Apenas saliendo del Salón de la Asamblea en la sede de la ONU en Nueva York, el entusiasmo por el discurso del Papa Francisco es palpable. Él habló con líderes de todo el mundo que están aquí para suscribir a los nuevos objetivos de desarrollo que sustituirán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Fue excelente y apropiado que el Papa haya pasado la mayor parte de su tiempo hablando acerca de los mayores problemas que enfrentan los pobres del mundo.
Él señaló acertadamente que debemos permitirles a los más necesitados del mundo escapar de la pobreza y ser “agentes dignos de su propio destino”. El punto central de esto reside en el derecho a la educación, al que el Pontífice se refirió como “la base para la implementación de la Agenda 2030″.
Además de escribir desde Nueva York, también soy el presidente del Copenhagen Consensus, un grupo de expertos que ha pasado los últimos años analizando los nuevos objetivos de desarrollo, y colaborando con las Naciones Unidas para hacer que estos objetivos sean más eficaces.
Si bien es muy bueno que el Papa centrara la atención en cómo ayudar a los pobres, es una pena que él no aprovechara la oportunidad para pedir a los líderes que revisen sus planes para los llamados “Objetivos del Milenio” que aunque fueron generados con la mejor de las intenciones, son profundamente defectuosos. Continuar leyendo