Desnutrición y salud en la agenda mundial

En los pasillos de la cumbre de la ONU en Nueva York, es evidente que todo el mundo quiere cosas diferentes del próximo conjunto de objetivos mundiales de desarrollo. Sin embargo, cada líder en el podio nos dice cuán grandes serán los objetivos de desarrollo para la humanidad y para el planeta.

Pero, demos un paso atrás y consideremos a las personas que no asisten a las elegantes reuniones en Manhattan.

En los últimos meses, el Copenhagen Consensus Center – el equipo de expertos del que soy presidente – ha trabajado con investigadores y periodistas locales para darles voz a aquellos que no están invitados a subir al podio aquí en Nueva York.

Una historia que resonó en mí desde el momento en que la escuché, es la de Khalida Dilawar, que vive en un asentamiento informal llamado Naeem Gardens en Shahdarh ciudad en el norte de Lahore, Pakistán.

Es un área de pobreza endémica, en un país donde el Banco Mundial estima que un 22% son pobres y UNICEF cree que un poco más de la mitad de los adultos sabe leer.

La desnutrición es un reto diario – los lugareños incluso tienen su propia palabra, sooka, para los síntomas de desnutrición severa.

Cuando hablamos en agosto con la joven de 25 años, ama de casa y madre de cinco hijos, Khalida Dilawar, ella nos dijo que su hija menor Amana – de menos de dos años- sufría de sooka.

“Mi pequeña hija está muy enferma”, dijo. “Cada día que pasa está perdiendo peso. Ella ha estado floja desde hace bastante tiempo, y está cada vez más delgada y es muy preocupante para mí.” La niña estaba pálida, con bajo peso, delgada, sin fuerza, somnolienta; su cabello estaba frágil.

La única fuente de alimento de Amana es la leche materna de su madre. Los ingresos de la familia no alcanzan para leche o mantequilla. “Yo no como mucho”, dice Khalida.

La familia sobrevive con los ingresos de su esposo de alrededor de 500 rupias al día (USD $4.80) como conductor de rickshaw (bicitaxi). “Ahorramos algo de dinero todos los días, y cuando se junta una cantidad atractiva compramos fruta una o dos veces al mes. Ahora esto no es posible, porque necesitamos algo de dinero para el tratamiento de nuestra hija.”

Cuando se le preguntó acerca de sus prioridades, Khalida tiene expectativas básicas. “La comida es una gran preocupación”, dice. Y, “mis aspiraciones son que mis hijos adquieran la mejor educación. Quiero ser propietaria de una casa donde podamos vivir una vida saludable.”

Khalida no es la única en señalar que la salud es una prioridad. En realidad estos objetivos son similares a los que hemos escuchado de casi todos nuestros entrevistados, ya sea en Kenia, Belice o Filipinas. Y reflejan los resultados de una encuesta de la ONU que pidió a la gente clasificar sus principales prioridades antes de los Objetivos Mundiales. Más de 8 millones de personas han respondido hasta ahora, y las principales prioridades – entre las dieciséis opciones – son una mejor educación y salud, y una mayor seguridad alimentaria.

La investigación del Copenhagen Consensus muestra que ayudar con la desnutrición es una de las mejores formas de dar asistencia para el desarrollo. Una mejor nutrición resulta en un mejor desarrollo cerebral. Con una pequeña inversión ahora, Amana y otros como ella tienen más probabilidades de permanecer en la escuela más tiempo y aprender más. La experiencia demuestra que, debido a que la nutrición permite una mejor educación, sus ingresos en la adultez podrían elevarse un 60% por encima de los que podría ser de otra forma. En esencia, esto podría significar que los hijos de Amana, a su vez, no tendrán que sufrir de desnutrición.

Cuando nuestros investigadores calcularon los beneficios en términos económicos de centrarse en los objetivos de desarrollo de la desnutrición, encontraron que cada dólar invertido en este tipo de intervenciones se traduciría en alrededor de $45 de beneficios a la sociedad.

La desnutrición y la salud están en la agenda aquí en las Naciones Unidas. Pero con 169 objetivos, se pierden entre todo lo demás – como los objetivos que hacen alusión al turismo sostenible y la pesca artesanal y los beneficios de los buenos puestos de trabajo para todas las personas en el planeta.

Aquí en Nueva York, hay una gran buena voluntad, un montón de palabras atractivas, y un montón de gente que quiere hacer todo lo mejor. Pero el dinero gastado en objetivos bastante ineficientes es dinero que no se puede invertir para ayudar a Amana de forma tal que haga una diferencia notable.

Amana es la razón por la que debemos priorizar nuestros objetivos, de modo que en 15 años a partir de ahora, ella pueda contar una historia mejor que la de su madre.

Evidencias de un mundo mejor

¿Cómo le está yendo al mundo? Responder a esta pregunta ha conducido durante siglos a discrepancias entre pesimistas y optimistas. En 1798, Thomas Malthus pronunció un famoso discurso para los pesimistas, prediciendo que amplios sectores de la humanidad permanecerían en un estado de hambruna ya que la población siempre crecería más rápido que la producción de alimentos. Tales preocupaciones se entrelazaron en el enormemente influyente libro publicado en 1972, Límites al crecimiento (Limits to Growth), que predijo un mundo que se despoja de alimentos y materias primas mientras se sumerge en la contaminación. Este panorama sombrío tiene una influencia profunda en el movimiento ambientalista hasta el día de hoy.

Los optimistas, por su parte, han argumentado animadamente que no hay necesidad de preocuparse y que todo está mejorando. Quizás sea el momento de echar un vistazo a las evidencias. Junto con 21 de los economistas más importantes del mundo, he intentado hacer simplemente eso al crear un cuadro de mando integral (scorecard) desde 1900 hasta 2050. A través del análisis de diez áreas importantes, tales como contaminación o biodiversidad, hemos estimado el costo relativo del problema en el año 1900. Luego en 1901, 1902 y así sucesivamente hasta 2013, con predicciones hacia 2050.

Utilizando valoraciones económicas clásicas de todos los aspectos, desde la pérdida de vidas humanas y las deficiencias en la salud, hasta el impacto del analfabetismo en los ingresos, la pérdida de humedales y el aumento de los daños de huracanes por el calentamiento global, los economistas muestran cuánto cuesta cada problema. Para estimar la magnitud del problema, estas valoraciones se comparan con el total de los recursos disponibles para corregirlo. Esto nos da el problema tal como se expresa en términos de porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB).

Las tendencias expresadas a continuación muestran algunos resultados sorprendentes. En general, dejan en claro que hay una posición realista entre los extremos: desde 1900 el mundo se ha convertido en un lugar asombrosamente mejor y, al parecer, continuará mejorando hacia 2050.

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