Hace exactamente un año, el 27 de enero de 2013, a las 2:30 de la madrugada, se producía la tragedia más grande en la historia de la ciudad de Santa María en el estado brasileño de Río Grande do Sul. Las terribles imágenes que en aquel momento reproducían la cobertura mediática del incendio en el interior de la discoteca Kiss impactaban por sí mismas, pero además, suscitaban el recuerdo nefasto de la secuencia de hechos de aquella otra noche de verano, la del 30 de diciembre de 2004, en la que la voz incrédula de mi hijo adolescente me contaba que algo había pasado en el recital del grupo Callejeros en el boliche República de Cromañón, al cual no lo había dejado ir porque se había llevado materias a marzo. Recuerdo también el viraje vertiginoso de la cobertura informativa que rápidamente dio cuenta de la gravedad del incendio y de la terrible desorganización en la atención de la víctimas, como también de la esperanzada consternación que movilizaba a cientos de padres en la búsqueda de sus hijos por hospitales y morgues.
Pero el paralelismo entre la tragedia de Santa María y la de Cromañón va más allá de las imágenes que en enero del año pasado mostraba la televisión. Porque en la discoteca Kiss, también se llevaba a cabo un recital organizado por estudiantes de la Universidad Federal de Santa María; porque también un elemento de pirotecnia había incendiado el techo de espuma acústica; porque también había una única puerta de salida que había sido bloqueada por el personal de seguridad que pensaba que se trataba de una pelea; porque también habían muerto en el baño un montón de personas que creían que se trataba de la salida de emergencia; porque Elissandro Spohr, versión vernácula de nuestro convaleciente Chabán, también se había victimizado e intentado ahorcarse con una manguera en el hospital en el que se encontraba arrestado. En síntesis, las víctimas en Kiss fueron 239 muertos de entre 18 y 30 años y 124 heridos; en Cromañón, 194 muertos, todos jóvenes y adolescentes y aproximadamente 1432 heridos, asfixiados e intoxicados con monóxido de carbono y con las vías respiratorias quemadas.
Creo que cuando sucedió la tragedia de Santa María, hace hoy exactamente un año, de alguna manera yo ya había cerrado el duelo de Cromañón, que había comenzado en el mismo momento en el que decidí estudiar el discurso de las víctimas, allá por el año 2006. Pero cuando me enteré de que Michele Cardoso, atrapada en el interior de Kiss, había subido su pedido de auxilio a Facebook a pesar de lo cual no se había salvado, y de que era impresionante escuchar la sinfonía macabra de celulares sonando en los bolsillos de los chicos muertos, a quienes sus papás buscaban con desesperación, pero cuyos cuerpos yacían alineados en la vereda de la discoteca, reapareció el mismo dolor de antaño.
Porque no fue fácil analizar los recursos discursivos con los que las víctimas de Cromañón, sobrevivientes, padres y afectados en general por la tragedia, describían lo que vieron, olieron, escucharon y sintieron aquella noche, es decir, el modo en que reproducían con palabras la imagen de la tragedia. Por eso, me resultó llamativo descubrir que las personas más afectadas como Liliana Garófalo, madre de una joven muerta en Cromañón e, incluso, los propios sobrevivientes, hablaban de la tragedia controlando sus emociones e intentando darles a sus discursos un viso de objetividad. Convengamos que hubiera sido lógico que fueran las víctimas las que manifestaran las descripciones más desgarradoras. Sin embargo, fue en el discurso de algunos de los responsables de la tragedia en el que aparecieron los relatos más emotivos, como por ejemplo, el de José Luis Calvo, Subsecretario de la Dirección General de Cementerios, que nunca pudo presentar pruebas objetivas que desmintieran el descontrol en la entrega y reconocimiento de los cuerpos en el cementerio de la Chacarita ni el olor a putrefacción de las cámaras de frío y, entonces, prefirió lamentarse de la situación, mostrar piedad y empatía con los padres en una abierta maniobra de psicopateo emocional.
También en Brasil se han interesado por analizar el discurso en torno a la tragedia de Santa María y, hace un tiempo, me contactaron para participar de una obra colectiva llamada Midiatizaҫão da tragédia de Santa Maria en la cual 27 autores (25 brasileños, uno de EEUU y yo, de la Argentina) analizamos los discursos mediáticos de estas dos tragedias. El libro en versión e-book fue presentado ayer en el congreso en la UNIFRA de Santa María-RS y está disponible desde hoy en este sitio.
Recordar las tragedias de Santa María y de Cromañón nos permite ubicar los hechos no sólo en el marco de los acontecimientos públicos en el que castigar a los responsables es una obligación del Estado, sino en el de los acontecimientos privados, en el que la compasión y la empatía deben ser los motores para que se haga justicia.