Por: Bjørn Lomborg
Apenas saliendo del Salón de la Asamblea en la sede de la ONU en Nueva York, el entusiasmo por el discurso del Papa Francisco es palpable. Él habló con líderes de todo el mundo que están aquí para suscribir a los nuevos objetivos de desarrollo que sustituirán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Fue excelente y apropiado que el Papa haya pasado la mayor parte de su tiempo hablando acerca de los mayores problemas que enfrentan los pobres del mundo.
Él señaló acertadamente que debemos permitirles a los más necesitados del mundo escapar de la pobreza y ser “agentes dignos de su propio destino”. El punto central de esto reside en el derecho a la educación, al que el Pontífice se refirió como “la base para la implementación de la Agenda 2030″.
Además de escribir desde Nueva York, también soy el presidente del Copenhagen Consensus, un grupo de expertos que ha pasado los últimos años analizando los nuevos objetivos de desarrollo, y colaborando con las Naciones Unidas para hacer que estos objetivos sean más eficaces.
Si bien es muy bueno que el Papa centrara la atención en cómo ayudar a los pobres, es una pena que él no aprovechara la oportunidad para pedir a los líderes que revisen sus planes para los llamados “Objetivos del Milenio” que aunque fueron generados con la mejor de las intenciones, son profundamente defectuosos.
El Copenhagen Consensus les encargó a equipos de economistas que revisen las 169 metas de desarrollo, ahora conocidas como Objetivos del Milenio. Estos objetivos van a dirigir un monto estimado de $2,5 billones en gastos para el desarrollo hasta el año 2030, así como incontables miles de millones en los presupuestos nacionales, por lo que es importante que los entendamos correctamente. Un gran problema es que 169 objetivos es simplemente demasiado.
Cuando los investigadores del Copenhagen Consensus analizaron los objetivos en sus campos (como agua y saneamiento, desnutrición, o contaminación atmosférica), hallaron resultados sumamente variables: cuando se traducen en términos económicos, algunos aportarían muy poco beneficio social y otros lograrían una cantidad enorme de beneficios.
Un análisis realizado por un panel que incluye varios economistas premios Nobel estableció que la reducción de la lista de objetivos de desarrollo a apenas diecinueve entre las inversiones más importantes generaría cuatro veces más beneficio que tratar de cumplir todos los 169.
Las políticas inteligentes que realmente harían la gran diferencia para los más pobres del mundo incluyen cosas como impulsar el comercio internacional, lograr el acceso universal a la anticoncepción y la planificación familiar, y centrarse en erradicar la desnutrición.
Durante los próximos días, los líderes mundiales que están aquí van a hablar de los Objetivos del Milenio y luego los votarán para que entren en vigencia. Quedan muy pocos días para precisar los 169 objetivos hasta lograr algo que verdaderamente ayude, fundamentalmente a los pobres del mundo.
Durante los próximos dos días, voy a escribir aquí desde la Asamblea General de la ONU, discutiré el progreso que hacen los líderes mundiales, y exploraré con mayor profundidad cuáles de los objetivos de desarrollo harían la diferencia más grande para el planeta.