El anuncio de un cambio de política de los Estados Unidos hacia Cuba –y viceversa, ya que este giro no hubiera sido posible sin un previo diálogo entre los dos Estados- es una buena noticia para la región. Ambos actores destacaron el papel que cumplió el papa Francisco en este acercamiento, en calidad de “mediador”.
¿Por qué pudo el Papa desempeñar ese rol?
En primer lugar, sencillamente porque se lo propuso. Es algo que no pareció pasar por la cabeza de ninguno de los líderes latinoamericanos que en los últimos años se han vinculado con Cuba con fines más mediáticos que de otro orden, para confortar a sus electorados progresistas con una versión en color sepia de una Revolución que ya no existe, que ha fracasado en toda la línea, para únicamente dejar paso a un régimen anacrónico, autoritario e incapaz de llevar a su pueblo hacia el desarrollo de sus potencialidades. Continuar leyendo