En el último tiempo, por cuestiones eminentemente ideológicas, todo aquello que se califica como “público” suele preferirse a lo que sea “privado”. Y justamente esta ideologización de las cosas termina convirtiendo en irracionales las decisiones que deben fundamentarse sobre la conveniencia de los distintos agentes involucrados. Al momento de elegir entre el transporte público y el privado, corresponde hacer un análisis sobre la conveniencia de uno y de otro para el conjunto de la sociedad y de los individuos, dejando de lado las cuestiones ideológicas. Como todo análisis de cuestiones prácticas, este también debe estar circunscrito a una situación particular y acotada, en este caso lo veré desde la perspectiva de la Ciudad de Buenos Aires.
La situación ya es conocida por todos: hoy tenemos una ciudad atestada de autos, muchos de ellos provenientes de la Provincia. Cada vez se patentan más autos y hemos llegado al punto en el que se hace cada vez más complicado transitar. De hecho, el nivel de congestión ha llegado a tal punto, que las mediciones más recientes indican que se tarda más circulando por la ciudad en auto que en transporte público. El hecho objetivo es entonces que el uso del auto en la ciudad ya no significa una ventaja desde el punto de vista del ahorro de tiempo.