El kirchnerismo es el pasado. Y es justamente ese lugar, el pasado, del cual no se puede volver. Estuvieron en el poder durante doce años. Fueron una fuerza que se autofagocitó, porque lo cierto es que en las últimas elecciones no tuvieron candidato. Daniel Scioli, no importa qué tan sumiso se haya mostrado, nunca podría haber sido kirchnerista: le faltaba fanatismo e instinto suicida. Fueron doce años de hegemonía para desaparecer sin un continuador. Cristina Kirchner es la única, el alfa y el omega de toda la epopeya. El kirchnerismo es ella y nadie más. No se trata de un grupo de ideas, sino del culto a una persona.
Fueron doce años en los que creímos que la democracia y la república se iban a perder. La cordura de los argentinos interrumpió ese proceso absurdo en el que nos habíamos encerrado. Hoy esos doce años son para mí sólo un mal recuerdo. Se trata de un pasado del cual en el futuro nos avergonzaremos, un pasado que querremos dejar en el olvido. Lo que algunos quieren mostrar como una gesta heroica fue tan sólo el latrocinio mejor organizado de la historia argentina.
Pasaron casi cinco meses desde que cambió el Gobierno. El actual, con sus aciertos y sus desaciertos, exhibe una diferencia evidente con aquellos doce años absurdos. Hoy somos un país normal. No se trata de que me guste o no el actual Gobierno, se trata de entender que nuevamente la Argentina está en la senda de la cordura y que no importa quién esté o quién venga después, no volveremos a la locura de la década ganada. Continuar leyendo