El final del blanqueo y su prórroga por tres meses más nos permiten evaluar los resultados de esa política. El exiguo monto de dólares ingresado al Banco Central (BCRA) en estos 4 meses de vigencia, de 379 millones, es un dato claro de su fracaso, pero no el único: no se consiguió ninguno de los objetivos buscados con el blanqueo.
En el origen del blanqueo están otros fracasos. El gobierno recurrió a él por una sucesión de errores de política económica y de medidas coyunturales equivocadas. Fue una medida de corto plazo que no estuvo destinada a solucionar problemas de fondo sino a emparchar una situación que por su propia acción se había tornado insostenible. La medida en sí, convertida en ley por el Congreso pocos días después de ser anunciada por el Ejecutivo, implicó beneficios concretos para que quienes poseían dinero ilícito y habían incumplido obligaciones legales y tributarias ingresaras sus dólares al Central. En su desesperada necesidad de fondos, el Estado argentino abrió las puertas del país y entregó por ley ventajas legales para dinero ilegal. Con la reglamentación de la autoridad monetaria se estableció que los CEDIN pueden ser endosados y transmitidos antes o después de ser aplicados a inversiones inmobiliarias. De esta forma se pretendió que los CEDIN puedan circular como una especie de cuasi-moneda nominada en dólares.