Por: Christian Joanidis
El miércoles hubo problemas para circular en el centro de la Ciudad de Buenos Aires debido a una marcha que se convocó desde distintas organizaciones. En particular fue la Corriente Villero Independiente, a la que se fueron sumando agrupaciones de izquierda y afines al gobierno. Fue llamativo que se trató de una protesta contra alguien en particular, porque la imagen que la convocaba comenzaba su mensaje aludiendo al apellido del actual jefe de Gobierno de la Ciudad. Y aquí no es cuestión de ser o no macrista, sino de entender que desde que el mensaje se plantea como una confrontación, naciendo además, verbalmente, desde una imposición, se torna por lo tanto inviable en un ambiente democrático. Más allá de ignorar el principio republicano, culpando al Poder Ejecutivo de algo que por la propia naturaleza de nuestra forma de gobierno es inherente además a los otros poderes.
Por otro lado, también me resulta sospechosa la utilización de un término como “urbanización”, que suele apelar a un “arrasar y volver a hacer”, cuando en realidad la solución a muchas de las problemáticas de las villas pasa por trabajar por la integración y no por la urbanización.
Otro punto interesante de este mensaje es la crónica explicitación de consignas tan ideales y generales que hace imposible que se tome este reclamo seriamente. Personalmente, creo que el uso tan difundido de la palabra “integral”, que antepuesta a cualquier otra cosa pretende llevar una solución definitiva, termina por quitarle todo sustento a lo que se intente resolver. “Un plan de vivienda integral” no es más que una forma de reclamar sin un argumento, de hacerlo con la convicción de que las cosas tienen que suceder por la mera voluntad de quien las articula. Pero lamentablemente este fue siempre el pecado de la izquierda argentina, que termina vaciando de contenido real sus reclamos, para convertirlos sólo en ideología.
Pero más allá de esto, yo creo que fue una marcha en contra de las villas. En primer lugar porque se permitió que un reclamo justo, que en realidad está dirigido a todos los gobiernos locales y nacionales que se fueron sucediendo, se le termina endilgando al actual jefe de Gobierno, apuntándolo como único responsable. El reclamo entonces se sectariza y se convierte en una marcha de oposición, lo que por su propia naturaleza no tiene la capacidad de construir, sino sólo la de oponerse.
En segundo lugar, porque el mismo reduccionismo que aplica en general la sociedad al momento de enfrentarse a realidad de las villas, es el que parecen aplicar, aunque desde otra perspectiva y sin darse cuenta, quienes organizaron esta marcha. De esta forma, terminan reduciendo todas las problemáticas de la villa a una sola variable: la famosa urbanización.
Por último, demuestran una gran ignorancia al asumir que sólo el Gobierno de la Ciudad puede dar respuesta a un reclamo de esta índole y no sólo por una cuestión de recursos, recordemos que incluso los créditos internacionales deben ser facilitados por el Gobierno nacional. La situación de muchos de los terrenos en que se encuentran emplazadas las villas no pertenecen al Gobierno de la Ciudad, lo que hace que sin la cooperación del Ejecutivo nacional no sea posible solucionar la cuestión de la precariedad habitacional de quienes viven hoy en la marginalidad.
Todo lo dicho anteriormente no pretende eximir de culpas al Gobierno porteño, que no necesariamente ha hecho demasiado por la situación de las villas en nuestra Buenos Aires. Pero también es cierto que la marginalidad, si bien está ampliamente extendida en la ciudad, está lisa y llanamente desbordada en el conurbano.
No todos tienen la suerte de conocer cómo son estos barrios donde viven tantos porteños. Y esta marcha, lejos de ayudar a que se valore la complejidad y la riqueza de las villas, promueve una imagen equivocada de esta realidad. En las villas viven aquellos que no tienen voz para expresarse, desde la marginalidad, sobre las problemáticas que los aquejan. Esta marcha, lejos de poder acercar a toda la ciudad a esta situación de los sin voz, obtiene el efecto contrario: porque fue una marcha contra una persona (Mauricio Macri) y contra todos aquellos que vieron su vida complicada el día de ayer por la tarde.