Si bien Relatos salvajes pasó a ser la película más vista del cine argentino, no creo que su éxito radique en ninguno de los innumerables factores que ha señalado la crítica, como el nivel de las interpretaciones o el morbo que provoca la violencia de algunas de las historias. Hay otro aspecto mucho más sutil que subyace a todo el planteo y que tiene que ver con el modo en el que los argentinos reclamamos y percibimos los actos de justicia.
Por ejemplo, en aras de actos para mí “justos”, he sido tildada muchas veces de “vieja loca”, y no porque sea tan vieja, sino porque en el imaginario de una persona joven, este calificativo representa el peor de los insultos (como si uno pudiera pasar por la vida saltéandose etapas o eligiendo en cuál perdurar más). Lo cierto es que las circunstancias en las que fui tildada de “vieja loca” son de lo más variadas, pero tienen en común que en todas ellas me rebelé ostensiblemente, es decir, en público, ante una situación que consideré fuera de lugar, abusiva o, en definitiva, injusta. Continuar leyendo