Finalmente terminó el cepo cambiario. Los grilletes de la esclavitud a la que el aparato productivo estuvo sometido cuatro años cayeron en una tarde de liberación. Obviamente, falta mucho para que la Argentina sea un país normal, no sólo en general —lo que es obvio—, sino en materia de compra y venta de divisas.
Lo que ocurrió ayer puede describirse como una enorme operación de retroactividad a las condiciones imperantes en octubre de 2011, cuando la iracundia suicida se apoderó de la señora de Kirchner. Esas condiciones estaban lejos de ser las de un país completamente libre, pero, al menos, no contenían las características de irracionalidad que siguieron al establecimiento del cepo.
Para empezar, la Argentina sigue siendo un país con control de cambios, es decir, un lugar donde todos los importadores y los exportadores del país tienen que pasar por el Banco Central (BCRA) para negociar sus dólares. Ese es un requisito de libertad condicional que también debería desaparecer con el tiempo. Continuar leyendo