El Estado ha crecido en estructura en la última década, sin que por ello haya crecido su solidez o su presencia. Básicamente, lo que ha hecho es incorporar cada vez más gente, sin que quede claro si esos nuevos empleados están realmente haciendo algo o no y si lo que hacen realmente es necesario y contribuye a la sociedad, o es simplemente una forma de paliar el desempleo.
Sin empleados, el Estado no puede cumplir su función, todos entendemos esto. La discusión tampoco está en si debe haber o no Estado: debe existir y debe ser fuerte. Dicho de otra forma, necesitamos un Estado fuerte y presente que a través de sus funcionarios garantice los derechos de los ciudadanos. El problema está en dimensionar los recursos y entender cuántas personas necesitamos trabajando en el Estado para que pueda cumplir todas sus funciones principales.
El Estado es una organización y por lo tanto suceden las mismas cosas que en el resto de las organizaciones, incluidas las privadas: hay acomodos, hay gente que ocupa un lugar sin tener las capacidades o el talento necesario para ello, hay quien cobra más de lo que debería y también quien no hace nada. Cuando eso pasa, en una empresa o en otra organización privada, no nos preocupamos, porque no son nuestros bolsillos los que mantienen esa situación. Será una injusticia, pero no nos quita el sueño. Sin embargo, sí nos molesta que nos saquen el 21% cada vez que vamos al supermercado para sostener esas situaciones. No debemos olvidar que es a través de todos los impuestos que pagamos que se sostienen los salarios del Estado y que si se reduce el gasto, entonces podremos pagar menos impuestos y lo que ganamos nos alcanzará para más. Continuar leyendo