Una izquierda trasnochada que habla de victoria castrista coincide con un sector recalcitrante del exilio y del lobby cubano en USA que ve una imperdonable concesión a la dictadura caribeña.
El anuncio de Barack Obama y Raúl Castro sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana ha descolocado a ambos extremos que, como recordó aquí mismo Martín Guevara, se tocan. Y coinciden en el error.
Ni uno ni otro sector piensan en el pueblo cubano: unos lo identifican con el régimen, como si el castrismo no fuese una dictadura sino la legítima representación de la ciudadanía; otros, privilegian el interés sectorial de su comunidad favorita de exiliados y el sostenimiento de una retórica, que se extinguiría con el fin del comunismo.
Lo verdaderamente auspicioso no lo ven. Y es que, si este proceso evoluciona favorablemente, Castro y su régimen ya no tendrán “buitres” a los que apuntar para justificar la opresión del pueblo cubano. Continuar leyendo