El miércoles hubo problemas para circular en el centro de la Ciudad de Buenos Aires debido a una marcha que se convocó desde distintas organizaciones. En particular fue la Corriente Villero Independiente, a la que se fueron sumando agrupaciones de izquierda y afines al gobierno. Fue llamativo que se trató de una protesta contra alguien en particular, porque la imagen que la convocaba comenzaba su mensaje aludiendo al apellido del actual jefe de Gobierno de la Ciudad. Y aquí no es cuestión de ser o no macrista, sino de entender que desde que el mensaje se plantea como una confrontación, naciendo además, verbalmente, desde una imposición, se torna por lo tanto inviable en un ambiente democrático. Más allá de ignorar el principio republicano, culpando al Poder Ejecutivo de algo que por la propia naturaleza de nuestra forma de gobierno es inherente además a los otros poderes.
Por otro lado, también me resulta sospechosa la utilización de un término como “urbanización”, que suele apelar a un “arrasar y volver a hacer”, cuando en realidad la solución a muchas de las problemáticas de las villas pasa por trabajar por la integración y no por la urbanización.
Otro punto interesante de este mensaje es la crónica explicitación de consignas tan ideales y generales que hace imposible que se tome este reclamo seriamente. Personalmente, creo que el uso tan difundido de la palabra “integral”, que antepuesta a cualquier otra cosa pretende llevar una solución definitiva, termina por quitarle todo sustento a lo que se intente resolver. “Un plan de vivienda integral” no es más que una forma de reclamar sin un argumento, de hacerlo con la convicción de que las cosas tienen que suceder por la mera voluntad de quien las articula. Pero lamentablemente este fue siempre el pecado de la izquierda argentina, que termina vaciando de contenido real sus reclamos, para convertirlos sólo en ideología.