El pan y circo no alcanza

La noria vuelve al punto de partida. La “Pax Cambiaria” de estos últimos dos meses parece estar llegando a su fin. El experimento “fabreguista” que consistió en llevar la tasa de interés a las nubes para secar la plaza de pesos y con eso contener el dólar blue no fue acompañado por ninguna medida sobre el fondo de los problemas. Al ministro estrella del gabinete, Axel Kicillof, que sería un “genio” según la Presidente, le parece más atinado hablar del racismo clasista de los argentinos antes de solucionar el problema de los pobres que él dice representar. 

El analgésico disimuló la fiebre y todos andaban muy contentos porque la magia parecía dar resultados: no tenemos que hacer ninguno de los esfuerzos grandes que requeriría solucionar el problema verdaderamente y de todos modos estamos obteniendo los resultados que queremos, es decir que el enfermo no tenga fiebre.

Pero nada es permanente en el mundo de los analgésicos. Y además suelen tener efectos colaterales. Luego de dos meses de dosis abundantes de aspirinas y antiinflamatorios, al paciente le empezó a molestar el estómago, sus niveles de coagulación sanguínea se modificaron y todo el mundo empezó a alarmarse.

El nivel de actividad económica cayó, empezaron las suspensiones y los despidos; entonces se encendieron las alarmas. Había que terminar el jueguito de las tasas, la orden al Central debía ser bajarlas. Mientras se anunciaron más planes y más gasto.

Entonces la infección básica reapareció, y con ello las consecuencias obvias de la fiebre alta. Se disparó el tipo de cambio blue y ahora pasa los $ 12, volvieron las minidevaluaciones del oficial, superando los $ 8.07, se volvió a abrir la brecha entre ambos y regresaron los perfumes del verano.

Lo que está causando todo este desbarajuste es una cadena de impecable lógica económica que, sin embargo, los cráneos de la economía se niegan a aceptar. La inflación presiona el tipo de cambio porque cuando se pretende frenarlo artificialmente las tasas aseguran unos retornos en dólares que ninguna actividad productiva puede empatar. Como consecuencia de ello, la bicicleta financiera arroja gente a la calle, en medio del gobierno “nacional y popular”. La inflación a su vez está causada por la emisión que, o se seca a fuerza de tasas o se libera y se va a precios o a hacer presión sobre el tipo de cambio. Y la emisión está causada por el gasto improductivo y estrafalario en que la Presidente ha embarcado al país desde que tomó el gobierno en 2007, continuando la tendencia que su esposo había inaugurado 2 años antes cuando despidió a Lavagna.

Ese gasto desaforado desencadenó la presión impositiva insoportable, la crisis con el campo y la estatización de las AFJP. Nada de eso alcanzó, entonces se recurrió a la máquina de hacer billetes, lo que aceleró el proceso en el que estamos.

Si el gobierno no para su demagogia y deja de gastar, la bola de nieve acabará con nosotros, empezando por aquellos destinatarios iniciales de la demagogia. Es curioso pero quienes primero perecerán por los desmanejos causados por la mala praxis económica son aquellos a los que hipócritamente el gobierno dice defender, en nombre de los cuales no reparado siquiera en lanzar divisiones clasistas, frases que, una vez dichas, no se puede controlar sus consecuencias; en fin, lo que sea necesario, con tal de no frenar la demagogia y una ideología paleontológica.

El nivel de gasto público crece más de 10 puntos por encima de la recaudación a una tasa que supera el 40%. Este desbarajuste fiscal está en la base de los problemas que tenemos. Frente a ello el gobierno sólo atina a buscar culpables entre los que describen el problema y a radicalizar su discurso hacia variantes de clase que el mundo ha dejado atrás hace décadas.

El verso de los pobres, los negros, los excluidos, los marginados, como una consecuencia de la maldad de la oligarquía, ya no convence a nadie: el gobierno “nacional y popular” hace 11 años que tiene el poder absoluto del país. Ha embarcado a la Argentina en un proceso de concentración del poder y de la riqueza pocas veces visto y ha despilfarrado una fortuna de recursos provenientes de condiciones internacionales que ingresaron al país a pesar de todo lo que el gobierno hizo para convertir a la Argentina una isla separada del resto de la Tierra.

Ahora, según ha confesado increíblemente el Jefe de Gabinete, se espera la salvadora irrupción del Mundial de Fútbol para tener la esperanza de que la gente se olvide de que su plata no vale nada y hable de otra cosa. Capitanich, el día en que en el medio de un circo político que no imitó ni siquiera Irán en ocasión de presentar la lista de 30 jugadores, dijo que “en el próximo mes no se hablará de otra cosa que no sea de fútbol en la Argentina, lo cual coincide con nuestra pasión y con nuestro interés”, como si el gobierno estuviera deseando la llegada de ese otro analgésico para hacer de cuenta que los problemas se pueden resolver por el mero hecho de taparlos.

Es una pena que se eche mano de estos disimulos para seguir engañando a todos. Me ha tocado escuchar a muchos –con los que no comparto ni una letra- decir que prefieren que la Argentina no avance en la Copa del Mundo con tal de que el gobierno no encuentre una excusa para desviar la atención de la gente. Me parece que ya no es necesario. La gente podrá seguir siendo fiel a su pasión sin por ello dejar de percibir que toda la mentira populista se ha terminado. No hay espacio para el “pan y circo”. Disfrutaremos lo que podamos el “circo” sin dejar de saber, por ello, que la política socioeconómica del gobierno destruyó la fábrica de “pan”.

El juicio de la historia será insuficiente

En una nueva vuelta de tuerca de su sesgo incendiario, el gobierno, a través del jefe de gabinete, culpó a los “empresarios y comerciantes” por la suba de los precios, acusándolos de “antipatriotas y de inescrupulosos desestabilizadores”, dando por sentado que los trabajadores y jubilados de la Argentina, sabían de lo que hablaba. Agregó que ese comportamiento daba vergüenza.

Capitanich pareció olvidar aquella vieja teoría de la psicología que dice que cuando uno habla, habla de uno, porque efectivamente el que está dando vergüenza es él. Lo último que necesitaba la piel argentina en este momento de desasosiego, cuyo único culpable es el gobierno, era un balde de odio y acusaciones rencorosas de unos contra otros para seguir avivando un fuego divisorio que, con los ingredientes que el gobierno se ha encargado de mezclar, podría resultar explosivo.

La irresponsabilidad del gobernador del Chaco solo puede explicarse por el nivel de desesperación y de ignorancia técnica que paraliza al gobierno por la vía de sumergirlo en una -paradójicamente- hiperactividad contradictoria y chapucera. Son tantas las consecuencias disparatadas que este conjunto de impericias ha causado, que el gobierno no tiene mejor idea que inventar un culpable al cual señalar públicamente para despertar la furia y la bronca de los desesperados.

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El hablador

El jefe de Gabinete habrá asegurado que no iba a hacer anuncios grandilocuentes pero de lo que no caben dudas es que él es grandilocuente. En la inauguración de una costumbre que hasta podría calificarse de saludable -el hablar con los periodistas- el viernes por la mañana comentó algunas cuestiones que tienen que ver con lo que será la agenda de ahora en más.

Por empezar dijo que el gobierno tiene 200 metas que se ha propuesto cumplir. Uno no sabe bien si está en los albores de una especie de “plan quinquenal” (que en este caso sería “bienal”) o si lo que Capitanich pretende es inaugurar una ensalada de cuestiones en la que todo se mezcla de manera tal que nadie entienda nada.

El gobernador del Chaco en uso de licencia insistió con la idea de profundizar lo que se viene haciendo y no caben dudas de que está en esa línea porque habiendo podido inaugurar un período de apertura siguió refugiándose en los lugares en los que el gobierno ya lo venía haciendo. Así, por ejemplo ha llamado a reuniones de gremios y empresarios amigos, pero sigue excluyendo al campo y a los gremios críticos.

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