Colombia y la farsa de la reconciliación

El presidente Juan Manuel Santos ha llevado a algunas víctimas a La Habana para que se reconcilien con sus verdugos. La idea detrás de la ceremonia se origina en las terapias sicológicas. Es una extensión de los procesos de sanación de las parejas en las que se produce un agravio severo. Quien cometió la falta asume la culpa, se arrepiente, y la víctima perdona. A partir de ese punto retoman la relación y, poco a poco, se restauran los vínculos emocionales. Sin ese proceso es difícil la recuperación de la confianza en el otro.

El problema de ese modelo de terapia es que sólo funciona entre individuos, no colectivamente. Es probable que las víctimas realmente perdonen, porque se liberan de la angustia que producen el odio y el deseo de venganza. No obstante, es muy raro, casi inexistente, el arrepentimiento de quienes cometen crímenes contra “enemigos de clase” mientras luchan por causas que a ellos les parecen justas.

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Yoani y la libertad

Yoani Sánchez visita Miami. Es la escala más difícil de su largo periplo. En todas partes, como los toreros consagrados tras una buena faena, ha salido en hombros de la multitud. En Florida también triunfará, pero le costará un poco más de trabajo.

Me da la impresión de que la inmensa mayoría de los cubanos la quiere y respeta –estoy entre esos admiradores–, pero no faltan los que la adversan por distintas razones, con frecuencia totalmente irracionales.

Yoani ha dado docenas de charlas, concedido cientos de entrevistas, y se ha enfrentado muy exitosamente a las turbas de simpatizantes de la dictadura castrista enviadas por la embajada cubana en cada sitio donde ha sido invitada a hablar. En más de medio siglo de tiranía, nadie ha sido más eficaz en la tarea de desmontar los mitos del régimen y mostrar la miserable forma de vivir de los cubanos.

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Cuba: cómo se encubrió el crimen de Carromero

El régimen de Raúl Castro quiere cambiar la percepción general sobre Cuba. Está empeñado en transmitir la imagen de que enla Isla se están produciendo cambios fundamentales, pero no es verdad.

Los cubanos tienen más facilidades para hablar por teléfono, o para entrar en los hoteles, restaurantes y tiendas que antes estaban reservados para los turistas. Pueden abrir minúsculas empresas familiares de servicio, o se les permite explotar en régimen de usufructo pequeñas parcelas de tierra para producir alimentos, pero nada de esto es esencial.

Ésas sólo son minucias encaminadas a aliviar las nefastas consecuencias económicas de un sistema totalmente improductivo en lo material y cruelmente desagradable en el terreno emocional.

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