Por: Ceferino Reato
El gobierno de la presidenta Cristina Kirchner intentó que el centenario de la muerte de Julio Argentino Roca, que se cumple hoy, pasara lo más desapercibido posible o bien fuera incluido dentro del relato oficial, que, como se sabe, divide también a la historia en buenos y malos, en amigos y enemigos. Por eso, hace unos meses, la Secretaría de Cultura instruyó a las autoridades de los museos dedicados a las figuras de la Generación del Ochenta que no prepararan actos alusivos al centenario de la muerte de Roca y que si se les ocurría tocar el tema convocaran a los dos historiadores oficiales: Felipe Pigna y Pacho O´Donnell.
Roca es una figura molesta para el kirchnerismo. Por un lado, sectores de la alianza oficialista lo ven como un genocida porque derrotó militarmente a los indios que ocupaban parte del territorio nacional. Eso ocurrió antes de su presidencia, cuando Roca era ministro y encabezó la llamada Conquista del Desierto, en base a una ley aprobada por el Congreso. La pelea contra los indios venía ya desde la Independencia; el objetivo de la ley del Congreso fue ocupar esas tierras para atraer a los millones de inmigrantes que el país necesitaba. No iban a venir si persistían los malones indígenas.
Roca derrotó a los mapuches e incorporó al Estado a millones de hectáreas: el sur y sudoeste de Buenos Aires, el sur de Córdoba, San Luis y Mendoza, y las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Sin esos territorios, no habría, además, Antártida argentina ni Malvinas argentinas. Es bueno tener en cuenta que los mapuches no eran pueblos originarios en la zona sino que habían derrotado militarmente a otras tribus. Ellos habían venido de Chile y tenían contacto permanente con sus hermanos que vivían del otro lado de los Andes.
La palabra genocidio es muy atractiva para la propaganda política pero no sirve de mucho para la historia; es un concepto reciente y los hechos tienen que ser analizados en su contexto. Obviamente, nadie le puede impedir a un grupo político que acuse, por ejemplo, a Cristóbal Colón de genocida, pero eso es política, lucha por el poder presente; no tiene mucho que ver con la historia ni con la búsqueda de la verdad histórica. Si usáramos la palabra genocidio, también tendríamos que calificar como tal a Juan Manuel de Rosas, que cuatro décadas antes que Roca mató casi el triple de indios durante su Campaña al Desierto. Y eso sería un problema para el proyecto nacional y popular, que abreva en Rosas.
Roca es una figura complicada para el kirchnerismo porque Néstor Kirchner fue nuestro primer presidente patagónico también gracias a Roca. Seguramente por su capacidad, habría sido presidente pero de otro país porque semejante territorio sería hoy una nación independiente o bien formaría parte de otro Estado, como Chile, por ejemplo. Roca tuvo la habilidad de concretar la conquista mientras Chile estaba concentrado en la Guerra del Pacífico. Tanto es así que apenas lograda su victoria en el norte, Chile extendió su dominio hacia el sur derrotando a los indios que ocupaban esa región.
Es decir que, con Roca, la Argentina consolidó su dominio territorial y, gracias a una vasta obra de gobierno realizada en dos mandatos, doce años en total, construyó el Estado nacional. Un solo Estado en una sola Nación porque los millones de inmigrantes pobres se convirtieron en argentinos gracias al ley 1.420, sancionada durante la primera presidencia de Roca, que introdujo la enseñanza primaria obligatoria, universal, gratuita y laica. Para eso, derrotó políticamente a la Iglesia Católica, que controlaba la educación. Vean la vastedad del proyecto de Roca: hubo una ruptura diplomática con la Santa Sede, que se solucionó recién en su segundo mandato.
Roca no estuvo solo sino que formó parte de una clase dirigente notable, con figuras como Mitre, Avellaneda, Pellegrini y Roque Sáenz Peña, entre otros. Y fue esa Generación la que transformó un país pobre, vulnerable y despoblado en una de las economías más pujantes de su época. Claro que ese cambio vertiginoso se hizo con muchas tensiones sociales y políticas, pero la virtud de Roca y de sus contemporáneos fue ir incorporando al progreso a la mayoría de los argentinos. Un poco por la lucha cívica de un sector de la élite y de la Unión Cívica Radical y otro poco por la consolidación de una clase media que aspiraba a más fue sancionada la ley que estableció el voto universal, obligatorio y secreto, que llevó a los radicales al gobierno.
Roca representa a otra Argentina, de paz, administración y progreso.