El éxtasis de despliegues policiales en el microcentro en busca de supuestas operaciones ilícitas con divisas y con bonos contrasta sugestivamente con la manifiesta liviandad que la sociedad observa del gobierno cuando tiene que perseguir asesinos, ladrones, violadores y secuestradores.
Parecería que, en este último caso, aquella enjundia que comprende el accionar conjunto y coordinado de varias agencias gubernamentales, deja paso a un notorio desdén que termina con argentinos muertos y con historias de desgracias cotidianas, sin que haya nunca ningún responsable tras las rejas.
Para el gobierno el delito no es la amenaza que se despliega cada vez que sale el sol sobre la vida y la propiedad de millones de indefensos, sino las conjuras que el mismo oficialismo imagina se tejen detrás de los cortinados de las “cuevas”. Y allí promete caer “con todo el peso de la ley”. Continuar leyendo