La memoria, parte de la herencia k

La memoria en lugar de la historia: esa es la clave a la que apeló el kirchnerismo —una coalición integrada también por los líderes de los organismos de derechos humanos— para referirse a la dictadura y, en un plano más general, a la violencia política durante los setenta.

Fue una “época en la que tanto los hombres de izquierda como de derecha eran capaces de acciones apocalípticas, que implicaban a veces el asesinato masivo”, según explicó el periodista Jon Lee Anderson al diario Página 12 en 2009.

Anderson es un prestigioso periodista progresista que entrevistó al ex dictador chileno Augusto Pinochet. Lo cité varias veces en mi libro Disposición Final con la pretensión —vana— de que mis colegas k entendieran la importancia de entrevistar a Jorge Rafael Videla para reconstruir cómo había sido la dictadura y, en especial, qué había pasado con los desaparecidos.

Ahora, la edición definitiva de ese libro muestra por qué Videla no podía morirse sin confesar todo lo que había hecho. Por ejemplo, que encabezó un plan sistemático para matar y hacer desaparecer los cuerpos del “número grande de personas que había que eliminar para ganar la guerra contra la subversión”, según admitió. Continuar leyendo

Víctimas políticas del paro nacional

La cuarta huelga general contra el gobierno de Cristina Kirchner tiene motivos legítimos desde el punto de vista gremial, pero también un componente político, al menos para los sindicalistas peronistas que la han organizado. Y no se trata, como se piensa, de marcar la cancha a los candidatos presidenciales. Octubre esta, todavía, demasiado lejos. Moyano, Barrionuevo, Fernández y compañía apuntan, más bien, contra el gobierno de Cristina.

En primer lugar, este paro fue organizado a partir de los estratégicos gremios del transporte, por lo cual su eficacia cuestiona directamente al ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, impulsado como precandidato presidencial por la propia Cristina frente al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli.

Randazzo aparece más confiable que Scioli para Cristina y para el cristinismo, con La Cámpora a la cabeza.

Ahora, un ministro que no logra impedir el protagonismo de los gremios del sector en esta huelga queda deteriorado. Más aún contando con tan generosos subsidios para los empresarios del transporte.

En la huelga anterior, el gobierno pudo maniobrar para impedir que esos sindicatos se plegaran.

La huelga también cuestiona al ministro de Economía, Axel Kicillof. Es complicado pensar Kicillof, en el marco de una economía que está por lo menos estancada y sigue con una inflación altísima, y con una huelga que, por lo que se conoce, tiene un alto acatamiento, pueda ser el candidato a vicepresidente de Scioli.

Ésta es una jugada de la que se viene hablando en el oficialismo para condicionar al gobernador de Buenos Aires.

Más allá de dónde esté cada uno en este momento, la huelga de Moyano, Barrionuevo, Fernández y compañía afecta a Randazzo y Kicillof. En este sentido, coinciden con las preocupaciones objetivas de los gobernadores e intendentes peronistas que aspiran a seguir controlando sus territorios luego de las próximas elecciones. Para eso, necesitan candidatos en la fórmula presidencial que traccionen votos, más allá de los gustos y los deseos de la Presidenta.

Roca, una figura incómoda para Cristina

El gobierno de la presidenta Cristina Kirchner intentó que el centenario de la muerte de Julio Argentino Roca, que se cumple hoy, pasara lo más desapercibido posible o bien fuera incluido dentro del relato oficial, que, como se sabe, divide también a la historia en buenos y malos, en amigos y enemigos. Por eso, hace unos meses, la Secretaría de Cultura instruyó a las autoridades de los museos dedicados a las figuras de la Generación del Ochenta que no prepararan actos alusivos al centenario de la muerte de Roca y que si se les ocurría tocar el tema convocaran a los dos historiadores oficiales: Felipe Pigna y Pacho O´Donnell.

Roca es una figura molesta para el kirchnerismo. Por un lado, sectores de la alianza oficialista lo ven como un genocida porque derrotó militarmente a los indios que ocupaban parte del territorio nacional. Eso ocurrió antes de su presidencia, cuando Roca era ministro y encabezó la llamada Conquista del Desierto, en base a una ley aprobada por el Congreso. La pelea contra los indios venía ya desde la Independencia; el objetivo de la ley del Congreso fue ocupar esas tierras para atraer a los millones de inmigrantes que el país necesitaba. No iban a venir si persistían los malones indígenas.

Roca derrotó a los mapuches e incorporó al Estado a millones de hectáreas: el sur y sudoeste de Buenos Aires, el sur de Córdoba, San Luis y Mendoza, y las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Sin esos territorios, no habría, además, Antártida argentina ni Malvinas argentinas. Es bueno tener en cuenta que los mapuches no eran pueblos originarios en la zona sino que habían derrotado militarmente a otras tribus. Ellos  habían venido de Chile y tenían contacto permanente con sus hermanos que vivían del otro lado de los Andes.

La palabra genocidio es muy atractiva para la propaganda política pero no sirve de mucho para la historia; es un concepto reciente y los hechos tienen que ser analizados en su contexto. Obviamente, nadie le puede impedir a un grupo político que acuse, por ejemplo, a Cristóbal Colón de genocida, pero eso es política, lucha por el poder presente; no tiene mucho que ver con la historia ni con la búsqueda de la verdad histórica. Si usáramos la palabra genocidio, también tendríamos que calificar como tal a Juan Manuel de Rosas, que cuatro décadas antes que Roca mató casi el triple de indios durante su Campaña al Desierto. Y eso sería un problema para el proyecto nacional y popular, que abreva en Rosas.

Roca es una figura complicada para el kirchnerismo porque Néstor Kirchner fue nuestro primer presidente patagónico también gracias a Roca. Seguramente por su capacidad, habría sido presidente pero de otro país porque semejante territorio sería hoy una nación independiente o bien formaría parte de otro Estado, como Chile, por ejemplo. Roca tuvo la habilidad de concretar la conquista mientras Chile estaba concentrado en la Guerra del Pacífico. Tanto es así que apenas lograda su victoria en el norte, Chile extendió su dominio hacia el sur derrotando a los indios que ocupaban esa región.

Es decir que, con Roca, la Argentina consolidó su dominio territorial y, gracias a una vasta obra de gobierno realizada en dos mandatos, doce años en total, construyó el Estado nacional. Un solo Estado en una sola Nación porque los millones de inmigrantes pobres se convirtieron en argentinos gracias al ley 1.420, sancionada durante la primera presidencia de Roca, que introdujo la enseñanza primaria obligatoria, universal, gratuita y laica. Para eso, derrotó políticamente a la Iglesia Católica, que controlaba la educación. Vean la vastedad del proyecto de Roca: hubo una ruptura diplomática con la Santa Sede, que se solucionó recién en su segundo mandato.

Roca no estuvo solo sino que formó parte de una clase dirigente notable, con figuras como Mitre, Avellaneda, Pellegrini y Roque Sáenz Peña, entre otros. Y fue esa Generación la que transformó un país pobre, vulnerable y despoblado en una de las economías más pujantes de su época. Claro que ese cambio vertiginoso se hizo con muchas tensiones sociales y políticas, pero la virtud de Roca y de sus contemporáneos fue ir incorporando al progreso a la mayoría de los argentinos. Un poco por la lucha cívica de un sector de la élite y de la Unión Cívica Radical y otro poco por la consolidación de una clase media que aspiraba a más fue sancionada la ley que estableció el voto universal, obligatorio y secreto, que llevó a los radicales al gobierno.

Roca representa a otra Argentina, de paz, administración y progreso.