En estos días se conoció el primer documento escrito enteramente por el Papa Francisco. Para quienes profesamos la fe cristiana esta exhortación del Sumo Pontífice nos llama a una nueva forma de vivir nuestra fe. Pero esta vez Francisco no sólo les habla a los creyentes, sino también a todos los hombres de buena voluntad, a todos aquellos que no miramos con indiferencia la injusticia que se perpetra a nuestro alrededor.
Algunos diarios internacionales han utilizado las frases más contundentes del documento para fabricar titulares rimbombantes. Pero más allá de este despliegue mediático, las palabras de Francisco llevan un mensaje para todos aquellos que queremos construir un mundo mejor.
El documento habla sobre la evangelización, pero hay una parte en la que la voz de Francisco no se dirige exclusivamente a los creyentes, sino a todas las personas. Es justamente allí en donde hace referencia al tema de la exclusión, que no es otra cosa que la cuestión de la marginalidad que tantas veces he mencionado en mis columnas. Me pareció sumamente interesante la reflexión que hace sobre el concepto de exclusión: “ya no se está en [la sociedad] abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera”. Estar excluido no es estar en la base de la pirámide, no es estar en la periferia, no es estar lejos. Estar excluido es justamente no estar. Porque el pobre está en la base de la pirámide, el oprimido puede estar en la periferia de nuestra sociedad, pero el excluido no está, no existe. La pobreza o cualquier otra carencia coloca a las personas en una situación de desventaja, la exclusión sin embargo las deja fuera del juego. La pobreza siempre existió y seguirá existiendo, esto puede no gustarnos, pero es así. Lo que no tiene porqué existir es la marginalidad, que se está convirtiendo en un fenómeno masivo y que es una novedad de nuestro tiempo.