Los dos errores económicos que debe pagar el kirchnerismo en el Congreso

Esta semana el Gobierno enviará al Congreso —la iniciativa entraría por la Cámara de Diputados— el proyecto de ley para derogar la ley cerrojo y la ley de pago soberano para poder acordar con los bonistas que no entraron a los canjes de 2005 y 2010. La derogación de estas dos leyes es fundamental para salir de un problema que Argentina arrastra desde que cerró el canje II, en septiembre de 2010.

Considerando los acuerdos que ha logrado el Ministerio de Hacienda y Finanzas con gran parte de los acreedores que no entraron a los canjes, el Gobierno necesita la derogación de esas dos leyes para reestructurar definitivamente la deuda en default originada desde el 2001 y que le ha traído grandes problemas a la Argentina, como los que detalló el presidente Mauricio Macri en su discurso para abrir las sesiones del Congreso de la Nación.

La ley cerrojo, aprobada en febrero de 2005, impide que el Estado argentino les ofrezca a los acreedores que no entraron en los canjes de 2005 y 2010 mejores condiciones que a los tenedores de bonos que habían aceptado la reestructuración de deuda. Establece además que el Poder Ejecutivo no podrá reabrir el proceso de canje de bonos después del 25 de febrero de 2005 ni efectuar cualquier tipo de transacción judicial, extrajudicial o privada respecto de esos bonos, y aquellos papeles que no se hayan canjeado hasta ese día serán retirados de todas las bolsas y los mercados de valores en los que estuvieran cotizando. Con esta ley, el Poder Ejecutivo se reservó también la potestad para negociar la deuda en razón de la delegación de facultades cedida por el Congreso de la Nación.

Lo curioso es que fue suspendida en octubre de 2010, cuando el ministro de Economía, Amado Boudou, logró la aprobación de un proyecto de ley enviado al Congreso para suspenderla transitoriamente y lanzar el canje II de la deuda con el que la Argentina llegó a un 93% de aceptación por parte de los bonistas, pero dejó un 7% afuera. Estos bonistas, los holdouts, empezaron a litigar contra la Argentina y lograron ganar un juicio en la Corte de Nueva York que condenó al Estado argentino a pagar unos 1.330 millones de dólares por la aplicación de la cláusula pari passu que implica un trato igualitario para los acreedores que no entraron en los canjes I y II.

El gran inconveniente es que, con esta ley, el Estado argentino trabó las reaperturas de canjes de deuda y es la principal culpable de los juicios originados por los holdouts a la Argentina, la mayoría iniciados en la Corte de Nueva York, en el Juzgado del juez Thomas Griesa. En caso de haber quedado abierto el canje II, más bonistas hubieran entrado, pero por orden de la presidente Cristina Fernández de Kirchner el canje se cerró definitivamente en octubre de 2010. Este fue el primer error del kirchnerismo en la reestructuración de la deuda iniciada con el canje I del 2005. Esto provocó que de una deuda no canjeada original de unos seis mil millones de dólares pasara a un valor de unos veinte mil millones de dólares.

No conforme con eso, el kirchnerismo logró, en septiembre de 2014, aprobar en el Congreso la ley de pago soberano, el segundo gran error del kirchnerismo. En particular, porque agravó el problema original. Esta ley autorizó al Gobierno el reemplazo del Bank of New York (BONY) por Nación Fideicomisos para el pago en Buenos Aires de la deuda reestructurada, pero fue un fracaso total. Ese reemplazo fue ideado para evitar una orden del juez Thomas Griesa que le impedía a la Argentina pagar a los bonistas en el exterior. Lo que se logró fue que quedaran depositados en la Argentina en cuentas del Banco Central unos tres mil millones de dólares que no pudieron ser pagados a los bonistas.

El cambio de la sede de pago y la salida del BONY, una idea del ex ministro de Economía, Axel Kicillof, no resolvió el  litigio que Argentina tenía con los holdouts. Muy por el contrario, lo agravó. Provocó que los bonistas que habían entrado a los canjes I y II, que estaban cobrando los intereses y las amortizaciones, los llamados holdin, dejaran de cobrar por no aceptar el cambio en la jurisdicción extranjera que establecía las condiciones de los bonos reestructurados en lugar de la jurisdicción local. Fue una iniciativa innecesaria, porque cambiar la jurisdicción y el banco pagador no resolvió el problema original, que es una sentencia definitiva para pagarles a los bonistas unos 1.300 millones de dólares por la aplicación del pari passu ordenada por el juez de Nueva York en noviembre de 2012. Por lo tanto, para resolver el problema que generó, una ley debe ser derogada por el Congreso de la Nación.

Los modales del ministro Kicillof

La famosa frase de Néstor Kirchner “¿Qué te pasa Clarín, ¿estás nervioso?” es un buen ejemplo para comenzar esta columna. En ese caso no está dirigida al grupo dirigido por Héctor Magnetto, sino al ministro de Economía, Axel Kicillof, quien cuando lo sacan de su libreto está cerca de sufrir un ataque de nervios o de pánico.

En los últimos años del gobierno de Cristina Fernández, cuando ministros de Economía como Amado Boudou o Hernán Lorenzino anunciaban buenas noticias ante micrófonos, lucían contentos y hasta rozagantes, con ganas de hablar de los temas referidos a su cartera. Lamentablemente, este no es el caso de Kicillof, quien cuando sube al estrado para anunciar un resultado positivo como el éxito de los Precios Cuidados para bajar la inflación, se transforma ante las preguntas de los periodistas que concurren a sus conferencias de prensa. El ministro logra que estas instancias se transformen en una especie de boomerang ya que le juegan en contra por su mal humor y soberbia manifiesta. Es importante que tome conciencia del rechazo que genera frente a los periodistas que escuchamos sus palabras y luego debemos comentarlas en la prensa oral y escrita.

Es realmente sorprendente cómo la cara del joven ministro, que hasta luce simpático antes de disertar sobre el tema del día, comienza a transformarse al estilo del Mr. Hyde creado por el Dr Jekyll o el Frankenstein de Mary Shelley. Es increíble su metamorfosis cuando le cambian el libreto. No se parece en nada al profesional destacado, al joven graduado con medalla de oro en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y solo superado en promedio por el dirigente montonero Mario Eduardo Firmenich. En realidad, parece un chico de mal carácter, enojado y muy mal educado.

En particular el ministro se exaspera y entra en estado de shock con las preguntas de los periodistas del Grupo Clarín. En este caso le tocó a la amable profesional de Radio Mitre, Mariel Di Lenarda, quien en tono cordial solo preguntó por un tema que está en boca de todos. “¿Ministro, quería saber que pasará con el mínimo no imponible?” preguntó la cronista, desatando la ira de Kicillof. “No sé si también quiere preguntarme sobre quién ganará el Mundial 2014 de Brasil o sobre el sexo de los ángeles”, fue su respuesta. Pero no contento con ello, agredió intelectualmente a la periodista y al resto de quienes lo escuchábamos por no “no tener la capacidad de hacer preguntas con respecto al tema” y mostrando además una falta total de galantería hacia una dama que preguntaba en tono cordial y con respeto.

Kicillof aclaró que él no estaba para responder preguntas que no forman la agenda del día como lo hizo también su correcta jefa de prensa, Jessica Rey, quien debe obedecer las órdenes del ministro. La historia muestra que tanto Roberto Lavagna, la expulsada Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau y hasta Carlos “El Mudo” Fernández se caracterizaron por tratar bien a los periodistas que concurren  a las conferencias enviados por sus respectivos medios. Estos a veces deben estar desde muy temprano y en muchos casos no pueden preguntar porque no entran en la short list que integran solo los primeros cinco periodistas que se anoten.

Quizas Kicillof debería manejar sus nervios en cada conferencia de prensa, o hacer una especie de media training, y ante preguntas que no están en la agenda, tratar de responderlas como han hecho siempre sus antecesores. La suba de los “Precios No Cuidados”, la baja de las tasas de interés, una futura devaluación del peso parecida a la de enero, el inminente pago al Club de París y la pelea con los Fondos buitre. Por ese motivo es probable que si Nestor Kirchner viviera, tal vez le preguntara al ministro ¿Qué te pasa Axel Kicillof,  estás nervioso?