La grandeza de Mandela

Nelson Mandela, una de las figuras más nobles y admirables del siglo XX, fue amigo de Fidel Castro. ¿Y qué? David Rockefeller también presumía de los mismos lazos. Carlos Andrés Pérez, hasta poco antes de exiliarse, pensaba que Fidel era amigo suyo. Al fin y al cabo, cuando Hugo Chávez en 1992, trató de derrocarlo a tiros, y dejó decenas de muertos en las calles de Caracas, Fidel le mandó un mensaje de solidaridad a CAP y condenó la acción fascista del teniente coronel.

Se ha dicho muchas veces: la política hace extraños compañeros de cama. (Groucho Marx aseguraba que no era la política, sino el matrimonio lo que hacía extraños compañeros de cama, pero ésa es otra historia). Mandela tenía buenas razones para mostrarse agradecido al dictador cubano. Fidel había sido intensamente solidario con quienes se oponían al apartheid, aunque liquidar la segregación racial era más una coartada política lateral que el objetivo básico de La Habana.

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Triunfa Chávez y se consolida Capriles

Me tocó pasar la jornada electoral en un popular restaurante de Miami rodeado de venezolanos convocados por Alexis Ortiz y Pedro Mena, dos líderes del exilio representantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), quienes hicieron una espléndida labor en los comicios recientes. Me tocó, también, ver a muchos venezolanos que lloraban ante el triunfo de Chávez, pues algunos encuestadores esta vez los habían convencido de que la oposición conseguiría derrotarlo. Hasta media hora antes de conocerse los datos oficiales, circulaba la información de que varias encuestas al pie de urna le daban la victoria a Capriles.

¿Por qué ganó Chávez pese a su lamentable labor como gobernante? Vladimir Gessen, un notable psicólogo y político venezolano, supone que Henrique Capriles perdió las elecciones porque no supo o quiso mantener la sensación de unidad nacional que con que ganó las primarias. Debió hacer la campaña –escribió–, junto al resto de los líderes a los que derrotó en las elecciones internas convocadas por la MUD.

Sin rechazar esa hipótesis, mi impresión es que hubo otros cuatro factores decisivos:

  • Chávez, con su característico estilo de caudillo latinoamericano, ha conectado emocionalmente con una parte sustancial de los venezolanos. Fuera de ese ambiente puede resultar un tipo ridículo, incluso cómico, pero en esa atmósfera mucha gente lo percibe como un fenómeno casi religioso.
  • Ha creado una fuerte relación clientelista con una parte del electorado venezolano perteneciente a los copiosos sectores D y E del país. Como el argentino Perón y el PRI mexicano demostraron, se puede gobernar mal durante mucho tiempo y seguir siendo popular y exitoso. Los niveles sociales bajos conforman las dos terceras partes del electorado venezolano. Ésa es su cantera de votos y lo será mientras esperen dádivas del pintoresco líder.
  • Las inmensas ventajas preelectorales de Chávez hacen muy difícil derrotarlo. Es el amo de la televisión y la radio, medios a los que encadena cada vez que desea. Por cada minuto de televisión al alcance de Capriles, Chávez disponía de cincuenta.
  • Chávez poseía y utilizaba los recursos ilimitados que le proporciona el petróleo por medio de PDVSA, su gran financista, más todos los instrumentos del Estado.

 

En esas circunstancias, lo asombroso es que un joven político latinoamericano, con mínimos recursos y en una clarísima desventaja, Henrique Capriles Radonski, alcanzara prácticamente el 45% del voto popular, algo más de seis millones de venezolanos, convirtiéndose en el adversario, hasta ahora, que más respaldo ha suscitado entre sus compatriotas y en la cabeza de una oposición mucho mejor vertebrada.

Si la MUD consigue mantener la unidad de los demócratas, y Capriles logra  vencer la desmoralización que usualmente generan estas derrotas y persuade a los venezolanos de que ha sido una proeza reunir a casi la mitad del país tras la causa democrática, ésa es la fuerza política que gobernará a Venezuela en un mediano plazo.

La próxima cita electoral es en diciembre próximo. En esa fecha se discutirán las gobernaciones de los estados regionales y la composición de los parlamentos de estas entidades federales. Para la oposición es muy importante mantener algunas de la zonas de poder que ya controlan e incrementar la autoridad sobre nuevos espacios geográficos, mientras se preparan para el día en que puedan conquistar la presidencia. Henrique Capriles, que hoy es inmensamente conocido, popular y respetado en el país, haría muy bien en continuar la campaña por toda la geografía en beneficio de los candidatos de la oposición, para ayudarlos a triunfar y para mantener la vigencia de su liderazgo.

¿Cuándo será ese día del gran triunfo? No está lejos. Con la oposición con un 45% del voto, es sólo cuestión de tiempo. Esa es casi la mitad del país. No obstante, a corto plazo depende del grave cáncer que padece Hugo Chávez. Cuando Franco, ya muy viejo, agonizaba, los españoles hablaban de “la solución biológica”. En Venezuela acaso suceda algo parecido. No sé si será la solución, pero probablemente será el punto de partida del fin del chavismo. El caudillo se llevará a la tumba su legado.

Chávez y la trampa contra Capriles

Parece inevitable que Henrique Capriles saque muchos más votos que Hugo Chávez en las elecciones del 7 de octubre próximo en Venezuela. La última encuesta de Consultores 21, una empresa extremadamente fiable, arroja un empate real entre ambos candidatos. Chávez aparece con 45,9 por ciento de los votos y Capriles con 45,8. La tendencia de Chávez es a declinar. La de Capriles es ascendente. Pero hay otro dato clave medido por Alfredo Keller, un prestigioso escudriñador de la opinión pública: entre un 16 y un 20 por ciento de los encuestados tienen miedo y ocultan o tergiversan sus verdaderas intenciones de voto. Le temen, naturalmente, al gobierno, no a la oposición.

Como me dijo Eric Ekvall, un notable asesor político que hace años llegó a Venezuela en el equipo de Joe Napolitano, el mejor estratega de campañas que se recuerda (el de John F. Kennedy) y allí se quedó: “El Flaco Capriles se ha convertido en un candidato extraordinario. Donde llega, arrasa. Tiene el impacto emocional de un rock star. Transmite una imbatible imagen de juventud, seguridad y decencia. Chávez, en cambio, está física y políticamente agotado. Después de 14 años de mentiras ya no le creen nada. El incidente de la hidroeléctrica en el que los obreros lo callaron con sus gritos ante las cámaras de la televisión es todo un ejemplo de la verdadera percepción popular”.

Tiene sentido. Los venezolanos poseen razones para sentirse profundamente insatisfechos con la minuciosa incapacidad de Hugo Chávez. Cuando se les pregunta cuál es el principal problema del país, de forma casi unánime responden que es “la inseguridad”. Durante la presidencia de Chávez han muerto violentamente muchos más venezolanos (150.000) que soldados norteamericanos en las guerras (sumadas) de Corea, Vietnam e Irak.

Los asesinatos, secuestros express y extorsiones forman parte de la aterrorizada vida cotidiana de los venezolanos. ¿Cómo la sociedad puede sentirse protegida si en las cárceles, un universo cerrado y supuestamente controlado por el gobierno, las bandas de matones, sin duda asociadas a la policía, se enfrentan con armas largas y dejan 26 muertos en sólo una batalla? Eso no es un país, sino un matadero.

“El problema –me sigue diciendo Eric Ekvall— es que el gobierno de Chávez no va a reconocer la victoria de Capriles. Prepara un fraude monumental basado en la manipulación de las computadoras. Hay dos millones de votantes virtuales, realmente inexistentes, que pueden distribuir a su antojo la noche de las elecciones, como ya hicieron en el referéndum revocatorio del 2004. Esa consulta la perdió Chávez 59 a 41, pero sus técnicos invirtieron los resultados. Las elecciones por computadoras son el medio ideal para cometer fraude”.

Inmediatamente, me entrega un ejemplar del número de noviembre de 2011 de la prestigiosa revista académica norteamericana Statistical Science. Trae seis impecables y convincentes estudios de matemáticos y físicos de primer rango universitario que demuestran por qué y cómo, realmente, Chávez perdió esa consulta (que le costaba el poder), pero alteró los resultados para continuar mandando contra la voluntad democrática de sus compatriotas. El fraude se comete en el Registro Electoral. Mientras en la última década la población ha crecido un 14 por ciento, el Registro Electoral lo ha hecho un 58. Ahí se cocina la trampa.

La manera política de “vender” el fraude, de acuerdo con la opinión de este experto en procesos electorales, la inventó el PRI mexicano hace muchos años. Primero, unos encuestadores contratados para esos fines innobles presentan ciertos resultados falsos que “demuestran” la abrumadora preferencia de los votantes por Chávez. Segundo,  el aparato de propaganda del gobierno machaca a la opinión pública con esa información, mientras una serie de mensajeros de alto rango salen a comunicar los resultados previstos a todos los centros de poder internacionales. Tercero, los resultados de los comicios se ajustan a las previsiones. Ya no hay shock cognitivo que despierte sospechas. Ocurrió lo que, supuestamente, afirmaban las encuestas.

“¿Hay manera de evitar esa estafa monumental –pregunto?”. Ekvall me responde tajantemente: “Sólo si Capriles logra reclutar 200.000 activistas dispuestos a custodiar permanentemente los resultados de las 150.000 máquinas de votar, y si él, sus partidarios y las instituciones que lo apoyan, están dispuestos a no dejarse robar las elecciones a ningún precio, cualquiera que sea el sacrificio que haya que realizar. No estoy seguro de que logre reclutar esa masa de activistas. Capriles tiene votantes y simpatizantes, no militantes duros y decididos”.

Ése es el panorama. Dios coja confesados a los venezolanos.