Por: Andrés Domínguez
El final del blanqueo y su prórroga por tres meses más nos permiten evaluar los resultados de esa política. El exiguo monto de dólares ingresado al Banco Central (BCRA) en estos 4 meses de vigencia, de 379 millones, es un dato claro de su fracaso, pero no el único: no se consiguió ninguno de los objetivos buscados con el blanqueo.
En el origen del blanqueo están otros fracasos. El gobierno recurrió a él por una sucesión de errores de política económica y de medidas coyunturales equivocadas. Fue una medida de corto plazo que no estuvo destinada a solucionar problemas de fondo sino a emparchar una situación que por su propia acción se había tornado insostenible. La medida en sí, convertida en ley por el Congreso pocos días después de ser anunciada por el Ejecutivo, implicó beneficios concretos para que quienes poseían dinero ilícito y habían incumplido obligaciones legales y tributarias ingresaras sus dólares al Central. En su desesperada necesidad de fondos, el Estado argentino abrió las puertas del país y entregó por ley ventajas legales para dinero ilegal. Con la reglamentación de la autoridad monetaria se estableció que los CEDIN pueden ser endosados y transmitidos antes o después de ser aplicados a inversiones inmobiliarias. De esta forma se pretendió que los CEDIN puedan circular como una especie de cuasi-moneda nominada en dólares.
Además de ser una mala medida, el blanqueo ha tenido malos resultados. Sus objetivos eran fomentar el ingreso de divisas y alimentar las reservas del BCRA, aliviar el mercado cambiario y movilizar el mercado inmobiliario. Ninguno de ellos se ha cumplido.
En lo que hace al ingreso de divisas, la cantidad de dinero ingresada es ínfima, y la caída de reservas sigue tanto o más fuerte que antes de la medida. En el último año, el BCRA perdió un total de 8.293 millones de dólares en reservas; y 3.551 millones se perdieron durante los cuatro meses de vigencia del blanqueo. Contrastar esta caída con los 379 millones ingresados por el blanqueo es la muestra más clara de este fracaso. Tampoco se cumplió el objetivo de aliviar el mercado cambiario. La prueba más clara es que desde la puesta en marcha del blanqueo, en el cuatrimestre junio-septiembre, el tipo de cambio oficial se devaluó a un ritmo anualizado de 31,3%. El dólar paralelo, mientras tanto, se mantuvo relativamente estable a partir de las presiones de la Secretaría de Comercio. Finalmente, el blanqueo no parece haber ayudado a movilizar el mercado inmobiliario: a pesar de la entrada en vigor del CEDIN se mantuvo el retroceso del número de escrituras, con una caída interanual de 22% en el mes de julio.
El debate al interior del gobierno a días del vencimiento del blanqueo respecto de su prórroga fue una muestra más del fracaso de esta política. Con prorroga o sin ella el blanqueo demostró que no consiguió sus objetivos. Cabe recordar que en este anuncio el gobierno puso en juego a todo el equipo económico e hizo sancionar esta ley al Congreso. A pesar de eso, sólo consiguió 379 millones de dólares, lo que demuestra que el gobierno se quedó sin margen de maniobra en términos económicos y cambiarios; y que, mientras tanto, rifó su ya escasa credibilidad ante los agentes económicos y la sociedad.
En síntesis, el blanqueo fue una mala medida, injusta, ineficaz para lograr los objetivos planteados, que ha generado malos resultados en el corto plazo, que y socava los incentivos de mediano y largo plazo para cumplir la ley, invertir en Argentina y confiar en las políticas económicas del gobierno nacional y en su capacidad de llevarlas a la práctica eficientemente.
Escrito en colaboración con Juan Cruz López Barrios.