud moderna, ya que 35,8 millones de personas en el mundo sufren alguna forma de sometimiento, como los casamientos forzados, el tráfico de personas para la explotación sexual, la esclavitud doméstica, la indefensión de los pescadores aislados en el mar o las condiciones infrahumanas en las que trabajan las personas que intervienen en la cadena de producción de muchos de los productos que consumimos a diario, como la ropa, los teléfonos e incluso los alimentos. La cifra consignada más arriba proviene del GSI, sigla en inglés que significa índice global de esclavitud, según el informe realizado por Walk Free, organización creada por el magnate australiano Andrew Forrest con la finalidad de denunciar y evitar la esclavitud en cualquiera de sus formas. Continuar leyendo

Santa Maria y Cromañón: contar las tragedias

Hace exactamente un año, el 27 de enero de 2013, a las 2:30 de la madrugada, se producía la tragedia más grande en la historia de la ciudad de Santa María en el estado brasileño de Río Grande do Sul. Las terribles imágenes que en aquel momento reproducían la cobertura mediática del incendio en el interior de la discoteca Kiss impactaban por sí mismas, pero además, suscitaban el recuerdo nefasto de la secuencia de hechos de aquella otra noche de verano, la del 30 de diciembre de 2004, en la que la voz incrédula de mi hijo adolescente me contaba que algo había pasado en el recital del grupo Callejeros en el boliche República de Cromañón, al cual no lo había dejado ir porque se había llevado materias a marzo. Recuerdo también el viraje vertiginoso de la cobertura informativa que rápidamente dio cuenta de la gravedad del incendio y de la terrible desorganización en la atención de la víctimas, como también de la esperanzada consternación que movilizaba a cientos de padres en la búsqueda de sus hijos por hospitales y morgues.

Pero el paralelismo entre la tragedia de Santa María y la de Cromañón va más allá de las imágenes que en enero del año pasado mostraba la televisión. Porque en la discoteca Kiss, también se llevaba a cabo un recital organizado por estudiantes de la Universidad Federal de Santa María; porque también un elemento de pirotecnia había incendiado el techo de espuma acústica; porque también había una única puerta de salida que había sido bloqueada por el personal de seguridad que pensaba que se trataba de una pelea; porque también habían muerto en el baño un montón de personas que creían que se trataba de la salida de emergencia; porque Elissandro Spohr, versión vernácula de nuestro convaleciente Chabán, también se había victimizado e intentado ahorcarse con una manguera en el hospital en el que se encontraba arrestado. En síntesis, las víctimas en Kiss fueron 239 muertos de entre 18 y 30 años y 124 heridos; en Cromañón, 194 muertos, todos jóvenes y adolescentes y aproximadamente 1432 heridos, asfixiados e intoxicados con monóxido de carbono y con las vías respiratorias quemadas.

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