Toda elección, conlleva dos instancias: la difusión de los resultados y su interpretación.
Los números, puros y duros, en elecciones limpias como sucede en Argentina, no suelen ser sometidos a interpelación, salvo en algún caso excepcional.
En cambio, la interpretación de los resultados suele traer más polémica y tener más aristas. Los analistas, periodistas y encuestadores listan ganadores y perdedores, enumeración que llamativamente suele contener a actores políticos que no participaron como candidatos pero que en verdad pueden quedar debilitados o fortalecidos con los resultados en el gran juego de la política.
En las elecciones de este año en Argentina, se suma otro factor a los datos y a su interpretación, que es la apropiación de los resultados: es decir, qué candidato presidencial puede decir “ganó mi candidato”, un inventario que se supone sumará en octubre. Continuar leyendo