Por: Carlos Mira
En una nueva vuelta de tuerca de su sesgo incendiario, el gobierno, a través del jefe de gabinete, culpó a los “empresarios y comerciantes” por la suba de los precios, acusándolos de “antipatriotas y de inescrupulosos desestabilizadores”, dando por sentado que los trabajadores y jubilados de la Argentina, sabían de lo que hablaba. Agregó que ese comportamiento daba vergüenza.
Capitanich pareció olvidar aquella vieja teoría de la psicología que dice que cuando uno habla, habla de uno, porque efectivamente el que está dando vergüenza es él. Lo último que necesitaba la piel argentina en este momento de desasosiego, cuyo único culpable es el gobierno, era un balde de odio y acusaciones rencorosas de unos contra otros para seguir avivando un fuego divisorio que, con los ingredientes que el gobierno se ha encargado de mezclar, podría resultar explosivo.
La irresponsabilidad del gobernador del Chaco solo puede explicarse por el nivel de desesperación y de ignorancia técnica que paraliza al gobierno por la vía de sumergirlo en una -paradójicamente- hiperactividad contradictoria y chapucera. Son tantas las consecuencias disparatadas que este conjunto de impericias ha causado, que el gobierno no tiene mejor idea que inventar un culpable al cual señalar públicamente para despertar la furia y la bronca de los desesperados.
Para completar este desaguisado, Capitanich advirtió que está considerando mandar a la calle a los sindicalistas de la UOCRA para revisar los precios de la construcción, seguramente aprovechando las modalidades civilizadas que estas personas suelen utilizar cuando tienen que resolver algún diferendo (como la recordada persecución a los tiros de Madonna Quiroz a sus colegas de camioneros en 2006 o los desastres de la cancha de Defensores de Belgrano cuando en 2008, Kirchner asumió como presidente del PJ o los más recientes enfrentamientos con heridos de hace tres días). Este sistema acelera la velocidad de la Argentina para dirigirse a un sistema de Estado policial de vigilancia con similitudes cada vez más visibles al populismo dictatorial de Venezuela en donde brigadas parapoliciales someten al escarnio y al terror a la población civil.
En esa misma línea se encuentra la novedad dada a conocer por la Comisión Nacional de Valores con su decisión de mandar a publicar los nombres, apellidos y números de CUIT de las personas que actúen en el mercado financiero comprando bonos. Se trata de un nivel mayúsculo de irresponsabilidad en los momentos de inseguridad criminal que vive el país -respecto de la cual el gobierno tampoco hace nada ( antes bien, está por convalidarlo con la sanción de un Código Penal que poco falta para que premie a los delincuentes y encarcele a las víctimas)- y por el cual tranquilamente se podría responsabilizar a Enrique Vanoli y a la CNV por lo que pudiera sucederle a las personas cuyos nombres sean revelados por esta nueva GESTAPO.
Lo cierto es que mientras el jefe de gabinete acusa a los comerciantes de “inescrupulosos”, “antipatrióticos” y “desestabilizadores”, el sector privado argentino está haciendo un ajuste fenomenal en términos de nivel de vida que, por supuesto, tiene su contracara en la obscena manifestación de riqueza del sector público, encarnada por sus funcionarios.
Mientras todo esto ocurre, el país conoció ayer una grabación llevada adelante y autorizada por el juzgado del cual José María Campagnoli era fiscal, en la que el hermano de la ministra de seguridad, Cecilia Rodriguez, hablaba con el “Mudo” Penna, un barrabrava de River Plate, en la que éste le proponía hacer facturas truchas por $ 300 millones para lavar esa cantidad de dinero del socio presidencial, Lázaro Baez. Lo que no quedó claro es si ésta conversación también forma parte la conspiración internacional de alcance planetario que Capitanich denunció ayer como la usina que pretende desestabilizar a países como la Argentina y, de paso, quedarse con sus recursos naturales para producir nuestra miseria.
Habría que recordarle al jefe de gabinete que la Argentina YA ESTA a la miseria como consecuencia de 10 años de despilfarro, corrupción y mala praxis económica y que para alcanzar tan despreciable “mérito” no fue necesaria la participación de ninguna oscura logia del mal, sino simplemente la pretensión de llevar adelante los caprichitos ideológicos del kirchnerismo.
La pregunta racional que enfrenta el país es si estamos a tiempo de hacer algo. Por supuesto que siempre se está a tiempo de actuar… si se quiere actuar. El drama que ha carcomido las esperanzas y las posibilidades desperdiciadas de la Argentina es el exceso de gasto. Hoy ese número alcanza a $ 1.2 billones.
Ese gasto esta financiado con emisión monetaria porque el enfoque económico del gobierno ha espantado la inversión genuina. La emisión produce inflación y ésta finalmente ha provocado la devaluación de la moneda. El gobierno, tenaz con su teoría conspirativa, luego de declarase conforme con el nuevo valor del “dólar oficial de convergencia”, al mismo tiempo dijo que se estaba en presencia de un ataque especulativo contra el peso. ¿En qué quedamos?, ¿fue una medida pensada y aquilatada para llevar el dólar oficial a un valor de “convergencia”, o es la consecuencia de una corrida especulativa producida por la conspiración internacional alentada desde la Trilateral Commission?
El ministro Kicillof también acusó de conspiradores a “los que nos quieren hacer bajar el gasto” pero lo cierto es que esa cifra es hoy 7 puntos más del PBI que en 2004, cuando gobernaba, no el menemismo, sino el mismísimo Nestor Kirchner. La presidente parece haber pasado el punto de no retorno. Sus tuits desde La Habana (en donde se emocionó frente a una foto del asesino Guevara) confirman esa línea de absoluta perdición. La señora de Kirchner ya no puede volver atrás. Pero no por una imposibilidad fáctica sino porque su capricho así lo ha decidido. No dará el brazo a torcer, aunque su brazo “físicamente” pueda torcerse. Se autoacuarteló en un espacio sin puertas del que no puede salir porque ella misma no quiere. Podría salir, pero no va a salir.
El único horizonte esperable ante esta testarudez es el perfeccionamiento de un Estado policial de vigilancia con cada vez más severas restricciones al ejercicio de los derechos civiles y un empobrecimiento veloz, fruto de la huida de capitales y de la huida de las mejores mentes. Como venimos diciendo aquí desde hace tiempo, ese nivel de degradación y de miseria no será compensado por los ajustes a posteriori que la historia le suele reservar a los iluminados. Para ese momento será tarde cualquier noción de Justicia.